Se que a muchos les pillará jóvenes, pero vamos a hacer un ejercicio de memoria. Allá por los 80, el Gobierno Socialista de España se encontraba ante el reto de modernizar el país. Se acometió un ambicioso plan de obras públicas. Evidentemente se necesitaba financiación. En parte se logro con una mayor presión fiscal, nominal y real. Y si había que utilizar cabezas de turco, se utilizaban. Pero, siendo consciente de que el volumen de dinero negro era inmenso, hacienda quiso también parte de ese bocado. Y se inventaron activos como los Pagares del Tesoro y similares, los llamados Afros. ¿Qué eran?
Se trataba de deuda emitida por la Hacienda Pública. Su principal virtud es que eran opaca al fisco. Éste funcionaba bajo el principio de que no enterase la mano derecha de lo que hacía la izquierda. El propio Estado reconocía su incapacidad para atacar esas bolsas de fraude, y lo que hacía era sumarse a esa economía sumergida (ya que no puedo cobrarles impuestos, al menos me financian, y en algunos casos les cobrare retención en los intereses) Todo esto acabo como el rosario de la aurora, evidentemente, y al final el Estado acabo congelando durante 10 años una ingente suma de dinero de los que creían que la opacidad duraría para siempre.
En todo caso, este ejemplo deja claro que Hacienda (me da igual cuál de ellas) tiene dos varas de medir. Una para los contribuyentes ordinarios, a los que se puede machacar con inspecciones e interpretaciones delirantes. Y otra, para los poderosos, para aquellos a los que no se puede tocar y de los que no necesitamos su ayuda.
El pasado día 23 de abril, Negocio ya adelantaba como, dentro del paquete de medidas destinadas a reactivar la economía se había colado una de rondón una medida polémica. Se trataba de aquella que declaraba como exentos para los No Residentes los intereses de la Deuda Pública española. El agravio no consiste sólo en que los No Residentes no deban pagar por algo que un Residente si (el ahorro exterior se trata mejor que el nacional, curioso). Lo grave es que no se pone ningún tipo de salvaguarda para los inversores que operen desde paraísos fiscales, como se si se hace con otro tipo de inversiones.Así mismo, es sangrante la diferencia de trato que recibe un inversor no residente que opere desde un paraíso fiscal en función de si deja su dinero al Estado o a una empresa privada. la conclusión es evidente.
El Gobierno de la desaceleración se encuentra ante un panorama financiero complicado: implosión de ingresos y explosión del gasto. Y ante él mismo, no pregunta de donde viene el dinero.La misma hipocresía que anidaba en aquellos Gobiernos que, blandían la fiscalidad como un arma amenazadora, para luego convertirse en los banqueros del dinero negro, es la que encuentro en estos que, niegan la crisis financiera, pero son conscientes de que necesitan urgentemente fuertes inyecciones de capital extranjero.
Vía | Negocio (pag. 21)
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Foto| zzzack