Lejos de la impecabilidad de McChesney, Alan Greenspan siempre funcionó al revés. Dio riendo suelta a la exuberancia irracional convencido de que su rol de prestamista de última instancia le permitiría apagar cualquier incendio que se desatara en el sistema financiero. Así hizo funcionar a la economía durante los años 90. Asi neutralizó la crisis mexicana de 1994 (salvando a los empresarios estadounidenses establecidos en México que se habían quedado sin liquidez). Así enfrentó la crisis asiática de 1997 y la quiebra de Long Term Capital Mangement de 1998. Darle a la imprenta era lo que único que sabía Greenspan, convencido de su rol de "prestamista de última instancia". Por eso lo llamaban "El Maestro"
Lo que El Maestro al parecer no sabía era que en su rol de "bombero" estaba apagando el incendio con gasolina. Desde Greenspan, los bancos centrales perdieron todo el control de la oferta monetaria dado que fueron incapaces de imponer la autoridad y quitar el alcohol de la fiesta cuando era necesario. Aplicar la política de McChesney era para Greenspan "atentar contra las libertades democráticas". Bajo este pretexto, Greenspan permitió la gran borrachera de los mercados y así llegamos a la situación actual del sistema financiero: un coma alcohólico agudo.
El populismo del dinero fácil
Greenspan, El Maestro será recordado en los próximos años por haber empujado a la economía mundial al mismo precipicio, por sus políticas laxas y superfluas. Nunca supo establecer el precio del dinero y determinar el nivel de anclaje para las tasas de interés que cortarían las riendas a los especuladores. Se dejó llevar por el analfabetismo de los políticos y la complacencia y el populismo del dinero fácil. Hizo adicto al sistema financiero al dinero fácil y éste aprendió que ante una crisis se contaba con la generosa imprenta de la Fed que funcionaba, por cierto, con cargo a los contribuyentes.
Greenspan hizo que se le perdiera el respeto al dinero, y que a su vez todo fuera transformado a dinero. La inflación estaba controlada más por los salarios y empleos precarios que por la existencia de un control monetario. En el sistema financiero bullían las burbujas y cada estallido era apagado con más dinero. Cuando el incendio es en pequeña escala no se desata una pandemia, pero en las escalas actuales se vive una conflagración. La huella de Greenspan ha resultado fatal.
Ahora que la crisis está fuera de control, y que el colapso se puede producir en cualquier momento (un mes o un año), comienza a surgir el pánico en la élite del sistema que ha descubierto que la economía se encuentra al borde del abismo. Cualquier movimiento de piezas puede desatar el caos: un impago de Grecia o su salida del euro; un movimiento al alza en la tasa de interés de la Fed; un recrudecimiento de la debilidad económica en China; un recrudecimiento de la debilidad económica de Estados Unidos; la salida del Reino Unido de la Unión Europea, una súbita alza en la prima de riesgo de los bonos de deuda soberana; el ataque especulativo contra los bonos de deuda de Alemania etc. El mercado está en modo pánico, y al borde del infarto. Esto lo dicen nada menos que los máximos representantes de la élite financiera: Warren Bufett, Bill Gross, Stephen King.
Como expresa la segunda ley de la termodinámica, los sistemas tienden al caos, al desorden, y el sistema capitalista no está exento de esta tendencia. Por eso que para mantener su precario equilibrio, debe ser cuidadosamente vigilado. Al dejarlo solo es capaz de liberar a todos los demonios que lleva dentro. Y pese a que esto fue advertido tras la Gran Depresión, Greenspan dejó al mercado a su libre arbitrio, soltando todas las amarras que le habían dado al sistema cierta estabilidad. Ahora no hay como echar pie atrás. Cualquier movimiento puede desatar el nuevo tsunami. Todo por no quitar a tiempo el alcohol de la fiesta.
En El Blog Salmón | Pánico en la élite financiera: la economía se hunde como el Titanic, pero sin botes salvavidas
¿Cumple la economía con la leyes de la termodinámica?
Imagen | Javier