La bolsa de Nueva York ha celebrado su mejor verano en siete años; muchos bancos se reparten cuantiosos beneficios; los precios inmobiliarios tienden a estabilizarse y la caída libre tiende a desacelerarse. A primera vista, lo peor ya ha pasado. Sin embargo, ¿dónde están los signos de la recuperación económica?
Los amplios programas de apoyo destinados a combatir el desastre financiero le han quitado una gran carga dramática a la crisis. Los bancos centrales comienzan a revisar sus proyecciones de crecimiento y sacan cuentas. La inversión pública y los rescates masivos parecen haber surtido efecto. El nubarrón comienza a disiparse y los rayos de luz se abren camino en medio de nubes amenazantes. No hay truenos todavía que anuncien una lluvia que lo limpie todo. Sólo silencio. Sólo un sepulcral silencio.
Es el silencio que se vive en ciudades como Miskolc, en Hungría, donde toda la industria pesada ha sido arrasada por la crisis. Para sus habitantes, el gran ruido que generaba la planta de acero DAM, en el centro de la ciudad, era infernal, ensordecedor, como toda la industra pesada de la Europa del Este. Pero el colapso de estas empresas que sobrevivieron a la caída del bloque soviético, hace veinte años, tiene ahora a sus fábricas en un silencio permanente, estremecedor, y a sus 18 mil trabajadores viviendo en la angustia.
A medida que la desaceleración ha comenzado a estabilizarse, se espera la recuperación del pulso económico, como si los daños fueran nimios. Ben Bernanke habla de los “brotes verdes”, y de su fe en un rápido retorno al crecimiento; Barack Obama señala que el principio del fin está cerca, una buena noticia para los países que exportan a ese país como Alemania y Japón, lo que tendría su repercusión en Europa y Asia.
Pero la verdad es que hasta el momento no hay ningún progreso. El número de desempleados aumenta y aumenta. Ayer se supo la cifra de los desempleados en julio, que fue muy superior a los pronósticos, con sobre 300 mil personas. Oficialmente, desde el inicio de la crisis, en Estados Unidos se han destruido más de siete millones de empleos, y se cree que antes de fin de año se alcanzarán los ocho millones. Esta cifra no incluye a los desempleados previos. Los desempledos totales superan los 15 millones.
En este punto, los indicadores bursátiles son mezquinos, o casi un dato al margen. Dado que el enfriamiento de la economía ha provocado una disminución de los precios y del consumo de los hogares, el desempleo promete seguir en ascenso a la espera que la maquinaria sobreviviente comience a adquirir movimiento. Y esta parte de proceso, que es esencial para impulsar el consumo y el empleo, se ve aun muy lejana. Los brotes verdes corren el riesgo de marchitarse.
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