
En España, vivir solo ya no es una rareza, sino una tendencia que sigue creciendo y está transformando el mercado. Las implicaciones son muchas, pero se centran en un encarecimiento del acceso a la vivienda, puesto que no hay hogares suficientes, y una reducción del número de personas que comparten casa.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), para 2039 se prevé que los hogares unipersonales representen el 33,5% del total. Un cambio demográfico que, por primera vez, no tiene la cara de una mujer viuda, sino la del hombre de mediana edad al que le van asomando las canas y que, poco a poco, se está convirtiendo en el perfil mayoritario.
Más personas solas
El crecimiento de los hogares unipersonales responde a múltiples factores: cambios en la estructura familiar, un aumento de la esperanza de vida y una mayor autonomía financiera de ciertos sectores de la población.
En el pasado, como recoge El Confidencial, la soledad estaba asociada a mujeres mayores de 65 años, viudas o jubiladas (que ya han sido relegadas a un segundo puesto). A nivel social, incluso se veía con cierto recelo no incluir a los padres o mayores dependientes en los hogares, mientras que, hoy día, esta forma de pensar se ha invertido completamente.
En los últimos años, el grupo de hombres de 30 a 64 años ha empezado a modificar el mercado de la vivienda. En este grupo convergen una serie de realidades de lo más heterogéneas: los obligados por las circunstancias, como los solteros o divorciados, el que desea esa soledad, sea como single que no aspira a tener "algo serio" o relación alguna (lo cual podría no ser tan negativo como se creía, sino todo lo contrario) o perfiles con un buen poder adquisitivo o que han obtenido un hogar mediante una herencia, abrazando esta posibilidad de la noche a la mañana.
La soledad impuesta sigue afectando a una buena parte de este perfil, pero también aquella aspiracional, hombres que prefieren una vida algo más solitaria y costosa, pero que rehúyen excesivas obligaciones. Sin problemas excesivos, cada vez más personas aspiran a vivir solas... pero esto también ha impactado directamente en un mercado inmobiliario con escasa demanda, como es el caso español.
Los hogares unifamiliares suponen unas necesidades mayores del número de viviendas, lo que aumenta la presión sobre la oferta y genera subidas de precio en el alquiler y la compra. En un contexto de escasez de suelo urbano y de restricciones para la construcción de vivienda asequible, el resultado es un encarecimiento progresivo de la vida: el peor escenario, lo viven las grandes ciudades.
Economía de mercado
El modelo de vida en solitario implica asumir todos los gastos sin poder beneficiarse de economías de escala. Según la Encuesta de Presupuestos Familiares del INE, los hogares unipersonales destinan un 41,5% de su presupuesto a la vivienda, frente al 30,7 % del total de los hogares.
Además, gastan un 39 % más por persona en comparación con aquellos que comparten hogar, debido a que no pueden dividir gastos fijos como el alquiler, los suministros básicos o la cesta de al compra.
Para los inquilinos, la situación es aún más compleja. Los datos reflejan que los hogares unipersonales que viven de alquiler gastan un 22 % más que los propietarios en términos de desembolso mensual, lo que complica la capacidad de ahorro y de acceso a una vivienda en propiedad. En este contexto, la soltería o la independencia no solo se han convertido en un fenómeno aspiracional, sino en un lujo que muchos no pueden permitirse.
En la mayoría de las capitales de provincia, no es extraño que el perfil del single urbano se transforme en una persona de mediana edad que comparte piso, entre hogares que suelen organizarse entre pisos de hombres y pisos de mujeres. Sin embargo, esto puede atender a decisiones personales de los inquilinos, tanto como a exigencias de los arrendadores, que se dejan llevar por falsas verdades como "las mujeres son más limpias y ordenadas" o "los hombres dan más problemas".
Más allá de esta visión más favorable, la realidad es que los hogares unipersonales crecen en la mayoría de los supuestos, a excepción de los hombres mayores de 65 años. Enfrentando una tendencia que, en España, se traduce por encima de los 1,7 millones entre hombres de 30 a 64, 1,6 millones de mujeres mayores de 65, pero también 1,2 millones de mujeres de la misma franja 30-64 que viven solas.
Retrato de la España que vive sola: más masculina, más joven y cada vez con más gastos
— Jon González (@Jongonzlz) March 2, 2025
El número de hogares unipersonales se ha disparado y para dentro de 15 años puede ser el tipo de hogar más frecuente
Por @hectorgbarnes y @crisdolz96
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En Cambio demográfico, Hogares unipersonales, Dependencia en Vejez, Cristina López Villanueva e Isabel Pujadas Rubies señalaban cómo los municipios pequeños tienen un número mayor de hogares unipersonales (37,38 %), mientras que estas cifras descienden en la ciudad, pero vuelven a aumentar en porcentaje en las grandes ciudades. Según El Confidencial, esto es lo que se ve, día tras día, en barrios como Argüelles o Malasaña y este redactor puede confirmar también de barrios como el Gótico o el Born barcelonés: aquí, los hogares unipersonales casi llegan al 50 %.
Desafíos en soledad
Mientras que los adultos de mediana edad están liderando el crecimiento de los hogares unipersonales, el grupo de menores de 30 años es el único en el que esta tendencia no se ha incrementado en las últimas dos décadas. Esto se debe a que el coste de vida ha retrasado la emancipación juvenil, dificultando la independencia económica de quienes buscan vivir solos.
El problema no es solo la dificultad para pagar un alquiler elevado o reunir el capital necesario para comprar una vivienda, sino el efecto en cadena que esto tiene sobre la movilidad social y el consumo. Con menos recursos disponibles, el gasto en otros sectores se reduce, generando un impacto económico más amplio.
Hoy por hoy, la creación de un parque de viviendas que responda a esta realidad variada es tan compleja como necesaria. Esto afecta tanto a quienes no han podido experimentar la independencia del joven emancipado (y quizá nunca lo hagan), como a los distintos grupos que conforman este nuevo modelo aspiracional.
El auge de los hogares unipersonales está reconfigurando el mercado inmobiliario y aumentando la desigualdad en el acceso a la vivienda. Las ciudades se enfrentan al reto de adaptar su oferta a esta nueva realidad demográfica sin disparar aún más los precios. Mientras tanto, vivir solo se consolida como un privilegio cada vez más inaccesible para las nuevas generaciones.