La clase media teórica en España es realmente pobre. Y lo es más si miramos inflación

La clase media española enfrenta una paradoja económica que la coloca en una situación mucho más precaria de lo que sus ingresos podrían sugerir. Se podría resumir en que alguien no es igual de rico en Barcelona que en Granada, ni si consulta la nómina mirando o sin mirar lo que cuesta la cesta de la compra.

Hoy día, ¿consideramos clase alta a una persona con más de 2.000 euros netos de ingresos mensuales? ¿Deberíamos hacerlo? ¿Cuál es el límite entre clase media y clase baja y qué peso tiene la inflación en todo ello?

De la clase media a la supervivencia

Juan Ramón Rallo, reconocido economista, ha expuesto en X, antes Twitter, este desajuste con claridad. En el tuit, presenta un estudio de CaixaBank Research que ha definido la clase media como los hogares cuyos ingresos oscilan entre 1.000 y 2.000 euros mensuales, y como clase alta a aquellos que superan los 2.000 euros.

El profesor de Economía de la UAM, Nacho Álvarez, había hecho un primer análisis del estudio, en el que afirma que la clase media se está ensanchando, considerando que los hogares con ingresos medios y altos son, hoy día, un 67 % frente al 57 % en 2019, habiéndose reducido también aquellos sin ingresos.

Al contrastar estos tramos con el coste de vida y la inflación, surgen importantes contradicciones. De acuerdo con Rallo, los ingresos de 1.000 a 2.000 euros al mes son la base de la clase media teórica en España. No obstante, en un contexto de inflación persistente y aumento del coste de vida, estos tramos resultan insuficientes para cubrir gastos esenciales como vivienda, alimentación y transporte.

En grandes ciudades como Madrid y Barcelona, donde el alquiler promedio supera los 1.000 euros mensuales, un hogar clasificado como “clase media” apenas puede llegar a fin de mes. Una crisis que se agravará este próximo año también.

La inflación, determinante

La inflación es un agravante que erosiona el poder adquisitivo de las familias. Según datos recientes, el índice de precios al consumo (IPC) en España ha aumentado significativamente en los últimos dos años, afectando especialmente a bienes básicos y consumo de energía.

En otras palabras, con los mismos ingresos, las familias pueden adquirir menos bienes y servicios que hace una década. Así, el coste de vida no solo ha crecido, sino que lo ha hecho de manera desigual en el territorio español.

Mientras que los ingresos teóricos de la clase media parecen razonables en regiones rurales o ciudades pequeñas, en áreas metropolitanas estos son insuficientes para mantener un nivel de vida digno. Por ejemplo, el coste de la energía y los alimentos ha subido cerca de un 30 % en promedio desde 2020, agravando aún más la situación de las familias de clase media.

El gran problema, en este sentido, es que si bien los indicadores de CaixaBank Research, como señalaba Álvarez, muestran datos actualizados y reflejan un cambio real en las rentas (un aumento de las mismas), estas no tienen presente la inflación que afecta a las familias y definen una clase media y alta que nada tiene que ver con la realidad.

De este modo, la definición teórica de la clase media parece haberse desconectado aquí de la realidad económica actual. En lugar de proporcionar un marco claro sobre las condiciones de vida, está generando una percepción falsa de estabilidad y bienestar: con 2.000 euros, en Barcelona o Madrid, uno apenas puede vivir de forma independiente, por lo cual resulta absurdo considerar a esa persona clase alta.

El problema, como se puede apreciar en The Objective por ejemplo, es que existe una percepción obscura sobre lo que significa clase baja (menos del 75 % de lar enta mediana, se estima), clase media, que parece oscilar entre el 75 % y el 200 % y clase alta, cuyos ingresos deberían, por lo menos, duplicar las rentas medias.

El debate abierto por Rallo apunta, por lo menos, hacia la necesidad de redefinir estos tramos de ingresos, cómo la clase media y alta se hallan vinculados o no a un trabajo remunerado u a otros activos, e incorporar factores esenciales, como la inflación y las desigualdades regionales para reflejar mejor las verdaderas condiciones de vida.

De otro modo, la clase media española, lejos de ser una base económica estable y definitoria, se encuentra en una situación frágil, acentuada por el aumento del coste de vida y la inflación. Si perdemos esto de vista, el propio concepto seguirá siendo, en la mayoría de los casos, una mera ilusión.

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