Pasos iniciales en el Congreso para eliminar el uso del dinero efectivo en España, pero no todo es el camino de rosas electrónicas que algunos presuponían

Las “Sociedades sin efectivo” avanzan a buen ritmo en diversos países del mundo, abrazando un dinero electrónico que supone incontables ventajas, pero que también implica serias desventajas. En España se ha llevado al Congreso una propuesta para eliminar gradualmente el efectivo de la socioeconomía española.

Pero es un serio movimiento cuyas implicaciones últimas dejarían fuera de la ecuación precisamente a ciertos colectivos y, además, el tema no ha resultado ser el camino de rosas electrónicas que algunos presuponían: ya han surgido los primeros escollos (y son insuperables).

El dinero lleva conviviendo con las sociedades humanas desde mucho antes de existir como tal

El dinero, como toda herramienta humana (en este caso socioeconómica), está es permanente proceso de evolución, según vayan cambiando sus usos, sus necesidades, y (¿Por qué no decirlo) las intenciones del que lo controla. Ya en la época de aquel trueque primitivo, ciertos tipos de bienes o mercancías destacaban sobre otros como medios más perennes para acumular riqueza por lo que pudiera venir. Así, aquellas formas “naturales” de moneda improvisada cubrían una necesidad básica de seguridad tan primitiva como la propia inteligencia socioeconómica humana, y es que aquellos seres humanos del momento ya sabían que había años de buenas y malas cosechas, con más y menos caza, y que siempre podía venir una tribu enemiga a arrasarte todos tus cultivos y matar o llevarse tu ganado: encontrar formas de acumular valor para poder ser guardado (y escondido) en algún sitio era muchas veces una auténtica garantía de simple supervivencia, además de una práctica forma de poder comerciar con terceros, y así tener acceso a otros bienes que no podían producir por sí mismos. Posteriormente, ya se pasó a las primeras monedas, cuyo valor venía del propio material con el que estaban hechas por su valor intrínseco, a menudo de oro o plata. Bastantes siglos más tarde, ya se pasó a monedas cuyo valor facial no tenía mucho que ver con su valor intrínseco, y así empezaron a fabricarse con metales mucho más baratos.

Y finalmente llegamos al dinero en papel que seguimos utilizando en nuestros días, ése cuya producción es tan fácilmente industrializable al por mayor, que se puede llevar en grandes cantidades en un simple maletín (¡Ay, los maletines!), y que no se puede ir limando para hacerse con valioso polvo de oro con el que ir robándole valor al emisor. Pero este último salto no ha estado exento de peligros ni mucho menos. Incluso hoy en día volvemos a asistir a lamentables espectáculos por el cual algún “inspirado” decide improvisar y tiene la genial “ocurrencia” de que, dado que él controla la fábrica de moneda de su país, los problemas de liquidez nacionales se van a acabar, y va a ponerse a darle a la manivela de la imprenta para imprimir todos los billetes que se puedan necesitar. Y el resultado de tales políticas improvisadas “sobre la marcha” siempre siempre siempre acaba siendo el mismo: una catastrófica hiper-inflación, que acaba por destruir los ahorros y la capacidad de compra e inversión de ciudadanos y empresas, y que acaba arrastrando a la socioeconomía al borde del abismo y más allá.

Y es aquí donde se desploma el tercer valor de una moneda, su valor real o de mercado: cuando todo poseedor de una moneda quiere huir despavorido de ella porque el emisor que hay detrás no ofrece ninguna confianza ni garantía de valor, su valor de mercado colapsa. Y si la cosa es extrema, puede incluso surgir un mercado negro paralelo aparte del mercado y el tipo de cambio oficial, este último a menudo artificialmente cotizado por decreto para tratar de tapar las vergüenzas del régimen de turno, y al que no acaba recurriendo nadie más que los que no tienen otro remedio. Como en todo mercado negro, por mucho tipo oficial que haya, cuando los ciudadanos están dispuestos a deshacerse del papel moneda devaluado por cualquier medio, son tristemente capaces de aceptar tipos de cambio de mercado muy inferiores al oficial, con tal de poder acabar atesorando otra moneda o refugio de valor que les dé una mínima garantía de conservación de su poder adquisitivo a medio y largo plazo.

El dinero moderno está siendo redefinido, y tenemos en nuestras manos construir el refugio de valor del futuro, o un arma de destrucción masiva de nuestras socioeconomías

Pero en nuestros días ya convivimos de manera silenciosa con otras formas de dinero aparte del papel, y que son parte del conocido como dinero electrónico. Seguro que muchos lectores en lo primero que piensan es en las cripto-monedas, esos tokens de dinero digital que en realidad son un software que se puede guardar muy fácilmente en una suerte de pendrive o en el propio ordenador. Efectivamente, cripto-burbujas aparte (ésas ante las cuales les alertamos desde aquí por activa y por pasiva), y dejando a un lado también cómo se ha acabado demostrando que tras esa cripto-burbuja había una única mano fuerte que manipuló el mercado a merced, lo cierto es siempre les expusimos (incluso tras el pinchazo) que las cripto-monedas y en especial Blockchain han llegado a nuestro mundo para quedarse, y que reportan incontables ventajas, aunque también algunos grandes riesgos, siempre subsanables en nuevas “releases” (si es que llegan a tiempo de evitar un potencial desastre monetario masivo).

De hecho, y como también les anticipamos, el punto de inflexión de su adopción se acerca inexorablemente, y ya hay varios países del mundo que han iniciado significativos pilotos masivos de circulación y uso de una cripto-moneda nacional, como por ejemplo China o, sin salir de Europa y como verdadera pionera, la siempre innovadora dinerariamente Suecia. Y como todo buen software, aparte de que sus requisitos, diseño y arquitectura hagan que su funcionalidad abarque un amplio rango de adopción, que va desde la hiper-vigilancia del totalitarismo más económico hasta la libertad financiera más idealista, el mayor o menor éxito de cada implementación dependerá de cómo sea diseñada cada moneda nacional en concreto, cómo solucionen posibles vulnerabilidades a explotar por ese lado oscuro que siempre está al acecho (especialmente cuando de dinero ajeno se trata), cómo resuelvan el balance control-libertad, o cómo ofrezcan privacidad a los ciudadanos no sólo por el clásico ciber-punk de “quién controla al que controla”, sino también por el qué puede conseguir sobre mí alguien que logre infiltrarse en sistemas monetarios electrónicos que puedan ser centralizados en mayor o menor grado.

Pero al contrario de lo que creen muchos, la denominada “Sociedad sin efectivo” no tiene porqué venir exclusivamente de la mano de las cripto-monedas. Hay otra forma de dinero electrónico que suplanta al efectivo, y que venimos usando en nuestro día a día de forma muy rutinaria, especialmente en países con alta penetración como es España. Sí, efectivamente hablamos del dinero de plástico, esas tarjetas de crédito, débito o prepago que todos llevamos encima desde hace décadas, y que cuando pagamos con ellas tampoco hay ni rastro de efectivo en nuestras transacciones. Y por cierto, todo sea dicho de paso, hay ya también conceptos híbridos de rabiosa tendencia que aúnan ambas formas de dinero electrónico, el dinero de plástico y las cripto-monedas, pero, aunque realmente sean un concepto de futuro y un vector muy importante de adopción masiva para el grueso de la población, no hay que olvidar que, por su propia hibridación, traen ventajas añadidas, pero también desventajas respecto a la cripto-economía más idealista, como por ejemplo la posible pérdida de privacidad.

Este tipo de dinero electrónico de plástico aporta algunas ventajas que les expusimos en el pasado, cuando hace más de tres años les anticipamos ya el advenimiento de esa “Sociedad sin efectivo” que no ha estado exenta de debate ni de polémica en diversos países, con enfrentados argumentos a favor y en contra realmente interesantes. Aquí simplemente resumiremos esas ventajas (o desventajas) enumerando algunas de las características del dinero electrónico de plástico más relevantes: trazabilidad absoluta con nombre y apellidos, contribución a evitar el fraude y la economía sumergida, dificultar las transacciones de dinero de dudosa procedencia por actividades ilegales (incluida la corrupción), capacidad de llevar en la cartera una gran cantidad de dinero accesible con una simple tarjeta de plástico, o posibilidad de pagar en cualquier país del mundo sin necesidad de cambiar a moneda local. Obviamente, hay otras muchas ventajas, así como algunas sonoras desventajas: no se hagan ilusiones con la trazabilidad o el combatir el dinero fraudulento, pues siempre van a dejar un recuelo para el dinero oscuro, como por ejemplo esas tarjetas 100% anónimas sin titular que son el producto estrellas de los paraísos fiscales, con lo que existe el riesgo evidente de que los únicos que estén controlados al 100% sean los ciudadanos medios. Aparte también está el tema de que con el dinero de plástico se nos pueden robar cantidades grandes de dinero mucho más fácilmente, que nos pueden duplicar la tarjeta y utilizarla gastando nuestro dinero desde cualquier recóndito lugar del mundo, o que cualquier hacker pueda muy fácilmente saber nuestro poder adquisitivo con tan sólo entrar por la fuerza en el servidor centralizado del emisor de la tarjeta o, según sea cada legislación local, en los servidores de la propia Hacienda.

Y ahora va España y se lanza a los titulares anunciando que pretende abrazar la “Sociedad sin efectivo”… Hasta que topó con el verdadero dueño del dinero…

En todo este contexto de evolución hacia el dinero electrónico ya muy avanzado desde hace años en otros países, ahora va España y llega al debate lanzándose a los titulares con la noticia de que el partido en el gobierno ha llevado al Congreso la proposición no de ley de eliminar el efectivo en España de forma progresiva, proponiendo literalmente “la eliminación gradual del pago en efectivo, con el horizonte de su desaparición definitiva”, a la par que Hacienda reconoce planear reducir de 2.500 a tan sólo 1.000 el límite de los pagos en metálico, cosa que ya trataron de implantar en 2019 (entonces era para los pagos entre profesionales). Vamos, que casi cualquier día hasta para pagar 15 días de apartamento veraniego en la playa va a haber que utilizar la tarjeta y un TPV, ¿Decían que la economía española era una de las más “bancarizadas” del mundo?, pues esto sólo supone otra vuelta de tuerca a esa “bancarización”.

El momento les ha debido parecer propicio a nuestros dirigentes, especialmente tras el gran auge que ha experimentado el uso del dinero electrónico a raíz de la pandemia, con un efectivo del que se ha huido porque nadie quería tocarlo para no contagiarse, y que ha debido evidenciar las grandes ventajas que el dinero electrónico supone, al menos para el que dirige un país y lo controla. Y no ha sido ése el único impacto dinerario que ha traído el COVID-19, porque otra noticia paralela es que los europeos han acumulado dinero en efectivo hasta niveles récord no vistos desde la funesta crisis subprime. Y ahí podría estar uno de los verdaderos quids de la cuestión, y el porqué de todo esto y por qué precisamente ahora.

A pesar de que en el Congreso a veces simulan no escucharse unos a otros con aire más que distraído, disimulando y moviendo papeles de un sitio a otro, lo cierto es que a nuestros dirigentes, cuando se entra en determinados temas (especialmente los relacionados con el dinero), no se les pasa ni una. Y así podría estar siendo también en este caso, y que de la fusión entre el auge del dinero electrónico al calor pandémico (y lo que habrá evidenciado macro-económicamente), junto con el riesgo de que la gente esté acumulando un efectivo que escaparía a esas evidencias y ventajas para nuestros dirigentes, podríamos estar asistiendo a la concepción de un futuro dinerario que tratase de perpetuar de alguna manera la situación monetaria electrónica traída por el Coronavirus.

Pero no se crean, que a veces los dirigentes corren más de lo que pueden, y para bien o para mal, ahí está Europa para poner las reglas del juego que le corresponden como entidad supra-nacional, a la que los ciudadanos europeos han ido cediendo progresivamente parcelas de poder hasta ahora reservadas a administraciones nacionales. Este caso no ha sido ni mucho menos una excepción, y, ante el sorprendente anuncio por parte del gobierno en España, el propio BCE ha salido a la palestra para dejar meridianamente claros algunos puntos, por los cuales se atribuían de forma evidente parte de las competencias que corresponden desde hace varios lustros en exclusiva a esta renombrada institución europea. En concreto el BCE ha explicado que en la Eurozona actualmente no está permitida la eliminación del dinero en efectivo, ya que, dicho dinero, como Euros que son, pertenece al Banco Central Europeo, pues es su emisor.

Paradójicamente, un movimiento de “bancarización” así de masivo dejaría fuera de la ecuación socioeconómica a los más desfavorecidos

Y además el BCE ha dicho también que, paradójicamente, un movimiento así dejaría desprotegidos a los más desfavorecidos. Como ven, en línea con nuestro análisis anterior previo que les exponía sobre la profundización de la “bancarización” en España: lamentablemente, incluso en un país avanzado como es el nuestro, todavía hay muchos colectivos socioeconómicamente muy vulnerables que hoy en día no tienen acceso (ni posibilidad de tenerlos) a servicios bancarios, simplemente porque no interesan. Y ya no es que no interesen, o que por decreto se pueda dictar que se les deban dar determinados servicios bancarios básicos, es que con su precario modo de vida, sin acceso fácil a un cajero u oficina bancaria, sin conocimientos o voluntad de usar la banca online, e incluso sin acceso a internet en no pocos casos, y sobre todo sin apenas dinero o capacidad de compra que justifique la necesidad de recurrir a dinero electrónico, resulta difícil imaginar la implantación del dinero de plástico en determinados barrios depauperados existentes en la geografía nacional. Otra cosa muy distinta podría ser la cripto-economía, especialmente la de las cripto-monedas libres, pero eso ya no es lo que se propone ahora mismo en España.

Y oigan, que no será un servidor el que no diga que en determinados barrios marginales como la Cañada Real, en los que buena parte de su economía está basada en mercados ilegales, habría que ponérselo lo más difícil posible para hacer transacciones económicas en la sombra, pero la realidad es que ese tipo de mercados que tantos réditos arroja va a ser precisamente la parte de los barrios desfavorecidos que tiene capacidad y beneficio en buscar nuevos recuelos legales y financieros, con los que poder seguir “recaudando” dinero de esos mercados ilegales. Así se dejarían las desventajas de la ”bancarización” masiva tan sólo para los colectivos desfavorecidos que, a pesar de ser gente honrada, sufre la lacra de tener que convivir en sus calles y caminos con estos otros “vecinos”, que son los que a buen seguro escaparán de uno u otro modo a los nuevos controles.

Pero hay otras cuestiones muy interesantes e intrigantes de cara al futuro en el plano más general de la “Sociedad sin efectivo” y de la cripto-sociedad. Dado el límite de 1.000€ que planea Hacienda, una de esas cuestiones sería cómo se catalogará en un futuro el pago con cripto-monedas, y en especial con las que se podrán considerar “cripto-monedas libres" al margen del control estatal. ¿Sus pagos tendrán la consideración de ser equivalentes al efectivo que se trata de eliminar, y por tanto entrarían a medio plazo dentro de ese límite máximo de 1.000€ por transacción en metálico? ¿Se les considera sólo una forma más de ese dinero en metálico que se pretende eliminar totalmente a largo plazo, y más en línea con movimientos de corte cripto-represivo al estilo de los de países como China? Porque mucho me temo que, de acabar siendo así, aquellos visionarios ciber-punks de los 90 se tirarían literalmente de los pelos al ver hecha realidad en 2020 algo que ellos consideraban toda una distopía a evitar en pos de la libertad de los ciudadanos. ¡Qué cosas traen los tiempos modernos!, que diría el gran Chaplin.

Pero intrigantes (y hasta inquietantes) cuestiones aparte, lo que nos deja el tema de hoy claro es que, igual que lo sería la adopción de una cripto-moneda europea, el dinero en circulación en toda la Eurozona (incluida España), sea en metálico o en electrónico, es única y exclusivamente responsabilidad del BCE: no es admisible considerarse parte de Europa y mirar al BCE sólo para que compre nuestros títulos de deuda a espuertas. Toda membresía de cualquier club conlleva unos derechos, pero también unas obligaciones, y sobre todo un respeto a la autoridad competente. Tal vez faltar a ese respeto no haya sido verdaderamente la intención real en esta ocasión, pero esa falta supondría saltarse el BCE "a la torera", y eso son palabras mayores (e "implanteables") hoy por hoy, además de resultar ciertamente taurinas. Igual alguien sólo ha echado un capote a ver si el toro de encana con él... Dicen algunos de España que es un país (todavía) de lidias, y lo que a veces es imposible de saber es a quién demonios están lidiando, pero lo que otras veces queda meridianamente claro es que hay toros que avanzan (o embisten) incluso cuando andan muy muy muy despistados... y claro, muchas veces acaban topando con la dura barrera detrás del capote.

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