Desde hace algunos años que existen en el mercado varias formas más de inversión en el cripto-mercado más allá de la compra directa de cripto-monedas en cualquiera de los exchanges propios de este ecosistema técnico-financiero.
Desde ETFs, hasta derivados, pasando por acciones de los propios exchanges que ya hicieron su OPV, las opciones hoy en día son múltiples, y han ido surgiendo al calor de una demanda y una popularidad que poco a poco va ganando adeptos, si bien la prometida adopción masiva y el poder pagar con Bitcoins (o los que cripto-fuere) en cualquier comercio se sigue manteniendo muy alejada.
Pero ahora el mercado ha visto nacer un nuevo tipo de vía inversora en Bitcoin, y esta vez sí que no sólo es apta, sino que va dirigida específicamente a los inversores más modestos: esos pequeños inversores, tan irrelevantes individualmente, pero tan poderosos en conjunto. Así han llegado al mercado los micro-futuros, o futuros “mini” en nomenclatura nacional, para hacer accesible este tipo de derivado a los inversores con menos capacidad de inversión. Eso sí, también tienen sus (grandes) riesgos.
Bitcoin: esa montaña rusa engalanada con burbujas, y en la cual hay una negra mano que mece la cuna
Hace ya unos años que se demostró cierta la tesis que analistas como el que suscribe tanto expusieron, advirtiendo reiteradamente por activa y por pasiva de que el cripto-mercado estaba inmerso en una colosal burbuja. Nunca afirmamos desde aquí que Bitcoin no pudiese seguir subiendo. De hecho, siempre expusimos ante esos agresivos “burbujeros” (siempre existen en este tipo de procesos) que ésa era la propia definición de una burbuja: subir como la espuma hasta que dejase de hacerlo, y pasase a despeñarse por el precipicio.
Y así ocurrió, con derrumbes que en muchos casos llegaron a ser de un 90% del pico precedente (y en bastantes casos mucho más), con una burbuja de libro que superó con creces a la propia burbuja inmobiliaria española o la histórica de los tulipanes holandesa, y con una digestión que llevó varios años antes de que la cripto-economía despegase de nuevo con revalorizaciones importantes, cosa que sólo ha empezado a ocurrir hace tan sólo unos pocos meses. Para los más codiciosos, permítanme recordarles una vez más que, en este tipo de febriles procesos, sólo ganan unos (muy) pocos, que o bien cuentan con mecanismos de manipulación masiva como esa mano fuerte que controla el cripto-mercado y lo mueve a voluntad, o bien les tocó la lotería de haber salido por (casi o sin casi) azar en el punto álgido de la burbuja.
Para toda la inmensa mayoría del resto de los inversores el futuro pasa simplemente por realizar pérdidas si necesitan el dinero (craso error invertir en activos volátiles un dinero que se necesita), o bien aguantar las posiciones a ver si en un futuro el activo levanta de nuevo el vuelo y recuperan todo o parte de lo perdido. Por fortuna para ellos (y para alguno más ;) ), así ha acabado siendo en el caso de Bitcoin y parte de su cripto-comparsa cotizada. Y de ahí el mercado siguió para arriba hasta los 60.000$/BTC como un auténtico cohete sideral, y ahora está digiriendo la voluptuosa subida precedente. Y vaya por delante que, sin quitarle su mérito piornero, aquí no somos tanto de Bitcoin como de otras interesantísimas alternativas del cripto-mercado que ofrecen mucho más tanto funcionalmente como por su ecosistema técnico-económico.
Y los futuros sobre Bitcoin llegaron hace ya unos años a los mercados de derivados, donde se les esperaba con avidez
Hace un par de años muchos cripto-desaforados auguraron efusivamente que con los derivados de Bitcoin, que por entonces estaban a punto de empezar a cotizar, llegaría un nuevo y definitivo tramo en la escalada de Bitcoin, que cuan cohete le llevaría a superar con creces los 50.000$/BTC. Aquello no llegó a ocurrir realmente, y el Bitcoin antes del pinchazo no pasó del entorno de los 20.000$. Si bien es cierto que, tras la digestión “burbujil” que le llevó varios años, el afamado Bitcoin ha llegado a superar esa icónica barrera ampliamente, y a pesar de la reciente corrección hasta el entorno de los 30.000, la cripto-moneda por excelencia llegó a cotizar sobre los 60.000$/BTC. Pero bueno, respecto al tema que nos ocupa hoy, esto ni ha sido en el momento en el que los futuros sobre Bitcoin han pasado a cotizar en los mercados, ni tampoco ha sido a raíz de la existencia de un derivado. Es que hubo un tiempo en el que cualquier noticia alrededor de Bitcoin era interpretada especulativa y efusivamente como un nuevo motivo para “forrarse” sin límite y sin dar “un palo al agua” más allá de mantener unas cripto-monedas en cartera. La cotización de los futuros sobre Bitcoin no fue ni mucho menos una excepción.
Vamos, que aquello era la burbuja de libro que tantas veces les describimos. Como además podrán comprobar, esta retórica de la cripto-burbuja de Bitcoin ha desaparecido ya totalmente de nuestros análisis más recientes, y no porque no pueda estar ocurriendo de nuevo, sino simplemente porque un servidor no ve los indicios suficientes como para poder afirmar sin ambages que hay otra burbuja en Bitcoin. La cosa no va de existencias, sino de indicios y de evidencias que ahora mismo no acaban de ser incontestables. Pero aquella burbuja de Bitcoin no debemos de olvidar que fue una demostración en clave moderna de cómo el capitalismo más popular puede que tenga sus grandísimos peligros para la estabilidad del conjunto del sistema, algo que en el presente toma especial relevancia ya con la llegada de las redes sociales, y con la nueva capacidad de manipulación masiva que tienen ahora también los inversores minoristas, según ya vimos en Gamestop o con la cripto Dogecoin. Efectivamente, al calor de las últimas manipulaciones 2.0, puede que incluso la iniciática burbuja cripto de Bitcoin entrase incluso mucho más en el patrón de una burbuja de las clásicas. El mundo cambia a velocidad vertiginosa, y el cripto-mercado es su pista de aceleración más concurrida.
Y tras los futuros para “mayores”, llegan ahora los futuros “mini” para minoristas
Pero la noticia de hoy ya no es aquellos futuros que ya cotizan desde hace algunos años en el mercado de derivados de Chicago, el CBOT o Chicago Board of Trade. Eso ya es agua pasada, si bien merecía ser analizada en la probeta del análisis de hoy antes de introducir el nuevo ingrediente de análisis químico-cualitativo. El hecho es que esos futuros cotizados sobre Bitcoin suponían un nivel de apalancamiento bastante elevado para el capital habitual de un inversor medio o minorista. Eran los futuros para “mayores”, de esos que sólo tienen cabida y cuyo nivel de exposición sólo tiene sentido para cubrir (o especular con) grandes carteras inversoras. Efectivamente, aquellos futuros de grandes capitales no estaban al alcance de un ciudadano de Main Street, sino que iban dirigidos directamente a Wall Street.
Pero eso es precisamente lo que ha cambiado ahora. Y es que, tras varios años cotizando con más pena que gloria al principio, y con nuevos bríos más recientemente, la novedad ahora es que también han sido liberados a cotización los denominados en el mercado anglosajón como “micro-futures” sobre Bitcoin, o lo que en BME se da a conocer como futuros “mini”. Estos futuros existen sobre el Ibex ya desde hace décadas, y permiten operar con contratos derivados en proporción 1/10 sobre el futuro “mayor” y su correspondiente nivel de apalancamiento sobre el subyacente, en este caso Bitcoin. Esa fracción en la exposición hace que ahora este producto derivado sea apto para cubrir carteras minoristas, puesto que no olviden que el objetivo más innato de un derivado es permitir cubrir la exposición del correspondiente subyacente (ya les decía que es algo bueno en esencia). Así, pueden tener por ejemplo ustedes en cartera 0.5 Bitcoins valorado en 15.000$, y no quiere venderlo por ejemplo para no realizar beneficios con el consiguiente impacto fiscal en la próxima declaración de la renta, y entonces opta usted por cubrir su cartera vendiendo unos pocos futuros mini sobre Bitcoin.
Básicamente, la negociación de un futuro es el cruce de una de esas operaciones de compra-venta de derivados sobre un subyacente a un precio spot a partir del cual a fecha de vencimiento se liquidará la diferencia entre ese precio negociado en el contrato y la cotización real en ese momento del subyacente, en este caso Bitcoin. Pero no hay necesidad de esperar a vencimiento para ganar (o perder) con nuestro futuro mini, esos derivados cotizan de forma permanente en el mercado, y en cualquier momento usted puede cruzar la posición contraria a la que ejecutó para entrar, venta si usted entró comprando (alcista) o compra si usted entró vendido (bajista), cerrando así sus posiciones y quedando ya sin contratos abiertos y sin exposición, y recuperando así en liquidez la cuantía de sus garantías aportadas para cubrir el posible descubierto en caso de que su contrato de futuros se le diese mal. Igualmente, puede que llegue la fecha de vencimiento, y que usted siga teniendo expectativas de que, aunque por el momento no haya ocurrido, que en unos días más su contrato le dé la razón con la tendencia del subyacente Bitcoin y así tenga usted plusvalías, para lo cual, dado que el vencimiento es superado, para mantener sus posiciones abiertas tenga usted que “rolar” su posición al siguiente vencimiento. Ello supone simplemente automatizar, asumiendo lógicamente la correspondiente horquilla de diferencia de precios entre un vencimiento y el siguiente, la compra-venta del derivado que vence, y la venta-compra del nuevo con un vencimiento posterior extendido.
Recuerden que un futuro no es como una opción, en la que hay un emisor que vende a cambio de una prima una opción put (posición bajista) o call (alcista). Por el contrario, como inversor, en el mercado de futuros su exposición no está limitada a una prima que paga usted al emisor por abrir una posición alcista o bajista, sino que usted puede indistintamente o bien vender un futuro (posición bajista) o bien comprarlo (posición alcista), y usted tendrá que poner dinero pagado a su contraparte mientras la tendencia se empeñe en llevarle la contraria. A no ser que se coma usted su liquidez y parte de su garantía, y entonces el mercado le cierre automáticamente sus posiciones para evitar el riesgo de impago. Eso es un extremo de ejecución de garantías que normalmente es automático y posible en condiciones normales de mercado, pero que se vuelve peligrosamente incierto cuando no hay liquidez, corriendo el riesgo de hacer saltar por los aires el sistema de cotizaciones de derivados. Y es en este “pague sin límite mientras usted pierde porque el mercado le lleva la contraria” donde está el gran gran gran riesgo de los derivados, especialmente cuando se usan puramente como herramienta de especulación y ni siquiera hay unos Bitcoins de subyacente que sirva de activo con el que sufragar las pérdidas: si es por especulación pura y dura, habrá que disponer de la liquidez necesaria para afrontar el revés del mercado.
Si no hay forma de cerrar las posiciones que se quedan sin garantías, no hay forma de garantizar el cumplimiento de un contrato en el cual usted está obligado a pagar todo lo que el Bitcoin baje o suba contra su posición, y a lo que puede que no sea capaz de hacer frente una vez que ya no tiene garantías suficientes depositadas. No crean que es una situación imposible, a pesar de ser todo un Armagedón en los mercados derivados, es algo que por ejemplo ya vimos durante la crisis de deuda soberana periférica en Europa en los días previos al famoso “whatever it takes” de Draghi. Aquello no fue realmente una advertencia, sino más bien una desesperada huida hacia adelante cuan grito de guerra para atemorizar al enemigo, a pesar de saberse sin la suficiente fuerza para poder contrarrestar a unos inversores que habían dejado el mercado totalmente seco.
Los derivados, esa herramienta inversora tan satanizada y pervertida, pero tan útil si es bien utilizada
Pero ahora que los micro-futuros están entre nosotros y al alcance del común de nuestros lectores, procede seguir realizando algunas advertencias respecto a lo que es la operativa de derivados, y acerca de sus riesgos más peligrosos. Aparte de la posibilidad de no encontrar contra-partida porque los mercados estén secos, aparte de la ejecución de garantías, aparte del nivel de apalancamiento, otro de los grandes peligros que tiene el mercado de derivados es lo que algunos operadores y en algunas mesas de negociación se conoce como “re-apalancamiento continuo”.
Vaya por delante que un servidor sólo les explica esta operativa de mercado precisamente para que vean en primera persona sus grandísimos riesgos, y para que aprendan y ni se les ocurra caer presa de su propia ambición ejecutando este tipo de especulación salvaje que tan nefastas consecuencias puede llegar a tener para un patrimonio familiar. Cuando uno entra en el mercado, el optimismo y/o la prepotencia de algunas naturalezas les hace creer que sólo van a ganar, pero a menudo una inversión es un camino de espinas, incluso cuando el resultado final es una ansiada plusvalía. Así, en bolsa y más aún en derivados, uno debe estar preparado para poder hacer frente al peor escenario, y nunca jugar a las apuestas con un dinero de prestado, un dinero que no tiene, o un dinero que necesita. Vulnerar cualquiera de estas tres máximas es como ir al casino y jugárselo todo al rojo, máxime cuando a veces la ruleta de los mercados está totalmente trucada en el corto plazo.
Pero esa operativa de “re-apalancamiento continuo” se basa en que uno abre unas posiciones, que pongamos que sean “cortas” o bajistas y hayamos vendido unos contratos de futuros mini, y el mercado nos da la razón y empieza a bajar de forma importante. En ese momento, la simplicidad de un contrato de futuros hace que mientras que el mercado baje nuestra contra-parte esté obligada a irnos abonando toda la diferencia en el precio cotizado del futuro. Es decir, conforme la cotización del derivado baja en nuestra cuenta van acumulándose los euros producto de haber acertado con nuestra posición bajista. Y ahí es donde la codicia de algunos hace que, al ver una liquidez en cuenta que puede llegar a ser muy importante, les haga pensar que pueden redoblar su apuesta bajista, o incluso girar y cerrar el put para pasar de repente al signo contrario abriendo ahora posiciones alcistas, pero haciéndolo sobre un número mayor de contratos, puesto que con la liquidez ganada producto del acierto anterior uno puede permitirse pagar las garantías de más contratos de futuros, abrir más posiciones y… asumir un riesgo y tener una exposición mucho mayor.
Esto obviamente funciona muy bien mientras a uno el mercado le va dando la razón, pero como nuestro riesgo ha ido aumentando tanto como nuestra inconsciencia, en el momento que el mercado nos da un revés (y esto siempre ocurre), la torta es producto de un “re-apalancamiento continuo” que ha hecho que esa torta sea todo un tortazo soberano por el cual nos ejecuten las garantías, perdamos una buena parte de las mismas, y nos echen del mercado hasta que restablezcamos el nivel de esas garantías. Ni que decir tiene que en ese caso perderemos una parte muy importante de nuestra inversión inicial que al fin y al cabo son las garantías inmovilizadas por BME mientras el contrato está abierto, pero a un multiplicador que se corresponde con el nivel de apalancamiento que teníamos tras la nefasta dinámica especulativa del “re-apalancamiento continuo”: es decir, que recuperar el capital inicial se hace doblemente difícil con unas garantías a las cuales el revés les ha dado un buen mordisco, y que ahora nos permiten abrir muchos menos contratos, con lo que debemos acertar durante mucho más tiempo con la tendencia del mercado. Vamos, un callejón sin salida que normalmente sólo lleva a más pérdidas, y a perder casi todas las garantías.
Pero por muy alarmado que puede estar usted si es un inversor no especulativo, por muy escarmentado en carnes ajenas que este análisis le haya podido dejar (como era su objetivo), por muy concienciado que esté de que el mercado hay que cuidarlo entre todos… tampoco caiga en satanizar per sé a los contratos derivados como el origen de todos los males. El origen de todos los males no son los mercados de derivados, sino ciertos tipos de individuos auto-denominados inversores que pululan por aquí y por allá en todo mercado. También los vemos rascar dinero en los mercados de acciones o de materias primas a costa del bolsillo de los demás y con estrategias que no pasan de argucia, pero que a veces lamentablemente les dan sus resultados (y sus euros). Por desgracia eso ha ocurrido de toda la vida desde que la humanidad ha tenido activos como repositorio de valor, y seguirá ocurriendo de una manera u otra, igual que mientras haya una piedra en este planeta puede llegar cualquier otro humano y utilizarla para tirársela a usted a la cabeza. Pero tal vez haya cometido usted el error de atribuir toda especulación a la naturaleza de un derivado, doblemente perversa si encima es un especulativo Bitcoin el subyacente. Para tratar de hacerle ver a usted el lado bondadoso de los derivados (que también lo tienen) le pondré un ejemplo muy simple, en este caso con opciones en vez de con futuro.
Imagínese que es usted un agricultor que cultiva limones, y que prevé una mala cosecha porque le da a usted que no va a llover lo suficiente. Las previsiones no están alineadas con su visión, y por ello en los mercados mayoristas ahora mismo el kilo de limones se vende a 0,80€/Kg. Si usted pudiese, vendería sin pensarlo toda su cosecha de limones ahora mismo, pero no puede porque siguen en el árbol y ni siquiera están maduros. Así que lo que usted puede hacer es comprar una opción put que, por el pago de una prima, le va a permitir a fecha de vencimiento vender su cosecha de limones a un precio de spot que será muy cercano a esos actuales 0,80€ del subyacente (los limones) en el mercado. ¿Ve usted la gran utilidad con la que están concebidos los derivados en beneficio de la economía real? Pues eso, ahora como le decía, a pesar de esa cierta naturaleza beneficiosa, también puede llegar en cualquier momento otro humano y tirarle un contrato de futuros a la cabeza.
Pero sin su apellido más “popular” la esencia y las promesas del capitalismo realmente pierden su sentido más nativo, con lo que a pesar de la especulación, a pesar del riesgo, a pesar de la manipulación, a pesar de todo ello, sigue habiendo una parte importante del mercado que en la práctica supone una inversión buena y beneficiosa para el conjunto de la Socioeconomía. Es ésa la parte de la inversión que contribuye a una correcta formación de precios, que engrasa los mercados, que proporciona una vía de financiación a las empresas y que… también brinda la posibilidad a los ciudadanos de ser propietarios de una pequeña parte de una importante empresa cotizada, como pequeños accionistas que pueden ser por un puñado de dólares o euros. No cometamos el error de olvidar que los mecanismos de los mercados pueden llegar a ser pervertidos (también ahora por los minoristas), pero que esos mecanismos están ahí para algo, y sobre todo que tienen su beneficiosa función económico-empresarial. Todo en este mundo económico, al igual que en el tecnológico por cierto, son herramientas que no son ni buenas ni malas per sé, sino que dependen de cómo luego ciertas naturalezas humanas hagan uso de ellas. Sí, incluso los derivados, e incluso también los derivados cuyo subyacente sea Bitcoin, que ahora con los contratos mini están a su alcance como inversor minorista. Y si los negocia usted, simplemente permítame parafrasear aquella famosa frase que en la serie “Canción triste de Hill Street” el comisario les decía a sus chicos cada mañana tras el “briefing” antes de que saliesen a la calle a patrullar: “Ah, y tengan cuidado ahí fuera”.
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