Cuando se trata de carrera profesional y cómo mejorarla, enseguida surgen cuestiones incómodas si analizas los datos. Ya vimos en su día consejos polémicos para ascender y hoy quiero responder a otra pregunta comprometida: ¿Compensa «ser bueno» o es verdad que quedarás el último?
Es decir, ¿es rentable seguir las reglas y ayudar o la ventaja y el éxito son para los que pisan al resto?
Veamos la respuesta, porque está llena de matices fascinantes.
La cima no parece ser para buenas personas, ¿es así realmente?
Expresiones como: «Si no haces trampa, es que no te importa lo suficiente» o «los buenos acaban los últimos», son frases que muchos piensan en secreto y algunos dicen en voz alta. Al fin y al cabo, todos los jefes son insoportables y son jefes, es decir, están por encima y ganan más que nosotros, así que, quizá, ese sea el camino.
Mientras, la trinchera de enfrente también tiene su ración de proverbios, como que: «A todo cerdo le llega su San Martín», «los tramposos nunca ganan» o, simplemente, que no merece la pena dormir mal y tratar peor a los demás a cambio del éxito profesional, ¿verdad?
¿Verdad?
Empecemos con la mala noticia para los que apuestan por la bondad.
Efectivamente, los despreciables ganan más dinero
Quizá no sea un buen comienzo confirmar la sospecha de que sí, los «buenos» ganan menos dinero que los insoportables, los quejicas y los que empujan.
Normalmente, las personas más bondadosas son menos conflictivas y tratan de ser agradables y llevarse bien con todos, pero eso no resulta rentable según los datos.
Sin embargo, alguno puede alegar, con buen criterio, que ser así no significa ser bueno, sino incapaz de atreverse, un blando que no levanta la voz y exige lo suyo. Sea como sea, los números siguen trayendo malas noticias.
Si hablamos de ser más ético, cualidad indiscutible a la hora de considerar «bueno» a alguien, también hace que seas más pobre.
Podría dejarlo aquí y que ese sea el consejo para mejorar nuestra economía doméstica y nuestra carrera profesional, pero no estaría contando la historia completa.
Yendo más allá del dinero
Hay quien dice que en la vida hay cosas más importantes que el dinero, y quizá sea verdad. Sin embargo, los economistas siempre hemos sabido que la felicidad está correlacionada con la riqueza (tanto a nivel país, como a nivel individual).
Y es más, ese famoso límite monetario que muchos citan de un estudio de 2010, a partir del cual más dinero no equivale a más felicidad, no concuerda con los nuevos datos. Cuanto más tienes, más feliz eres y no parece haber un techo al gozo que conceden los euros, es lo que hay.
Pero dejemos el dinero por un momento y consideremos algo más importante, la propia vida.
Para eso, viajemos en el Titanic y examinemos los curiosos análisis de otros dos economistas, David Savage y Bruno Frey, que se propusieron desvelar si una de las leyendas del naufragio era cierta: el hecho de que, mientras los británicos guardaban cola ordenadamente para los botes salvavidas, los norteamericanos empujaban, saltaban y se colaban como podían en cualquier hueco.
Eso llevó a la famosa (y apócrifa) frase del capitán Smith a su tripulación cuando contemplaba aquello:
Be British, boys, be British.
Smith no dijo eso, ¿pero era cierta la otra anécdota?
El análisis de Savage y Frey concluyó que, a pesar de que el Titanic era un barco inglés (y, por tanto, con un probable sesgo a salvar a más paisanos), los británicos tenían un 10% menos de probabilidad de sobrevivir que el resto de nacionalidades.
¿Y los estadounidenses? Un 12% más que los británicos.
Por el momento, los datos son claros: si eres despreciable, tendrás más dinero que la media y más probabilidades de sobrevivir al Titanic.
No son las únicas cifras en contra de la bondad. Si miramos en más rincones, los narcisistas tienen más éxito en su carrera profesional (mayores posibilidades de ser contratados, ascender y cobrar más), el enfado transmite sensación de competencia y ni hombres ni mujeres muestran predilección por hombres modestos.
En fin, que parece que la solución a nuestra economía doméstica es convertirnos en insoportables y abandonar cualquier pretensión de ser buenos en un mundo que no lo es.
La fotografía completa del éxito
A pesar de lo anterior, tratemos de tener una imagen global de la situación. Al menos, eso intentó Adam Grant en su libro Give and take.
En él, intenta revelar la respuesta definitiva a nuestra inquietud, mediante el análisis de una enorme cantidad de datos sobre el éxito, abarcando un gran número de sectores y situaciones.
Grant distingue en sus trabajos a tres tipos básicos de personas:
- Los que tienen como filosofía de vida tomar para ellos todo lo que puedan sin importar los otros. Los llamaré «malvados» para simplificar.
- Los que siempre dan a los demás, a los que llamaré «buenos», aunque muchos los denominarán blandos.
- Los que están en un punto medio y dan y toman según la situación, pero, en global, alcanzan un equilibrio entre ambas cosas. Dan a los que les dan y toman de los que toman, o no colaboran con ellos si se encuentran esa actitud.
Pues bien, ¿quiénes están por debajo en cuanto a éxito económico, profesional, etc?
Los «buenos», que, además, acaban quemados y explotados por los «malvados», siempre dispuestos a tomar otro pedazo de lo que tienen los amables.
Por el contrario, ¿quiénes pueblan mayoritariamente la cima del éxito en sus respectivos campos?
Según los datos de Grant, también los «buenos». Para que luego digan que la vida ya no da sorpresas.
Así pues, parece que las cifras medias no pertenecen a la bondad, como hemos visto también al principio, pero su territorio son los extremos, tanto para mal, como para bien.
Veamos el motivo de este curioso fenómeno porque, aunque parece ilógico, en realidad tiene mucho sentido.
Por qué se produce la paradoja de la bondad y el éxito
Este hecho no se da porque el universo sea un lugar justo. El éxito tiene una base y una cúspide compuesta, en su mayor parte, de personas «buenas», según Grant. Entre esos dos panes del sandwich quedan los «malvados» y los que toman y dan según la situación. Vamos a llamar a estos últimos, los «equilibradores».
Pues bien, lo que ocurre es que estos no ven con buenos ojos a los «malvados».
Son gente que no va por ahí empujando, pero, cuando se topan con alguien que toma y no da, responden de manera similar, de modo que ejercen represalias contra estos, toman de ellos y los empujan hacia abajo.
Pero ¿qué ocurre si se topan con un «bueno» que da? También dan y ayudan, impulsando hacia arriba al bondadoso.
Los equilibradores también están interesados, egoístamente, en rodearse de bondadosos, ya que les beneficia. Además de ese efecto, los «malvados» son incapaces de colaborar entre ellos, su naturaleza siempre es tomar, de modo que entre malvados habrá zancadilla eventualmente.
Esto crea un contexto en el que los buenos con menos suerte encontrándose con otros, quedan abajo. Pero, como hay mayor porcentaje global de equilibradores y buenos si sumas todo, una parte de esas almas caritativas, con mejor fortuna a la hora de toparse con los demás, se ve en un contexto favorable donde también les dan a ellos la mayoría de veces y eso los sube hacia arriba.
Mientras, los egoístas se encuentran en la situación contraria, un contexto adverso y competitivo, donde la mayoría a su alrededor (equilibradores y otros malvados) segarán la hierba bajo sus pies tarde o temprano.
En definitiva, la vida es injusta, pero sus mecanismos impiden a los que solo toman llegar en masa hasta la cúspide.
O, cuando llegan, les resulta muy complicado mantenerse, antes de toparse con equilibradores y otros malvados que conspirarán para tomar de ellos o responder a su egoísmo de la misma manera.
Es innegable que en la cúspide hay gente despreciable, al fin y al cabo, hablamos de grandes números y porcentajes, pero alguien que solo toma termina viviendo en una corte bizantina, llena de conspiraciones y puñales en la sombra.
Aunque algunos toman las tesis de Grant muy con pinzas, la realidad matemática es coherente y he aquí una última lanza por la bondad, también según los números: los buenos son mejores padres, tienen mejores amigos, relaciones más prolongadas y exitosas, así como mejor salud. Quizá no tiene que ver con lo que me han contratado para escribir, pero un poco sí.
Y ahora que tenemos los datos, cada uno decidirá qué le conviene.