
Martes de cierto respiro en la apertura del índice japonés Nikkei con una subida de un 5% respecto a la jornada anterior. ¿Significa esto que ya ha pasado lo peor de la ya conocida como `guerra arancelaria´ de Donald Trump? Es evidente que no. Queda mucho por leer y muchos resultados que analizar.
De hecho, por solo poner un ejemplo, el Ibex español ha perdido en solo tres días más de 88.000 millones de euros. Eso es más de lo solicitado a los fondos europeos.
No hay duda: el mundo ha cambiado. La pregunta es, ¿cómo y en qué medida? Empiezan ahora las negociaciones con el ejecutivo estadounidense aunque eso sí, quién quiera tenerlas. De momento, la UE ha mostrado su intención de frenar los aranceles recíprocos en la industria y el sector automotriz. Algo es algo. Otra cosa es que Trump quiera ahora.
Jaime Dimon, presidente ejecutivo de la poderosa JPMorgan Chase ha sido claro esta madrugada: “La economía se enfrenta a una turbulencia considerable (…) Es probable que veamos resultados inflacionarios... Aún está en duda si el conjunto de aranceles provocará una recesión, pero ralentizará el crecimiento".
The past two days have been nothing short of historically bad. They have been worse than 99.9% of other trading days since 1929. This was the 5th worst 2-day window for stocks since 1945.
— Ryan Cummings (@weakinstrument) April 4, 2025
It is arguably the singular major drawdown resulting from a policy choice by the President. https://t.co/XFc8pS5b5E pic.twitter.com/ErG9bIblZO
Y es que, las recientes decisiones arancelarias impulsadas por Donald Trump han desatado una tormenta financiera que ya muchos expertos califican de histórica. De hecho, la magnitud del impacto en los mercados recuerda a los episodios más oscuros de la historia bursátil, siendo comparado por algunos analistas con el crash de 1929.
Lo que comenzó como una estrategia de presión comercial, ha desembocado en una desestabilización global que afecta no solo a Estados Unidos, sino a las principales economías del planeta, pero ¿quién sufrirá más? Porque está claro que de seguir, ni Asia, ni América Latina, ni Europa serán las únicas damnificadas. También sufrirán las empresas estadounidenses, aquellas que Trump quiere proteger.
En Wall Street, los inversores viven días de máxima tensión. Las pérdidas acumuladas en los principales índices no solo han arrasado con los beneficios del año, sino que han generado un efecto dominó que amenaza con extenderse aún más. El ya famoso “gráfico de la muerte” que circula entre expertos refleja con claridad una caída en vertical que sigue sin encontrar suelo.
Ayer lunes, el día terminaba con un desplome de los mercados donde todo indica que el mundo se enfrenta a una crisis más de confianza que económica. A cierre del mercado, también el CAC40 (París) marcaba una caída del 4,78%, el DAX (Fráncfort) del 4,26%, el FTSE 100 (Londres) del 4,38% y el FTSE MIB (Milán) del 5,26%. ¿Qué ocurrirá hoy martes y a lo largo de la semana? Unos días de infarto para gobiernos, empresas e inversores.
La guerra arancelaria y su efecto inmediato en los mercados
El anuncio de nuevas tarifas generalizadas a productos importados, especialmente provenientes de China, México y la Unión Europea, ha provocado un colapso de confianza entre los inversores.
Lo que sí está claro es que si estas medidas continúan y no hay negociaciones -o bajada de las expectativas por parte de Trump- se van a incrementar los problemas en cuestión de días
Dicho de otra manera, si las negociaciones entre Trump y los países afectados no ofrecen pactos beneficiosos para ambas partes, los precios de insumos clave van a subir, alterado las cadenas de suministro globales y reduciendo los márgenes de beneficio de muchas empresas (también estadounidenses)
La reacción del mercado está siendo, como no podía ser otra manera, inmediata. Los grandes fondos de inversión han iniciado una retirada masiva de capital de sectores expuestos al comercio internacional. ¿Entre los más afectados? La tecnología, el consumo y la industria automotriz. A esto se suma una creciente percepción de inestabilidad política, lo que ha acelerado la venta de activos y el refugio en valores considerados seguros.
Un desplome sin freno
El famoso “gráfico de la muerte” difundido por analistas financieros refleja una tendencia muy preocupante: la caída de los principales índices bursátiles estadounidenses sigue una pendiente parecida a la que precedió el crash de 1929. El Dow Jones, el Nasdaq y el S&P 500 han perdido entre un 25 % y un 35 % de su valor en apenas unas semanas.
La velocidad de esta caída ha sorprendido incluso a los más veteranos del parqué. Según algunos analistas, la combinación de política arancelaria agresiva y falta de coordinación internacional ha sido el catalizador perfecto para un hundimiento de proporciones históricas. La incertidumbre sobre la continuidad de estas políticas, especialmente en un año electoral, ha añadido gasolina al fuego.
¿Podemos compararlo realmente con el crack del 29?
Si bien el contexto económico actual es muy distinto al de hace un siglo, las similitudes estructurales entre ambos episodios son inquietantes. En ambos casos, una confianza excesiva en los mercados dio paso a un colapso tras el desencadenante de una política económica disruptiva. Como hoy la de Trump.
Ahora, al igual que entonces, la falta de regulación efectiva, el apalancamiento y la especulación han amplificado el impacto de las decisiones políticas.
Lo que diferencia este crash del de 1929 es la velocidad de propagación. En un mundo hiperconectado, las decisiones tomadas en Washington se sienten casi en tiempo real en Tokio, Fráncfort o São Paulo. Las caídas sincronizadas de las bolsas globales reflejan una fragilidad del sistema financiero ante shocks inesperados y una preocupante dependencia de la estabilidad estadounidense.
El impacto real de todo esto para la economía real
Más allá de los gráficos y titulares, el crash tiene consecuencias palpables para millones de personas. Fondos de pensiones, ahorros familiares y pequeñas carteras de inversión pueden ver evaporarse su valor -o al menos el valor al que contaban antes del anuncio de los aranceles de Trump-. Para muchos trabajadores estadounidenses, esto puede traducirse en un retroceso directo en sus planes de jubilación o ahorro a medio plazo.
Además, la caída bursátil puede extender su sombra sobre la economía real. Las empresas podrían recortar gastos, paralizan inversiones y comenzar a hablar de despidos en el peor de los casos.
Los indicadores de confianza empresarial y del consumidor han entrado en terreno negativo, augurando una posible recesión si no se revierte rápidamente la situación. ¿Qué pasará en las próximas semanas? Todo ya depende de Donald Trump y su política proteccionista, arancelaria y ¿poco previsora?
¿Un crash reversible o el inicio de una nueva era?
A medida que crece la presión internacional y se intensifican los llamados al diálogo, algunos expertos mantienen la esperanza de que la Administración Trump rectifique o suavice su política arancelaria.
Sin embargo, las señales hasta el momento apuntan en la dirección contraria: el discurso oficial insiste en que las medidas son necesarias para proteger a la industria nacional. ¿Y quizás para recaudar más dinero para poder hacer frente a la bajada de impuestos histórica que había prometido Trump?
Mientras tanto, los mercados siguen navegando sin brújula. La volatilidad extrema y la falta de referencias claras dificultan cualquier intento de estabilización, al menos hasta ayer lunes.
El papel de los bancos centrales, que ya han intervenido en ocasiones anteriores, vuelve a estar sobre la mesa, aunque su margen de maniobra también es limitado por la inflación y el endeudamiento.
Un punto de inflexión para el sistema financiero global
Lo que está ocurriendo no es solo una corrección de mercado. El crash de las bolsas provocado por las medidas arancelarias de Trump podría marcar un antes y un después en la economía mundial.
Se está poniendo a prueba la capacidad del sistema financiero de absorber decisiones políticas extremas sin derrumbarse. Y, sobre todo, se está cuestionando el modelo de globalización que ha sostenido el crecimiento económico de las últimas décadas.
Si la historia se repite, como ya ocurrió en 1929, este episodio puede tener consecuencias que trasciendan lo económico. Todo depende de un hombre. Donald Trump tiene al mundo en vilo. También a los que hasta hace poco eran sus socios preferentes, Europa.
El presidente amenaza con aranceles más duros a la Unión Europea si no corrige de inmediato su déficit con EEUU y no compra más energía, vehículos y productos agrícolas estadounidenses.
Las negociaciones siguen su curso y deben seguir a buen ritmo sino las consecuencias podrían ser fatales para todos.