¿Cómo es posible? Podríamos hablar de tres factores diferentes que confluyen en esta situación. Por un lado, un sistema económico que ha alcanzado cotas impensables en la automatización de tareas. Todo lo que es posible que haga una máquina, lo hace. Sólo queda intentar que, lo que no puede hacer una máquina, lo hagan las personas pero con las mismas condiciones: con un coste cada vez menor, con una eficiencia "de máquina", que sigan el procedimiento sin cuestionárselo. Por otro lado, el sistema educativo nos enseña, desde niños y durante toda la vida de estudiante, a destruir nuestro espíritu crítico. Y es que resulta más sencillo educar para ser borrego que educar para cuestionar lo establecido. De hecho, también es más fácil gestionar borregos que gestionar otros perfiles: instrucciones claras, palo y zanahoria y poco más.
Finalmente, las propias personas que pasamos a engrosar la rueda económica y que, muchas veces sin darnos cuenta, actuamos como borregos: consumismo, conformismo, rutinas... también es más cómodo seguir la corriente que nadar contra ella.
Cambiar el rumbo no es sencillo. Exige detenerse a reflexionar, identificar el problema y tomar la decisión consciente de luchar contra ese montón de estímulos que nos guían para seguir haciendo lo que siempre hemos hecho. Y también hace falta que desde las escuelas, y desde las empresas, se empiece a incentivar este otro comportamiento. Como dice Seth Godin, el éxito de las empresas en los tiempos recientes está basado en esto.