En total, las prestaciones por desempleo supusieron el pasado año un gasto acumulado de 31.678 millones de euros, lo que representa casi 3.200 millones más de lo que había previsto el Gobierno. Ignoro la ingenuidad que les hizo pensar que la partida de desempleo caería un 5 % durante 2012, pues lo cierto es que esta se ha incrementado ni más ni menos que un 5,6 % a lo largo del año. Como expliqué el otro día, 2012 ha sido el peor año en términos de empleo que se recuerda. Vista la tendencia ascendente del paro en 2011 y ante la precaria realidad económica que teníamos por delante a comienzos de 2012, ¿a qué venía eso de imaginar una España de golosinas y osos de peluches en la que el gasto por desempleo disminuiría?
Los grandes estrategas Montoro y Báñez no debieron afilar correctamente la calculadora echando números, máxime cuando la reforma laboral que habían aprobado abría de par en par las puertas al despido. Durante 2012 no sólo se han destruido empleos precarios o temporales, sino que también muchos empleados con contratos de larga duración han pasado a engrosar la lista de desempleados a un precio no excesivamente alto para sus empresas.
Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. Nuestro país no necesita políticos utópicos que vivan en universos paralelos o vean brotes verdes donde no los hay, sino ingenieros capaces de engranar una a una las piezas del sistema como si de un reloj suizo se tratase. Cuando queramos darnos cuenta del daño que nos están haciendo ya será demasiado tarde.
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