Tras todo el escándalo del Coronavirus, ¿Se debe volver al "Business as usual" con China como si nada? Reino Unido y otros países dicen que no

La airada guerra comercial inicial con China, se ha ido transformando poco a poco en un conflicto a gran escala, y la retórica ya alcanza cotas que denotan una gran agresividad, con tintes incluso bélicos por momentos. El Coronavirus tan sólo ha exacerbado la dinámica en sus relaciones con China en la que algunos países ya estaban instalados, escalando progresivamente los motivos para seguir incitando a sus poblaciones hacia el enfrentamiento, por ahora, dialéctico y comercial (y que conste que motivos no faltan precisamente).

Y tras la oscura e impenetrable estela de la pandemia, ahora algunos países ya se están planteando seriamente que no se pueden restablecer las relaciones de sus respectivos países con China “como si aquí no hubiese pasado nada”. Reino Unido es uno de ellos, y diversos sectores políticos del país rechazan frontalmente que desde Downing Street deban volver a uno de sus tradicionales “Business as usual”, restableciendo lazos con Pekín como si nada.

La gestión china de la pandemia: ese inescrutable tema donde hay más interrogantes que evidencias

Cuando les alertamos allá por el 3 de Febrero de la que se nos venía encima con el Coronavirus, ya les expusimos cómo había cosas totalmente incongruentes e inexplicables en la versión “oficial” china y en su gestión de la pandemia. Para empezar, aquellas cifras de infectados y muertos oficiales eran a toda vista ciertamente increíbles, y aunque en las cifras de los países desarrollados la calidad estadística en este tema más bien brilla por su ausencia, hay que reconocer que el grado de incredulidad que levantan las cifras chinas está en otra distante dimensión. Por que se hagan una idea, ni siquiera los propios chinos saben ahora ya a cuántos muertos enterraron en realidad, y los ciudadanos se están organizando meritoriamente (y arriesgándose a ser hostigados por la represión) para hacer sus propios cálculos de fallecimientos, apoyándose en datos como el número de urnas funerarias que ha estado comprando el gobierno, o las horas de funcionamiento ininterrumpido de los hornos crematorios.

Pero más allá de la evidente irrealidad de las cifras chinas desde el primer momento, aquí hay otros muchos interrogantes para los que no se encuentra ningún rastro de respuesta consistente en el discurso “oficial” del gigante comunista. Para empezar, no se entiende el porqué de que las autoridades tardasen casi dos meses en reaccionar ante una pandemia que ya hizo acto de presencia por primera vez allá por finales de Noviembre. Y no es sólo que no hayan dado la voz de alarma porque no hayan sido conscientes de la gravedad del nuevo virus, sino que inexplicablemente a los médicos que sí que la dieron tan diligentemente, las autoridades chinas rápidamente se dedicaron a silenciarlos, hostigarlos y represaliarlos. Y esto tampoco fue un error del pasado por mero desconocimiento (realmente esa explicación aquí ya empezaba a hacer aguas), si no que recientemente la represión y el hostigamiento ha seguido siendo ejercido por el gobierno chino contra otros doctores que han alzado su voz sobre la pandemia más recientemente, y que han sido “vaporizados”, al más puro estilo del orwelliano de ese 1984 que cada vez es más real en nuestro mundo actual.

Pero todo en torno al Coronavirus ha sido tratado desde las instancias gubernamentales chinas con un inexplicable halo de secretismo e inconsistencia desde sus mismos inicios, con el inconcebible resultado de que incluso ahora, meses después, hay en el aire muchos más interrogantes que respuestas sobre cómo y dónde se originó el Coronavirus, que sólo hacen que haya que otorgarle también una probabilidad de suceso no despreciable a determinados porqués. Inexplicablemente, cuando otro virus como fue el SARS atacó a la socioeconomía china, la reacción de las autoridades fue radicalmente distinta, y desde el principio estuvieron apoyando a sus científicos y médicos, además de colaborando y compartiendo información e investigaciones de forma transparente con la comunidad internacional, a fin de evitar que aquello se convirtiese en una pandemia. ¿Por qué no han actuado de la misma manera ahora con el Coronavirus, y han optado incluso por cerrar laboratorios imprescindibles contra el Coronavirus, silenciar a los expertos, y por la represión informativa y policial, con misteriosas desapariciones sin rastro de todo aquel que osase divulgar la verdad sobre la pandemia? Es que los jerarcas chinos incluso han ordenado destruir pruebas fundamentales para esclarecer el origen del Coronavirus.

Y eso por no hablar de cómo agentes chinos han estado colaborando en difundir propaganda para exacerbar la sensación de caos en EEUU ante el desastre de Coronavirus, de cómo los smartphones "made in China" espian ahora a sus usuarios y envían información suya a servidores de dudosa reputación, o cómo se han publicado recientemente informes de inteligencia que ya alertan de que los ataques de hackers internacionales procedentes de China tienen ahora como objetivo prioritario a las empresas que están desarrollando vacunas contra el Coronavirus. ¿Van entendiendo por qué, aunque no queramos, nos obligan a plantearnos posibles porqués de todo esto? No somos nosotros los que alimentamos las dudas, sino que son ellos mismos.

EEUU ya inauguró hace algunas semanas un nuevo nivel en su retórica contra China al calor del Coronavirus

El terremoto socioeconómico que está trayendo todo el funesto Coronavirus parece no tener fin, y su epicentro cada vez se sitúa a una profundidad más insondable. Tras haber enturbiado todavía más (si cabía) las relaciones EEUU-China en la presunta era post-guerra comercial, Trump ya empezó a hacer su iniciático viaje hacia una retórica pandémica anti-china que va in crescendo en agresividad conforme pasan los días. Incluso tras su choque frontal con la propia OMS (por el que les cortó su financiación) subyacen veladas acusaciones de colaboracionismo y encubrimiento para con el gobierno chino en este virásico asunto. El hecho es que, en muchos despachos de la alta política, ya se está valorando el escenario de que el Coronavirus pueda desembocar en una ruptura definitiva de las relaciones entre EEUU y China.

No seremos desde aquí los que partamos una lanza por defender a un gigante comunista que ha hecho una enigmática (cuando no nefasta) gestión de la pandemia, por la que ahora estamos pagando todos (y muchos con sus propias vidas), pero tampoco vamos a ser los que justifiquemos la cegadora visceralidad de Trump u otros en éste y cualquier otro asunto. La alta política requiere de altos políticos, y tratar de esclarecer todo el turbio asunto del Coronavirus es esencial socioeconómicamente, pero no debe hacerse desde el ataque propagandístico y enzarzándose en acusaciones cruzadas sin justificaciones rigurosas y levantando polvaredas de pasiones.

Como (casi) siempre, para repartir justicia y esclarecer los hechos se requiere rigor, profesionalidad, y equidistancia. Los lectores más habituales saben que aquí somos plenamente conscientes de que muchas veces la realidad supera a la ficción, pero al mismo tiempo aquí también estamos vocacionalmente comprometidos a que la ficción no sustituya a la realidad. Y qué peor ficción y con mayor juego de intereses que esa propaganda (de uno y otro lado), que desde aquí no cejamos en combatir tan agresivamente como ella trata de destruir nuestros sistemas. Y es nuestro propio suelo el que tiembla bajo nuestros pies cada vez que un ciudadano se “traga” un bulo y lo difunde para fomentar la indignación y el caos social, en lo que siempre les hemos dicho desde hace años que es la nueva forma de guerra moderna: la guerra cibersocial.

Y es el Reino Unido el que ahora no está dispuesto a “correr un tupido velo”…

Pero tras Trump, otro adalid de la política internacional más selecta, el también “taimado” Boris Johnson, ha sido el que ahora ha lanzado sus dardos (o más bien, granadas de mano) contra el gigante chino y su responsabilidad en toda la pandemia. El hecho es que, en el caso del premier británico, su cambio de discurso no viene por iniciativa propia, sino que ha venido auspiciado por las presiones internas desde el propio partido conservador para que las relaciones China-Reino Unido no vuelvan a la normalidad impunemente tras la catástrofe sanitaria, como si aquí no hubiese pasada nada de nada. Entre esas voces, se incluye muy significativamente la de Lord Patten, un ex-tory que además fue el último gobernador de Hong-Kong, y que afirma tajantemente que China es un peligro para todo el mundo. Obviamente, tanto Trump como Johnson están rescatando la figura del enemigo único goebbeliano para tapar sus propios y flagrantes errores en la gestión de la pandemia, pero eso no quita que esté meridianamente claro que el funesto “Manual de propaganda” de Goebbels es en realidad el origen de todos los males de esta guerra cibersocial con la que nos atacan a Occidente, y que no hay ninguna duda de que es el libro de mesilla de noche de todos los estrategas de la propaganda internacional (incluidos los chinos, claro está).

Pero no son sólo los políticos más viscerales a nivel internacional los que defienden este nuevo estatus de relaciones con China promoviendo un nuevo contexto, y colocando al gigante asiático en una suerte de “congelador” diplomático y socioeconómico. Lo cierto es que este debate está en la primera plana política en otros países como Suecia y Alemania, e incluso en un estadio todavía más avanzado de lo que ahora empieza a estar en Reino Unido. Hay que tener muy presente que la estabilidad y la seguridad jurídica internacional deben basarse ineludiblemente en uno de los grandes conceptos fundacionales democráticos: el que la hace la paga. Y eso debe ser aplicado sin vulnerar la presunción de inocencia del acusado, claro está, pero no es menos cierto que la destrucción y la ocultación deliberada de pruebas es de por sí algo por lo que el propio acusado por sí mismo ya pone en tela de juicio esa inocencia.

En este mundo cada vez más convulso a todos los niveles, y con políticos de primer nivel de la talla de Trump y Johnson, nos podemos esperar literalmente cualquier cosa de cara al futuro. Pero el líder chino, ese involucionista Xi Jinping que ha devuelto a China a prácticas políticas de la época de Mao, tampoco va a la zaga… es más, en autoritarismo, manipulación, y falta de libertades le separa de ambos occidentales una abismal distancia. Y eso por no hablar de todo lo que nos rodea en general en Occidente, en Oriente y por en medio de los Urales (por no hablar en concreto de algunos de nuestros políticos nacionales)… Me temo que nos tienen rodeados… Y que salgamos con las manos en alto y ondeando una bandera blanca hecha con una camiseta interior no les va a hacer cejar en su empeño: los estrategas de la propaganda internacional tienen toda la pinta de ser de los que disparan a discreción también hasta a los que se rinden indefensos. No habrá clemencia ni piedad.

Ejerciten su espíritu crítico y luchen contra este maremagnum de sesgos e injerencias hostiles con el mejor arma que tenemos: nosotros mismos y nuestras mentes, esas mismas que trata de secuestrar la propaganda nacional e internacional, precisamente para desactivar la amenaza que nuestro raciocinio supone para sus propios intereses. Nunca antes en la Historia moderna los demócratas y los defensores de las libertades tuvieron la obligación ser más activistas que ahora, pues otros se dejan literalmente la vida luchando por conseguir eso que nosotros todavía no hemos perdido aquí. Como dice uno de mis modelos personales más preciados (y queridos), “que luego no lloren como niños por perder lo que no supieron defender como hombres (y mujeres)”. Y lleva toda la razón: las lágrimas de emoción en defensa de unos valores en los que creemos valen su peso en oro (a pesar de que nuestros sistemas sean mejorables), pero las lágrimas para despertar compasión ante el agresor que te lo ha arrebatado todo sólo despertarán desprecio, especialmente a ojos del que se ve como vencedor con derecho a ejercer toda la crueldad que cada uno sea capaz de desplegar: no dudarán en usar esas lágrimas que imploran clemencia para sofocar hasta el último rescoldo de nuestras libertades.

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