¿Qué implican a medio-largo plazo los tipos negativos?

La realidad del mundo en el que vivimos es algo a lo que el ser humano se adapta rápidamente por norma general, y es una de las claves de nuestra supervivencia como especie. No hay más que ver, por ejemplo, lo rápido que asumimos la evolución tecnológica, y cómo la incorporamos a nuestras vidas. Miren un poco hacia atrás: ¿Qué habrían pensado ustedes mismos si en 1980 les hubiesen enseñado un Smartphone con el que pueden comprar y vender acciones al instante, o con el que poder ver a su hijo por la webcam de la guardería? Literalmente: habrían alucinado. Pero hoy es algo que hacen con la más absoluta normalidad en su día a día.

Con la economía pasa lo exactamente mismo, y los inversores y todos los agentes económicos nos hacemos a la situación rápidamente, sin darnos cuenta a veces de lo kafkianas que son algunas circunstancias, y sin ser conscientes de que, en economía, los sinsentidos se acaban pagando muy, pero que muy caros.

La burbuja inmobiliaria

Teniendo presente que a día de hoy aún estamos pagando las consecuencias del estallido de la crisis del ladrillo, aprovecharé para contarles que un servidor predicó contra viento y marea la existencia de una colosal burbuja inmobiliaria en España. Salvo honrosas excepciones, mayormente lo único que conseguí es que me calificasen de inculto económico porque no sabía que “los precios de los pisos nunca bajan”. Pero esta calamitosa frase en su momento era una verdad inmutable para muchos, que corrían detrás de los precios incluso con perlas verbales como que era "sólo para invertir”.

Es por ello por lo que, también en economía, debemos cultivar un sano espíritu crítico, y ser capaces de juzgar las situaciones con perspectiva, tratando de mirarlas desde afuera, y con visión de futuro. Es algo que creo que nos hace buena falta ahora mismo en temas económicos, pues vivimos en una sociedad que está acostumbrada a que la mantengan mentalmente anestesiada con cómo le ponen el gotero con lo que tiene que opinar, en vez de darle elementos de juicio.

La expansión cuantitativa

Las políticas de extrema expansión cuantitativa, unidas a las políticas de tipos cero o negativos del BCE y otros bancos centrales, pueden tener peligrosos efectos secundarios que pueden acabar inflando infinidad de burbujas en nuestra economía (en muchos casos lo han hecho ya). El mercado de bonos soberano es una de estas burbujas ya infladas, y sobre él hablaremos más adelante. Porque no duden que, en la Bolsa y en los mercados, la especulación y los castillos en el aire cotizan alto, pero inevitablemente siempre se acaba imponiendo la realidad: es sólo una cuestión de tiempo.

Los tipos cero o negativos pueden tener peligrosos efectos secundarios

Actualmente tenemos otros sinsentidos presentes en nuestra economía que, a base de titulares de telediario, ya nos parecen hasta normales. Pero no se equivoquen: ni son normales ni lo serán, por muchas veces que los oigan. Me estoy refiriendo por un lado al hecho de que el BCE compre masivamente deuda de los estados que, aunque en este caso sea el circuito económico algo más enrevesado, no deja de ser una clase indirecta de monetización de la deuda estatal.

Esta monetización supone una política económica que históricamente ha demostrado conllevar riesgos importantes, y de hecho ya se está viendo que su resultado se ha limitado a un efecto balsámico en los mercados, que además ha acabado perdiendo su efectividad con el paso del tiempo. De hecho, dicha política ha evitado que los estados hayan realizado las reformas reales que se necesitaban para eliminar el gasto superfluo, un tema que deberían haber abordado en paralelo a tratar de incentivar el gasto productivo, prendiendo así la chispa del motor de la economía. El resultado ha sido que los gobiernos de la unión, en vez de aprovechar el margen de tiempo que estas políticas les estaban dando (única razón que a mi juicio parece justificarlas), han aprovechado la bajada de la prima de riesgo de su deuda para seguir viviendo un poco más en su particular castillo en el aire.

Simplemente espero que el señor Draghi esté incluyendo este riesgo en su ecuación y contemple en el futuro la compra de deuda como una medida tan excepcional, que sólo oír su nombre debería ya darnos pavor por cómo estará la cosa para tener que hacer algo así. No hay que gastar más, sino gastar mejor. Hay que evitar tener un estado dedicando recursos nada desdeñables a cosas como ciertas fundaciones empresa-pública donde colocar a los allegados, y tener un estado que haga un gasto productivo que revierta sobre una economía que es la que realmente puede crear puestos de trabajo de forma sostenible para sacarnos del atolladero.

Lo único que podremos pensar es que este particular bálsamo nos libró en su momento de sobrepasar la cota del 7% de rentabilidad de nuestro bono nacional a 10 años, pero eso no justifica que se haya seguido insistiendo en una medida que debería haber tenido un carácter meramente excepcional, y que es ciertamente arriesgada: no debería haberse repetido una vez que la tempestad había amainado. Por el contrario, habría que haber aprovechado estos pocos años de margen para hacer los deberes bien hechos, en vez de volver a dormirse entre algodonados laureles.

Tipos cero o negativos

El otro sinsentido actual son los tipos cero o incluso negativos en algunos casos. Desde otra perspectiva, ya analizamos el tema en esta otra entrada. Pero en el artículo de hoy lo que nos interesa es que, aparte de tener un impacto limitado (porque si no hay velocidad del dinero suficiente, por mucho que bajen los tipos, no se creará inflación), los tipos cero o negativos suponen una situación perversa en el contexto actual de aparente calma (tensa, eso sí que hay que puntualizar).

Los tipos cero o negativos suponen una situación perversa en el contexto actual

Se puede entender que en momentos de pánico total, como los vividos a finales de la década pasada, la gente se pueda refugiar en el Bund alemán llevando su rentabilidad incluso a terreno negativo: “prefiero perder aquí un poco que arriesgarme a perderlo casi todo si mi banco quiebra o la bolsa se hunde”. Pero en las circunstancias actuales la existencia de estas rentabilidades negativas no es más que uno de esos peligrosos sinsentidos que se citaban al comienzo del artículo.

Burbuja de deuda

El resultado es que la connivencia de ambas políticas, QE y tipos cero o negativos, han provocado una colosal burbuja de deuda soberana que a ver ahora cómo desinflan sin que pinche con un sonoro reventón. Han pensado que iban a solucionar el problema simplemente con repartir billetes a los bancos, y puede que en breve a los ciudadanos según pueden leer aquí. Sólo debemos esperar que estén sopesando correctamente que no reparten ni oro ni platino, sino sólo papelitos impresos que tienen el valor que se les vaya a dar en base a tu credibilidad.

Y si están empezando a estar preocupados, esto no es más que una parte del problema. No sólo hay un burbuja de deuda de bonos soberanos, es una burbuja de deuda general. Según pueden leer en esta noticia, el nivel de endeudamiento general a nivel mundial superaba recientemente el 300% del PIB. Y eso que se trata de una media, con lo que hay casos concretos ya desorbitados. Hay una borrachera de deuda a nivel mundial originada por las políticas de tipos cero o negativos, y nos está exponiendo a que el riesgo de una avalancha de defaults en cadena sea no-despreciable.

¿Por qué lo hacen entonces?

Para esta pregunta sólo caben dos posibles respuestas, que además les enriqueceré poniéndoles en contexto. La respuesta a por qué los bancos centrales están optando tan agresivamente por unas políticas con riesgos muy altos sólo puede ser una de dos, o bien no saben ya qué hacer, o bien las cosas están mucho peor de lo que pensamos y la excepcionalidad de la situación requiere asumir el alto riesgo.

En la amalgama política actual coordinar políticas globales es misión casi imposible

Y ahora es cuando les pongo en contexto. Hoy en día los mercados son totalmente dependientes de los bancos centrales, y cada vez que surge un problema económico se vuelven hacia ellos. ¿Qué harían ustedes si, en medio de una crisis terrible, les sientan a todos los actores en una mesa y ante la pregunta de qué hacemos todos se vuelven hacia usted? En su empresa puede decir usted el clásico “no es mi tema”, pero para un Banco Central no es una respuesta aceptable. En su dinámica actual de dependencia, los mercados lo primero que iban a pensar es: si ellos no hacen algo, entonces, ¿Quién lo va a hacer? Deberían colaborar los gobiernos con políticas adecuadas, pero en esta amalgama política es más que difícil navegar con políticas globales. Así que BCE y cía se ven obligados a hacer algo, y lo hacen con las únicas armas que tienen en su mano (con lo que no trato de justificarles).

Me despido diciéndoles que, por favor, no se dejen llevar por la masa: a veces la masa corre hacia el precipicio y, obviamente, no hay que seguirla. Así que si van a contratar ustedes una hipoteca o pedir un crédito, tengan en cuenta que esta situación de tipos cero o negativos es excepcional, y hagan sus cuentas para poder pagar las letras en circunstancias normales, sobre todo en el largo plazo. No les voy a decir que hagan los cálculos contemplando un escenario de hiperinflación, pero sí que les digo que es un escenario que tiene una probabilidad de suceso distinta de cero. Y por supuesto que ni se les pasen por la mente teorías del estilo a “Pero si los tipos de interés no van a subir”, porque los pisos, efectivamente, acabaron bajando. El futuro es impredecible, sobre todo cuando usted ya se ha acostumbrado al presente.

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