Y tras los recortes de impuestos a los ricos de Trump, la moda en EEUU es subírselos

Es y será eterno el debate sobre si beneficia más a la economía en su conjunto el subir los impuestos a los más favorecidos para así redistribuir la riqueza, o si por el contrario la economía crece más para beneficio de todos cuando se les bajan los impuestos a los que más tienen, y entonces se supone que invierten más y generan así más empleo para todos.

Uno de los países donde este debate ha estado siempre más vivo ha sido en Estados Unidos, donde los impuestos a los ricos han sido siempre sensiblemente inferiores a los de otras economías desarrolladas. El debate se reavivó sensiblemente con los mediáticos recortes de impuestos a los más potentados que prometió Trump en campaña (y que luego ejecutó). Pero ahora el debate da otro giro en aquel país, y de nuevo parece que la moda más popular es subir los impuestos a las clases más adineradas.

El eterno debate está servido desde que la economía es economía

Efectivamente, este debate fiscal lleva vigente desde que Hacienda es Hacienda, que es cierto que "Hacienda somos todos", pero en diferentes grados: es precisamente de la variabilidad de ese grado de lo que va el tema de ese eterno debate. Desde estas líneas, ya saben que no tenemos especial interés en entrar a bregar en debates tan manidos y tan poco originales. En ocasiones, hemos tocado ciertos temas que han rozado este tema, pero siempre con enfoques originales que pueden aportar algo más que las argumentaciones de siempre.

Lejos de valorar lo subjetivamente justo o injusto de cada enfoque, en el tema concreto de los impuestos y el crecimiento económico, mayormente nos hemos limitado a exponer la evidencia económica de la propensión marginal al gasto. Alguna vez ya les hemos explicado cómo un individuo adinerado al que se le bajan los impuestos, puede que se plantee invertir más (o no), pero lo que casi seguro que no hace es comprarse un segundo helicóptero, un segundo yate, o una segunda mansión en los Hamptons.

Cuando uno se lo puede permitir y tiene ya de todo, tener más dinero mayormente no le va a hacer gastar más para tirar de la economía. Por el contrario, especialmente indicado en tiempos de crisis, está el comportamiento de las clases con capacidad económica más limitada. La propensión de los menos pudientes a gastar un dinero extra que les llega en forma de rebajas fiscales es infinitamente más alta. Así, para las personas con necesidades y carencias económicas, en cuanto ingresen un extra con el que no contaban, es altamente probable que se compren esa pantalla plana que antes no podían permitirse, o hagan esa reforma en casa que tanto necesitan y para cuyo coste nunca lograban ahorrar..

La necesidad, la limitación de la capacidad económica, y además (lamentablemente) el estar más que acostumbrados a no tener ningún ahorro ya de por sí, hacen que la gente desfavorecida económicamente se gaste el dinero mucho más alegremente: tal vez en realidad mucho alegremente de lo que deberían dada su situación. Pero esto es psicología social, y lejos de clasismos entre ricos y pobres, es casi seguro que a la mayoría de los adinerados les ocurriría exactamente lo mismo si estuviesen en tan precaria situación. Así, cuando se trata de reactivar una economía languideciente, lo más efectivo es recortar impuestos a los que más limitaciones tienen.

Estados Unidos está en el ojo del huracán fiscal

En Estados Unidos, este debate siempre ha estado especialmente vivo, con una percepción popular especialmente propensa al culto al dinero, pero por la que también piensan que hay que recompensar a los emprendedores. El debate no es fácil, y hay pros y contras de uno u otro modelo fiscal, pero hay también pros y contras incluso entre las propias motivaciones de los que opinan de uno u otro modo: los hay que van desde el ramplón de que todos los ricos han ganado su dinero de forma antiética, hasta los que opinan que cada cual debe ser dueño de lo duyo sin fiscalidades que ven como excesivamente intervencionistas.

La campaña electoral de Trump reavivó una vez más los rescoldos de la polémica interminable, y sus generosos recortes de impuestos a los más ricos parece que en su momento calaron hondo entre el electorado: de hecho, Trump ganó las elecciones con no demasiadas medidas estrellas que cantó a los cuatro vientos, el bajar los impuestos a los ricos era una de ellas. Y efectivamente, llevarla a cabo la llevó a cabo con bastante inmediatez y diligencia (electoral).

Efectivamente, la recuperación económica llegó a Estados Unidos, pero es difícil saber en qué medida se ha debido más a las rebajas fiscales a los ricos, puesto que esta recuperación ha llegado igualmente a otras economías que no han optado por tal medida. Lo que sí sabemos es que esta recuperación en Estados Unidos ha sido muy desigual, y de hecho ha dejado "en la estacada" económica precisamente a los que fueron los graneros de votos de Trump, en los que la crisis se había cebado con especial virulencia. No obstante, estos graneros de votos siguen decantándose a día de hoy por el electo presidente, posiblemente porque sea el político que mejor encauza el sentimiento más anti-sistema.

Y tras el "Liberemos a los ricos de su yugo fiscal" llega de nuevo el "Tax the rich"

Pero como en todo eterno debate, las idas y venidas son igualmente continuas, hasta el punto de resultar mareantes y producir hartazgo. Así ha sido también en esta ocasión, y tras aquel eslógan Trump-iano de conceder las exenciones fiscales a los más ricos, parece que ahora la opinión pública estadounidense vuelve a melodías como la que proponían Aerosmith y aquel "Eat the rich", que ahora parece tomar forma en un fiscal "Tax the rich".

Antes de que lo lectores más ideológicos entren a juzgar la nueva percepción pública de EEUU, debemos detenernos sobre algunos antecedentes muy (pero que muy) significativos. Debemos empezar por poner de relieve cómo en el momento actual en Estados Unidos se viven tiempos de desigualdad no vistos desde los años 20 del fatídico siglo XX. Como pueden leer en este artículo del Washington Post, un nuevo estudio revela cómo en aquel país, la concentración de la riqueza está en máximos desde los "felices" años 20, llenos de excesos, y que desembocaron en la mortífera Segunda Guerra Mundial.

El dato concreto es que actualmente los 400 estadounidenses más ricos atesoran tanta riqueza nacional como los 150 millones menos pudientes. Vamos, es cierto que el debate que citábamos antes es ciertamente subjetivo, pero lo que es objetivo es que su subjetividad tiene un límite, y algunas diferencias deben hacer saltar todas alarmas de la desigualdad en una sociedad que se caracterizó por tratar de dar una porción del "American Dream" a todos sus ciudadanos.

Efectivamente, parece que ya se abren las nubes de la subjetividad, dando paso a los rayos de sol que iluminan el terrreno de lo objetivo. Lo decimos porque estamos hablando de que esos 400 americanos, que representan tan sólo el 0.00025 de la población adulta de EEUU, tienen los mismos haberes que el 60% de la población adulta que suponen los otros 150 millones del rango inferior de riqueza nacional. Por seguir poniéndonos en contexto, el porcentaje de riqueza nacional que poseen esos 400 afortunados supone triplicar el que tenían en los años 80. Ahí es nada.

Hay ricos que piden a gritos pagar más impuestos en pos de la sostenibilidad socioeconómica

Pero no somos los únicos para los que lo subjetivo ha llegado ya a un grado en que se ha tornado en objetivo. Lo cierto es que, paradójicamente, hay un movimiento que agrupa a ciudadanos adinerados que claman al cielo (político) pidiendo a gritos que les lluevan más impuestos. Imaginen cómo verán estas personas el desigual panorama nacional y su potencial insostenibilidad socioeconómica, para que estén pidiendo ellos mismos que les suban los impuestos.

Esta agrupación lleva por nombre el simbólico "Millonarios patrióticos", y la razón es que están plenamente convencidos de que que ellos mismos defiendan que les suban los impuestos es un acto patriótico que mira por el bien de la nación. Algo muy significativo es que entre estos millonarios haya ejecutivos del sector financiero, como por ejemplo Morris Pearl, que lo fue de la todopoderosa gestora de fondos Blackrock: es un sector con su buena dosis de especulación y sus juegos de intereses en pos de los más adinerados, pero que aún así no evitan que este ejecutivo abogue por que él mismo pague más impuestos.

Igualmente significativo resulta que, de los 200 acaudalados miembros de esta agrupación, 41 de ellos sean de Nueva York, que resulta ser una de la urbes del país en donde los ricos pagan más impuestos. Ya no es que estos ricos estén pidiendo pagar más impuestos, es más, es que además buena parte de ellos ya son de los ricos que más impuestos pagan. Deben estar ciertamente convencidos de sus demandas.

Y el americanito medio ahora piensa que los que deben pagar son los...

Pero, en un país mayormente democrático, lo que mayor importancia tiene a la hora de revelar los derroteros fiscales por los que se va a adentrar el país en el futuro más próximo es la opinión de los ciudadanos. Y esa opinión pública ha virado desde la campaña del presidente Trump y, como publica The Hill, ahora la población estadounidense aboga mayoritariamente por subir los impuestos a los más adinerados.

The Hill publicó los datos de una encuesta que revelaba que un 74% de los votantes estadounidenses es partidario de imponer un nuevo impuesto sobre el patrimonio de un 2% para los contribuyentes con activos por valor de más de 50 millones de dólares, y de hasta un 3% para los que superen los 1.000 millones. El apoyo a la medida era claro y contundente en todos los rangos de edad, en todos los estados, y para todos los grupos raciales, y de ambos lados del espectro político. En concreto, un 65% de los propios republicanos apoya la medida, cifra que se eleva hasta el 86% en el caso de los demócratas.

Pero es que los demócratas no sólo "han visto" la propuesta de subir los impuestos a los ricos, sino que han ido mucho más allá al calor del giro en la opinión pública, y han dado a luz toda una serie de propuestas de medidas impositivas con el punto de mira puesto en los que más tienen. Como publicó The New York Times, la serie fiscal es un culebrón que no parece tener fin en los medios, y una de las medidas más mediáticas ha sido la demócrata de proponer duplicar la tasa impositiva máxima. Obviamente, otra propuesta demócrata va en la línea del impuesto sobre el patrimonio, y que resulta ser una medida especialmente agresiva, puesto que dicho impuesto nunca antes ha existido en Estados Unidos.

Este giro demócrata (y no olviden que también republicano) supone el viraje de rumbo más brusco en las asunciones económicas demócratas más fundamentales desde Bill Clinton, que cominó a los americanos a abrazar la aproximación más neoliberal a los mercados cuando, en 1996, en su discurso del estado de la Unión, declaró que "la era del gran gobierno había tocado a su fin".

Para concluir, no se puede negar que, como les decíamos antes, cuando la subjetividad raya en la obviedad de volverse objetiva, es momento de adoptar nuevas medidas y corregir errores de cálculo anteriores (que haberlos siempre puede haberlos), hasta que el debate vuelva a una zona más neutral y, de nuevo, subjetivamente más equilibrada. Pero no es menos cierto que todas estas idas y venidas en las políticas económicas más fundamentales e influyentes, a un servidor le dejan con el sabor en la boca de estar remando en círculos a lo largo de los lustros.

Hemos estado remando todos durante años para acabar exactamente en el mismo punto del que partimos hace décadas, y parece que por el camino lo único que ha quedado justificado era el sueldo del timonel que iba indicando el rumbo. Remen, remen, y remen, en realidad parece ser lo único que les importa a algunos: que sigamos remando. Hacia dónde ya es "harina de otro costal (o más bien, costalero)".

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