Allá por donde pasa el huracán Trump, levanta una polvareda con tanto detractores como fervientes seguidores. Una de sus políticas más prometidas durante su campaña, más significativas de todo lo ejecutado durante lo que va de su mandato, y potencialmente con mayor impacto tanto sobre el conjunto de la economía norteamericana como sobre la Carrera política del propio Trump (se juega mucho en ello), es la Guerra comercial entablada con China.
Los pro-Trump y los anti-Trump han pasado unos meses centrando gran parte de sus discusiones sobre lo efectivo o lo perjudicial de haber emprendido esta espiral de agresiones comerciales. Pero más allá de argumentos, previsiones en base a estadísticas actuales, y (cómo no) pasiones, no había datos respecto a si EEUU saldría ganando o perdiendo de la contienda. Eso ha cambiado, y ahora ya tenemos las primeras evaluaciones de daños de este conflicto, y no van a ser del agrado de algunos…
La bestia negra de esta guerra económica Trump-China
Antes de aportar esos datos, hay que ponerse un poco en antecedentes sobre lo relevante del parámetro principal escogido para mostrar el devenir de esta guerra. Más bien hemos de decir que el parámetro en concreto no lo hemos elegido nosotros mismos ni mucho menos, sino que lo ha hecho el propio Trump. Y lo ha hecho desde tiempos que se remontan al inicio de su carrera por llegar a la presidencia de los Estados Unidos.
Efectivamente, Trump siempre trató al déficit comercial con China como una bestia negra en la economía norteamericana. El mensaje caló hondo entre sus votantes, no sin su debida parte de razón tras décadas de globalización anárquica y sin planificar a pesar de ser un proceso socioeconómico de impacto masivo, como ya predijimos hace años antes de que fuese un hecho.
El caso es que Trump siempre ha hecho referencia por activa y por pasiva a ese abultado déficit como un mal mayor a corregir. Y su estrategia para corregirlo ha sido entablar un conflicto comercial en toda regla con el gigante rojo (y de paso también con otras superpotencias como Europa), que hasta ahora estaba por ver si arrojaría los resultados esperados. No hay mejor opción que medir pues la efectividad de la política comercial de Trump precisamente con su propia medida favorita, pues ése era su objetivo principal.
Los primeros resultados de la guerra comercial no podían ser menos esperanzadores (para Trump)
Tras haber visto una batería de medidas arancelarias muy agresivas por parte de la administración Trump (con su consiguiente respuesta por parte de China), el primer revés en forma de dato viene del hecho de que el déficit comercial de Estados Unidos se amplió el pasado mes de Junio. Pero lo verdaderamente significativo es que lo ha hecho invirtiendo la tendencia a corto plazo más reciente, puesto que los cuatro meses precedentes éste se había venido reduciendo.
Lógicamente, este déficit comercial se ha incrementado porque las importaciones de exterior de EEUU han aumentado (0.6%), y el valor de sus exportaciones han decrecido (0.7%). Y además el incremento no ha sido residual, sino que asciende a un incremento del saldo negativo de un 7.3% hasta los 46.300 millones de dólares, según datos publicados por el propio Departamento de Comercio que pueden leer en el enlace anterior. Entre las exportaciones que han salido más perjudicadas constan las de automoción y productos de consumo.
Centrándonos en el caso concreto del déficit comercial EEUU-China, éste se mantuvo estable en el entorno de los 32.000 millones de dólares. Ahora el revés se torna todavía más certero que antes, y, se mire por donde se mire, los primeros datos apuntan a una innegable inefectividad de la nueva política comercial desplegada por la Casa Blanca según el objetivo para el que fue concebida: hacer volver la balanza comercial con China a un terreno más favorable para Estados Unidos.
La tendencia general tampoco presenta un panorama alentador
Pero más allá del dato a corto plazo, la tendencia de los últimos meses tampoco da apenas motivos para el optimismo en el despacho oval, sino más bien para todo lo contrario. El déficit comercial de EEUU va camino de posicionarse en breve en el más alto de la última década, puesto que en los seis primeros meses de 2018 ha alcanzado los 291.200 millones de dólares. De mantenerse la tendencia, 2018 cerraría con el déficit comercial más alto desde 2008.
Por si esto no fuera poco, pasando el foco de análisis al impacto directo sobre la economía de China (el enemigo a batir), parece que los primeros ataques de Trump apenas le están infligiendo unos arañazos superficiales al blindado chino. De hecho, en cómputos globales, las exportaciones chinas, lejos de sufrir una caida, se han incrementado en Julio. Aunque tampoco podemos negar que muchas veces las cifras macro económicas China (y de otros países "dictapitalistas") hay que cogerlas con pinzas, y qué mejor ocasión para hacerlo que en una guerra, donde ya dice el refrán que todo vale.
Así pues, toda la polvareda internacional que ha levantado la política comercial de Trump, todas las disputas con competidores como China, todas las tensiones con socios y aliados tradicionales como Europa, todo lo que tenía como objetivo primordial reducir el abultado déficit, parece que no sólo corre el riesgo de no cumplir con lo prometido por activa y por pasiva por el presidente Trump, sino que lo que puede acabar cosechando es todo lo contrario. De hecho, en los primeros meses de contienda, así ha sido.
Todos expectantes por ver si se confirma la tendencia del impacto en los próximos meses
Pero es que la cosa no queda aquí ni mucho menos. Aunque inicialmente China trató de evitar el conflicto por todos los medios, ahora ya está en actitud belicosa, y ha pasado a un plano totalmente activo en este sentido. De hecho, China está llevando la delantera en trasladar la guerra comercial a un plano mucho más amplio y peligroso para Estados Unidos. El gigante rojo contra-ataca tácticamente lanzándose a la toma del control geoestratégico de materias primas y cadenas de suministro vitales para EEUU; un juego en el que además los dirigentes chinos han ganado una valiosa experiencia con sus practicas habituales en los últimos tiempos.
Como pueden ver, las cosas, lejos de calmarse, parece que pueden presentar peores datos en las próximas semanas. Como apuntaba el Washington Post en el enlace anterior, cuando entre en vigencia toda la batería de los últimos aranceles disparados por Trump, un total del 12% de las importaciones estadounidenses estarán sujetas a aranceles “made in Trump” (si no más, porque la lista aumenta casi cada día). Ante la falta muchas veces de productos nacionales alternativos (o posibilidad de ampliación inmediata de capacidad de producción), lo más probable es que ello acabe impactando en los bolsillos de los estadounidenses con un incremento de precios (también llamado inflación), al menos en el corto y medio plazo.
En todo caso, el déficit estadounidense, a pesar de ser expuesto como un extendido cáncer que está corroyendo peligrosamente la socioeconomía de EEUU, lo cierto es que actualmente asciende a un 3% del total de la economía estadounidense. Como apuntaba The Washington Post, éste déficit alcanzó el 5% antes de la Gran Recesión.
No obstante, hay que decir que, más allá de medir a Trump por su propia medida favorita, la mayor parte de los economistas no ven nada especialmente negativo en el incremento del déficit comercial de estos meses ni tampoco en ese 3% actual. Es casi un consenso en el mundo económico admitir que se amplía simplemente porque los estadounidenses son más optimistas ante el contexto de crecimiento económico generalizado en Estados Unidos (aparentemente). Y ese optimismo, junto con los efectos del recorte de impuestos de Trump, revierte en compras que también son en parte de productos provenientes del exterior.
Por el contrario, el presidente Trump ve el déficit comercial como una bestia negra a aniquilar, y concibe las relaciones comerciales de manera simplista como un juego en el que bipolarmente se pierde o se gana, simplemente evaluable por el signo del balance final de un superávit o un déficit comercial (en realidad hay muchos más factores a tener en cuenta). Además, Trump también ve muy fácil ganar una guerra comercial, y para él es tan sencillo como ponerse a disparar aranceles a cañonazos.
Pero incluso la concepción más obstinada en algún momento acaba empapada tras un baño de realidad, que puede hacer despertar de una onírica fantasía. Así parece que puede estar ocurriendo con este tema, y tal vez estemos teniendo la gran suerte de que Trump esté reconsiderando su cerril fijación. De hecho, aunque este análisis lleva premonitoriamente escrito más de una semana, esta vez la realidad se me ha adelantado (ante ustedes) por un día, y he tenido que editarlo para incluirles aquí la noticia que hizo ayer brotar la euforia en Wall Street: China y EEUU han anunciado que reanudan sus conversaciones para resolver el conflicto comercial. Puede ser que el escozor de la evidencia de estos datos traiga nuevos vientos a la Casa Blanca.
El gran peligro de que los datos objetivos no le estén dando la razón al contrariado presidente Trump es que haga un nuevo alarde del empecinamiento personal que ya ha exhibido en múltiples ocasiones, y que desde el Despacho Oval tomen la realidad por excusa para redoblar las agresiones comerciales (o incluso de otro tipo) de la infructuosa e improductiva política de “aranceles para todos”. Está por ver en las próximas semanas si Trump opta por admitir la realidad de los datos y llevar esas nuevas negociaciones con China a buen puerto, o si por el contrario es una mera maniobra de "parada y fonda" estratégica para retomar su espiral de agresiones comerciales con mayor virulencia.
Mucho me temo que la economía, y las relaciones comerciales como parte de ella, son uno de los sistemas más complejos que el hombre conoce (o pretende conocer), y, como tales, hay un gran margen de error si se simplifican excesivamente hasta donde no se debe. Cuando uno decide pintar el mundo de blanco y negro, no sólo se pierde por el camino una extensa y rica gama de grises, sino que además la gran mayoría que vive en esos tonos intermedios es totalmente ignorada, e incluso atacada tras haber sido bipolarmente categorizada en el negro más penetrante.
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