El deporte de villanos practicado por caballeros, como se le conoce al rugby, ha sido el último bastión del deporte en profesionalizarse. El carácter amateur del deporte quedó incorporado a sus reglas en 1879. La popularidad que alcanzó el deporte en aquello época hizo que aparecieran las primeras compensaciones o pagos a los jugadores que fue perseguido por la federación deportiva que se denominaba Rugby Union.
Una serie de clubs decidieron no acatar las reglas amateur y fundaron en 1886 una nueva federación que después se pasaría a denominar Rugby League. Posteriormente decidieron introducir cambios en el reglamento para hacer los partidos más atractivos al público. Por ejemplo los equipos pasaron de los quince jugadores de la competición del Rugby Union a trece con lo que pasó a ser conocido como Rugby 13. Cuando ya todos los deportes contaban con citas multitudinarias y hasta los Juegos Olímpicos, que nacieron para el deporte amateur, habían abrazado el profesionalismo, el mundo del rugby seguía fiel a la idea amateur. En 1987 los países del hemisferio sur lograron la celebración del primer campeonato del mundo que llevaban barruntando desde los años cincuenta.
El acontecimiento deportivo fue un éxito y su repercusión mediática fue creciendo en las siguientes ediciones. Y con las audiencias llegaron los patrocinadores, los estadios llenos y… el profesionalismo.
En 1995 la Federación Internacional de Rugby lo declaró como un deporte abierto y sin restricciones de remuneración a los jugadores. 109 años después del cisma producido entre el Rugby Union y el Rugby League.
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