¿Se ha parado a leer alguna vez la letra pequeña de la información nutricional de las latas de refresco? ¿Ha visto que una sola lata de refresco azucarado puede contener en torno a 35 gramos de azúcar, o lo que es lo mismo, el 39% de la cantidad recomendada para todo un día por la Organización Mundial de la Salud (OMS)?
En Reino unido, han tomado como ciertos los informes que aseguran que consumimos azúcar en exceso, lo cual parece ser causa de un deterioro de la salud de los ciudadanos, y han decidido pasar a la acción: en el plazo de dos años entrará en vigor un impuesto sobre las bebidas azucaradas. En este artículo pasaremos de puntillas sobre la cuestión de si estas bebidas son perjudiciales para la salud o no, y nos centraremos principalmente en el análisis económico del asunto y la efectividad de este tipo de medidas: lo habitual en el enfoque de las crónicas salmón que les traemos cada día.
El caso de México
En México tenemos un valioso caso práctico que nos servirá para dilucidar si este tipo de medidas son efectivas para conseguir su objetivo, además de para ver el impacto en la industria. Sólo por ponerles en antecedentes, les diré que en México la incidencia del sobrepeso y la obesidad está en torno a un 33% entre los jóvenes entre 2 y 18 años, y en torno a un 70% en el caso de los adultos. Al mismo tiempo, la incidencia de la diabetes en este país es la más alta entre los países de la OCDE, y la diabetes y la enfermedad cardiaca isquémica son las dos principales causas de mortalidad en México. Estos datos sobre México, y los que siguen, se recogen en el estudio observacional publicado en la revista BMJ sobre este tema, y cuyo artículo original pueden leer aquí
El caso de México resulta además revelador porque, antes de la entrada en vigor del impuesto sobre las bebidas azucaradas en Enero de 2014, se venía produciendo un incremento paralelo entre la tasa de obesidad y diabetes de los mexicanos y su consumo de bebidas azucaradas. La tasa impositiva que pusieron en práctica los gobernantes del país azteca fue aproximadamente de un 10% sobre los precios de 2013. El impuesto se recauda directamente de los productores, pero otros estudios de investigación indican que éstos repercutieron el impacto del impuesto directamente sobre los consumidores en los puntos de venta.
Las conclusiones que arroja el citado estudio son que las compras de las bebidas sobre las que recayó el impuesto bajaron un 12% a fecha de Diciembre de 2014, cuando recuerden que el impuesto entró en vigor tan sólo en Enero de ese mismo año. Dicho descenso tuvo lugar en los tres grupos socioeconómicos que se tuvieron en cuenta, pero fue más relevante en los hogares con menor capacidad adquisitiva, en los cuales el descenso llegó al 17% al final de 2014. Estos descensos se calculaban sobre las cifras de antes de que el impuesto entrase en vigor. Las compras de bebidas sin incremento impositivo subieron un 4% en el mismo periodo, principalmente como consecuencia del incremento de consumo del agua embotellada.
La efectividad de la medida impositiva
A la vista de estas cifras, parece ser que, si el objetivo es reducir el consumo de estas bebidas, la medida funciona. Además, la media funciona mejor en las clases de capacidad económica más reducida, que son precisamente las que luego menos posibilidades económicas tienen para procurarse asistencia sanitaria en caso de que no sea adecuada la cobertura del sistema público de salud, o bien en el caso de países en que no lo haya. Además de México, otros países también han implantado en cierta medida este impuesto, como Francia o los países escandinavos, además de Bélgica y Hungría. Ahora le toca el turno al Reino Unido.
Y no se equivoquen, ha tenido que ocurrir un caso extremo como el de México para que allí se tomen medidas y que sirva de prueba de campo para el resto de países. Pero, para los estadistas y economistas de los servicios de salud de todos los países a nivel mundial, hay dos parámetros primordiales en estos temas: la incidencia y el coste. Parece ser que algunos consideran que la incidencia de ciertas enfermedades es muy alta y está directamente relacionada con el consumo de bebidas azucaradas, y que eso supone un asunto de salud pública. Y, como no, otros echan cuentas de lo que esa incidencia supone en coste para las arcas de la seguridad social, y buscan cómo cortar la sangría. Con ambas estadísticas en la mano, ya tienen ustedes el impuesto prácticamente creado en muchos países.
Realmente, de ser ciertos los informes que asocian las graves afecciones de salud con el consumo de estas bebidas, en lo que se refiere a la salud pública y al coste para las arcas de la seguridad social, las diferencias con el tabaquismo son más tenues. Para el sistema sanitario de Reino Unido este exceso de consumo de azúcar tiene un coste estimado en 6.800 millones de euros anuales. Por otro lado, el nuevo impuesto recaudará 636 millones de euros cada año, que se destinarán a los centros escolares.
En el caso del tabaquismo, la vía impositiva ha dado resultados significativos en forzar un retroceso del consumo de tabaco entre la población. Simplemente les diré un dato por que se hagan una idea del alcance de la efectividad de la medida. Al pasar el precio medio de la cajetilla de tabaco (medido en euros constantes de 2011, es decir, descontando los efectos de la inflación) de prácticamente 2,5€ en 2006 a casi 4,5€ en 2014, el consumo de cajetillas per cápita mayor de 15 años en España prácticamente se ha dividido por la mitad en el mismo periodo.
El futuro del sector
Pero la industria de las bebidas azucaradas no debe temer tanto por su futuro como las tabaqueras en su momento. Beber no dejaremos de beber refrescos, solo que lo haremos de forma más sana, mientras que no hay precisamente muchas alternativas sanas para seguir fumando. Resulta obvio que el sector tiene futuro tras una transformación que obviamente implica un cambio de ingredientes y fórmulas. Con el tabaco no ocurría lo mismo. Pero tampoco hay que menospreciar la importancia de esta transformación: a nivel mundial, en 2013 sólo el 14% de los refrescos consumidos eran light. El vuelco es obligado en nuevos ingredientes sustitutivos del azúcar, nuevas fórmulas para atraer hacia el subsector hipo-calórico a los clientes más tradicionales de la industria, nuevos procesos productivos para adaptarse a esas nuevas fórmulas, esfuerzos de marketing para introducir con éxito los nuevos productos, etc.
Y toda esta revolución llega a pesar de que la OMS hizo una gran concesión. En el borrador inicial, la organización pretendía fijar el límite de consumo diario de azúcar en tan sólo 25 gramos al día. Eso habría hecho tambalearse los cimientos del sector de los refrescos, que en 2013 facturó 531.000 millones de dólares en todo el mundo. Al final la OMS cedió y estableció su recomendación para la Cantidad Diaria Recomendada en 50 gramos de azúcar.
Pero la pregunta del millón es, si parece que el exceso de azúcar es el responsable de tantos males, y las bebidas azucaradas son tan sólo un producto más de todos los productos generosos en azúcar que hay en el mercado y en la cadena alimenticia, ¿Es justo cargar únicamente contra las bebidas? ¿Va a acabar este asunto en una batalla abierta contra todo tipo de contenido en azúcar para uso alimentario? Los refrescos son la fuente individual más importante del exceso de azúcar de los menores, pero no son ni mucho menos la única, ni siquiera la más importante, en otras franjas de edad.
Y si finalmente sustituyen el azúcar por un edulcorante, bien sea natural o artificial, ¿Hay estudios sobre los efectos en la salud a largo plazo de esos nuevos productos? El quid de la cuestión es que el sabor dulce vende, porque la percepción gustativa de la mayoria de los consumidores hace que los productos dulces les parezcan que están más ricos. Eso por no hablar de los estudios que afirman que el cerebro desarrolla incluso cierto tipo de dependencia del azúcar. Mientras que en casa puede importar más cocinar sano, comercialmente se busca en la mayoría de los casos agradar al paladar para que el cliente repita. Como muestra de todo ello les diré que, hace ya algunos años, el consumo directo de azúcar en España alcanzaba el 24% del total, mientras que el consumo industrial era del 76%.
Parece claro que el dulzor va a seguir con nosotros, la única duda es qué lo aportará en el futuro y qué nuevas contraindicaciones puede traer. Aquí, como siempre, lo mejor es comer un poco de todo, y no abusar de nada, sobre todo con la vista puesta en los productos que consumimos a diario: son los boletos que más a menudo compramos para esa ineludible lotería del deceso que, cuanto más tarde nos toque, mejor. Por lo pronto, váyase preparando para acostumbrarse a versiones de sus refrescos favoritos con fórmulas ligeramente diferentes, porque las medidas contra la bebidas azucaradas poco a poco se van extendiendo, a lo cual contribuye que la medida impositiva parece ser muy efectiva.
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