La banca española goza actualmente de una etapa de cierta estabilidad y optimismo tras haberse mantenido firme ante el colapso sufrido por el Silicon Valley Bank en marzo de este año. Esta situación generó incertidumbre en las bolsas europeas, especialmente en el sector de la banca, que volvió a recordar la grave crisis financiera sufrida en 2008.
Ni el estallido de la guerra de Ucrania en febrero de 2022 ni la situación crítica de entidades bancarias estadounidenses ha hecho tambalear los cimientos de la banca española. No obstante, en la mente de todos se encuentra aquella crisis financiera global que comenzó a fraguarse en 2006 tras el colapso de la burbuja inmobiliaria en EEUU como consecuencia de las hipoteca ‘subprime’. Su icono fue la caída de Lehman Brothers en septiembre de aquel año.
Los bancos empezaron a especular con sus activos hipotecarios y los vendieron en forma de bonos, empleándolos como aval para los préstamos que se concedían entre entidades. Además, accedieron a los fondos de inversión de alto riesgo. En España estalló la burbuja inmobiliaria, que durante años sostuvo la economía nacional, lo que supuso que el país tuviese que solicitar unos 100.000 millones de euros para financiar los excesos. A esto se le suma que la economía había perdido competitividad.
A la crisis financiera de 2008 le siguió una de deuda soberana en 2012 que hizo que los inversores huyesen, convirtiéndose España en un país dependiente de la financiación exterior. Con el paro y el déficit público disparados, el gobierno de Mariano Rajoy se vio obligado a solicitar ayuda a Mario Draghi, presidente del BCE, que aseguró que haría todo lo necesario. Tras solicitar fondos a la UE para financiar el rescate de la banca, los ajustes y las políticas de austeridad fueron la tónica habitual.
El Banco de España se vio obligado a realizar actuaciones, en parte sufragadas por el Fono de reestructuración ordenada bancaria (FROB), como la inversión en cinco cajas de ahorros que previamente habían sido avaladas por un crédito de 100.000 millones de euros. Se trataba de Caja Castilla-La Mancha, Cajasur, Caja de Ahorros del Mediterráneo, Banco de Valencia y Caja Madrid, lo que provocó la fusión entre entidades. En 2011, el Banco de España nacionalizó otras tres cajas de ahorro por un valor de 4.751 millones de euros; Caixa Catalunya, Novacaixagalicia y Unnim.
En 2022, los cuatro grandes bancos españoles (CaixaBank, Santander, BBVA y Sabadell) aumentaron su dominio del mercado con un 75% de los depósitos de los clientes. Hace cuatro años, antes de que comenzasen las fusiones, Santander, CaixaBank, BBVA y Bankia acumulaban el 66%. A día de hoy, CaixaBank es el líder del sector con 400.604 millones de media el pasado año.
El presente de la banca española
El aumento de los precios energéticos y otras materias primas ha generado un aumento de la inflación mundial, lo que ha provocado la caída de las rentas de forma significativa. La reacción contundente de las políticas monetarias para contener las presiones inflacionistas ha llevado a un endurecimiento de las condiciones financieras en las principales economías del mundo.
La provisión de financiación al sector privado por parte de los bancos mostró una gran resiliencia durante gran parte de 2022, contrayéndose el crédito bancario en el tramo final del año. Esto derivó en el endurecimiento de las condiciones de financiación y en la desaceleración de la oferta y la demanda de crédito.
La contención de la carga financiera de las empresas ha venido facilitada por la transmisión incompleta de las subidas de los tipos de interés de la política monetaria al coste de los préstamos bancarios. Se estima que los tipos de interés asciendan 400pb, por encima de los registrados en el Euribor a 12 meses durante 2022 (350 pb).
El colapso de marzo de SVB
Este suceso, acaecido el pasado mes de marzo, afectó a los cimientos de los bancos españoles. Sabadell se dejó un 11,81% al cierre de la sesión, Santander un 7,35% y BBVA un 8,24%. No obstante, desde el gobierno de Sánchez siempre se ha mostrado un cierto optimismo debido al marco de supervisión reforzada y saneada en el que se encuentran los bancos.
No obstante, el marco regulatorio y de resolución fuerte que mantiene la UE le ha permitido a la banca europea, y en concreto española, mantenerse casi ilesa al desplome del SVB, pese a que les llegaron consecuencias indirectas en un contexto de volatilidad de los mercados financieros. Los balances de cuentas bien capitalizados y sólidos salvaron a la banca española, según aseguró en su momento la vicepresidenta Nadia Calviño.
Situación actual del sector
Según apunta el informe del Observatorio de Finanzas El Español – Invertia del Banco de España, el sector mantiene su evolución favorable. La calidad de la cartera crediticia es óptima, ya que el crédito dudo descendió en un 18,5% interanual durante el último año, permitiéndose una reducción de 75 pb en la ratio de préstamos dudosos hasta situarse en el 3,5% a finales de 2022.
El crédito en vigilancia especial se redujo un 12% durante 2022, con un descenso del 22% entre las empresas y del 7% para los hogares. Por consiguiente, el futuro pasa porque las entidades bancarias mantengan una actitud proactiva en la mediación del riesgo y en la política de provisiones y capital.
Durante el último trimestre de 2022 se apreció un endurecimiento de las condiciones de concesión de los préstamos y una moderación de la demanda, una tendencia continuada durante el primer trimestre de 2023.
El sector financiero debe seguir enfrentándose a la digitalización de las estructuras, el incremento de las ciberamenazas y la presencia de nuevos competidores de gran potencial como las bigtechs y las fintechs. En este contexto, resulta fundamental que los bancos incorporen los efectos financieros del cambio climático y la transparencia en su estrategia.