Qué hacer para solventar los problemas del actual sistema educativo es una pregunta que me he hecho en multitud de ocasiones. La educación en España se ha convertido en la mayor fábrica de paro del mundo y esto hace que los profesores estemos en el punto de mira de la crítica social. ¿Qué ha ocurrido en nuestro país para que el profesor, tan respetado y valorado antaño, pierda hoy su estatus al de “simple maestrillo de escuela”?
A mi parecer, el principal detonante lo encontramos en las raíces del sistema: la propia ESO. La ESO fue diseñada para que los alumnos pudiesen aprobar con tan sólo un mínimo esfuerzo en clase y sin necesidad de estudiar por las tardes en sus casas. Los contenidos de 1º a 4º de ESO son casi idénticos, los niveles apenas varían más que para justificar la compra de un nuevo libro de texto año tras año. No se premian el esfuerzo ni la constancia, sino la vagancia y la dejadez. Un chaval que aprueba 4º de ESO no sabe nada, no vale para nada. El mercado laboral lo devoraría en segundos.
Este panorama contagia la dejadez de los alumnos a sus propias familias. Los institutos ya no son duros centros de trabajo en los que exigir resultados a los chavales, sino simples guarderías donde los padres dejan a sus hijos al cuidado de unos adultos para poder ir a trabajar. Durante años, al profesor sólo se le ha pedido que aprobase a cuántos más alumnos mejor y ni siquiera le han dado las gracias. El nivel de la educación en España está por los suelos porque los de arriba han querido que así sea. Conseguir esto ha llevado décadas de trabajo pero finalmente se ha logrado, no me preguntéis con qué fin.
Pero no sólo los de arriba son culpables de esta debacle. Los mismos profesores, me meto el primero, también somos parte del problema. En mi opinión, son dos los colectivos del profesorado que tanto daño están haciendo a la educación, siendo los “veteranos de guerra”, como yo los llamo, los primeros de la fila. Me refiero a aquellos que llevan 35-40 años en la profesión y están quemados. La gran mayoría reniega de las nuevas tecnologías y utilizan los mismos manuales desde hace décadas. Creen que inculcando el ideario sesentayochista y presumiendo de haber corrido delante de los grises arreglarán el mundo, cuando lo único que realmente consiguen es ayudar a que sus alumnos fracasen en la vida.
En el segundo colectivo incluyo a muchos –no todos- profesores jóvenes de la escuela progresista –y ojo, que yo tengo 30 años-. Me refiero a recién licenciados que ingresaron en el gremio pensando en las 14 pagas y los dos meses de vacaciones. No tienen ni idea de cómo llevar una clase. Se ponen delante de 25 chavales de 16 años y se mueren de miedo. Creen que un alumno debe dejarse la gorra dentro de clase porque así forja su personalidad. No saben imponer autoridad, son excesivamente dialogantes y están totalmente convencidos de que su forma de actuar es la única correcta.
De este segundo grupo conozco a más de uno. A alguno incluso lo he visto llorar al salir de clase. Y es que el problema de estas personas se convierte en un problema social. No sólo podemos exigir que bajen los ratios de alumnos en clase desechando a las “manzanas podridas”. También hay que pasar la escoba en el profesorado. Hay que subir los requisitos para ingresar en la profesión y no precisamente a través del CAP, otra de las farsas del sistema.
Y para terminar, las familias. Creo que el vídeo del juez Calatayud con el que comienza la entrada lo deja bastante claro. Muchos padres de hoy en día tienen miedo de sus hijos. Y cuando digo miedo quiero decir mucho miedo. Son incapaces de imponerles un correctivo por la represalia que pueda adoptar el chaval, los malcrían sin pudor. Yo he visto a críos de 15 años con 7 suspensos y un iPad debajo del brazo. ¿Con qué fin? A los chavales hay que enseñarles que todo tiene un precio. El todo gratis no vale. El amor de un hijo no se compra con regalos caros. Los adolescentes de hoy en día están acostumbrados a la inmediatez. Todo lo que ven lo quieren, y lo quieren ahora. No luego, no mañana, no si aprobamos todas, sino ahora.
En definitiva, la figura del profesor de secundaria está en crisis. La educación está totalmente politizada y se han propuesto hacerle un lavado de imagen de cara a la opinión pública que no servirá para nada. La rebaja del 7% en sueldos, los recortes en sexenios y el hacerle la vida imposible al interino no son más que los primeros pasos de un plan premeditado hasta el milímetro. Ya veremos como acaba todo esto.
En El Blog Salmón | ¿Tiene el sistema educativo solución?
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