Nadie sabe si las medidas de estímulo tendrán efecto. Y ésto, que puede resultar tan extraño, lo afirman desde Gordon Brown y Alistar Darling en el Reino Unido, hasta Larry Summers y Tim Geirthner en los Estados Unidos. No es tarea fácil dado que la situación cambia en todo momento. El terreno es completamente desconocido y cada día se abren nuevas grietas. La propuestas de vender el plan de rescate se hacen en un ambiente cada día más hostil. Y el factor tiempo es crucial. Ya cayó el gobierno de Islandia. Alguien comentó que la situación de este país sería un buen índice de la crisis.
La recuperación será más lenta de lo esperado y la perspectiva de los rescates bancarios a cargo de los gobiernos ampliará más los ya elevados niveles de endeudamiento de algunos países. Pero los ministros ahora pronuncian la frase que popularizó Margaret Thatcher en 1979 “no hay alternativa” para declarar que no había otro camino comparable a la promesa de prosperidad, crecimiento y estabilidad que prometía el modelo del libre mercado. Ahora, por cierto, de verdad que no hay otra alternativa y todos los gobiernos del mundo deben salir a socorrer al mercado en este delicado y doloroso momento.
En Estados Unidos, la reducción del tamaño de Detroit comienza a manifestarse una vez que el presidente Obama ha advertido que quiere vehículos más pequeños y menos contaminantes; así como también una menor dependencia del petróleo. Clara señal del futuro restrictivo que viene donde también el tema de Wall Street se verá reducido y la desregulada complejidad financiera que permitió apalancamientos excesivos a bancos como Citigroup y Lehman Brothers, y maniobras delictivas de personajes que se hallaban en la cúspide social, como Bernard Madoff, verán cerrar sus espacios.
Es más de una década de dinero fácil a partir del estallido de la burbuja en 1995, detectada por Robert Shiller pero subestimada por Alan Greenspan, quien siempre pensó que el mercado era el mejor regulador. Y ahora es el momento de pagar ese derroche de más de una década. Los bancos piden y piden porque de ellos depende el magro funcionamiento que aún queda. Pero es como inyectar agua en un océano de deudas. Por algo Vince Cable, portavoz del Tesoro de los Liberales Demócratas del Reino Unido, ha señalado: “esto se parece cada vez más, a alguien que está tratando de dar el beso de su vida a un cadáver”. Eso es, estamos alimentando a un muerto.
Más Información | The Independent This is like giving the kiss of life to a corpse
Imagen | JRodrigues