El gigante asiático pierde fuerza. Su crecimiento no es tan sólido como en los años 80, 90 y la primera década de este siglo. La segunda mayor economía del mundo creció en el cuarto trimestre de 2013 un 7,7 por ciento, una décima menos del 7,8 por ciento del tercer trimestre, en un nivel que es el menor de los últimos 14 años. La producción industrial, el comercio exterior y la demanda interna siguen disminuyendo. La razón: una economía mundial débil y los propios problemas estructurales de China, como su deuda pública y el inminente pinchazo a su burbuja inmobiliaria y financiera, algo que puede hundir aún más la economía. Si bien la economía china creció 7,7 por ciento durante 2013 y esta cifra representa dos décimas por encima del objetivo del gobierno, la tendencia general, como muestra la gráfica, es a una desaceleración gradual en la velocidad del crecimiento. Así, mientras en 2010 la tasa de crecimiento se situó en 10,4 por ciento; en 2011 alcanzó el 9,2 por ciento; el 7,8 por ciento en 2012 y el 7,7 por ciento en 2013.
La desaceleración económica es fruto del debilitamiento de la economía global, que hizo caer la demanda de bienes procedentes de China. El comercio creció en 2013 sólo un 7,6 por ciento, mientras que el gobierno había estimado un incremento de al menos el 8 por ciento. Esto se debió a la nueva recesión en la zona euro y al crecimiento más débil en los países emergentes. Como advertíamos el año pasado, China no volverá a crecer a las tasas de dos dígitos que facilitaron los excesos de la banca.
La crisis comienza a dar cuenta ahora de los problemas estructurales de la economía global, y esto hace difícil que China vuelva a crecer a las tasas del 10, 12 o 14 por ciento que caracterizaron parte importante de las últimas tres décadas. Por eso, el milagro económico de China ha terminado, y lo que toca ahora es ver hasta qué punto esta caída afectará a las economías emergentes que se beneficiaron de la bonanza del gigante asiático.
Reformas estructurales
Este año, el gobierno de Xi Jinping, ha promovido un importante paquete de reformas para abordar los desequilibrios en la sociedad china. La corrupción y la desigualdad se han generalizado y amenazan la cohesión social. Por eso China planea consolidar un paquete de reformas para hacerse más independiente de la inversión externa, y para fortalecer el consumo interno, dos medidas que dan la espalda al resto del mundo. El gobierno también adelantó que no rescatará ni reembolsará las malas inversiones, como fue la tónica desde el estallido de la crisis. Esto puede provocar el primer gran default en el gigante asiático que podría contagiar a una parte del sistema financiero global.
China ha adoptado esta medida porque una de sus mayores preocupaciones es el sistema bancario en la sombra. El año pasado estalló una nueva contracción del crédito y los bancos no están dispuestos para préstamos de capital entre sí. El banco central tuvo que intervenir para evitar el colapso financiero. Cualquier interrupción en el flujo de efectivo de los inversionistas a los prestatarios obligaría a China a elevar las tasas de interés y eso provocaría un fuerte remezón en la banca mundial. China también ha sido objeto de los capitales especulativos, el abuso y la corrupción de los mercados financieros y la hinchazón de dos enormes burbujas cuyo desplome puede convertirse en un salvaje tsunami.
En El Blog Salmón | La desaceleración China y su impacto en el comercio global, China siembra el miedo con su "aterrizaje forzoso"