Aquel Brexit que conmocionó a Europa en su momento, pierde momentum en los titulares informativos. Los ciudadanos europeos asisten al espectáculo de ridículo autoinducido de los británicos con una mezcla de sensación de ser espectadores, y de estar en compás de espera de ver por fin el intrigante desenlace del drama. Muchos están ya incuso saturados informativamente con el tema.
Pero que estemos algo hastiados de un tema perenne en las portadas salmón durante muchos trimestres, no le resta ni un ápice de gravedad, ni para los grandes damnificados (que son los británicos), ni para los que sufrirán los daños colaterales (que son los europeos).
Y ahora la última ocurrencia que nos llega desde las islas británicas para hacer frente a tan rocambolesca situación supera a todas las anteriores: ahora quieren un Brexit sin Brexit.
Con los antecedentes que hemos venido viendo, no debe extrañarnos esta nueva ocurrencia
Por si no era suficiente con ver cómo los británicos metían masivamente y al unísono la pata (o más bien el voto) en las urnas, eligiendo un democrático suicidio en forma de divorcio de Europa, y con ver cómo los mercados sufrían un descalabro que les habíamos pronosticado detalladamente. Por si no era suficiente con ver como después los responsables del desastre desaparecían de la primera línea política. Por si no era suficiente con ver cómo la campaña del Brexit estuvo marcada por los bots, la propaganda extranjera y la desinformación planificada, de lo cual se ha hecho eco incluso un informe del Senado de EEUU.
Por si no era suficiente con ver cómo los pronósticos del Blog Salmón se hacían realidad en la primera ronda de las negociaciones. Por si no era suficiente con ver cómo desde la isla amenazaban a la desesperada con un Brexit duro, que para los que más duro sería habría sido para ellos mismos.
No, todo esto no era suficiente, y cada día los políticos y negociadores británicos hacen un nuevo alarde de su capacidad de improvisar ideas (in)felices y nuevas ocurrencias. El primer canto de sirenas escandaloso fue aquella propuesta sin pies ni cabeza, que llegó incluso a portavoces oficiales, de proponer robots para luchar contra los efectos del Brexit. Pero con música de Looney Tunes resuena más allá del canal de La Mancha aquella sintonía con voz enlatada que decía: "No se vayan todavía, aún hay más".
Tras El Dorado del "Vote Leave" del Brexit, y tras las amenazas del "Hard Brexit", ahora llega a sus pantallas el "Brexit sin Brexit"
Los más asiduos de estas líneas ya saben acerca de nuestra posición sobre esa democrática metedura de pata masiva que supone el Brexit para la economía del Reino Unido. Ya les hemos dicho antes también cómo incluso les hemos adelantado algunas (por entonces) futuras evoluciones tanto de las negociaciones como de la posición británica. Esta evolución más "veleta" que "de meta", ha sido el resultado de recurrir como baza negociadora a contínuos bandazos, que no hacen sino mostrar en crudo lo desesperados que tras los bastidores están los dirigentes británicos. Se trata de esos cambios de parecer entre extremos, típicos del que no sabe ni qué hacer.
Personalmente, a un servidor este estilo de conducción errático e improvisado le recuerda mucho a un coche circulando por la autopista que va de lado a lado cuando vienen dos camiones de frente ocupando toda la calzada. Da bandazos como reflejo visceral, intentando encontrar una salida que no existe, pero mucho me temo que esos bandazos no le van servir de nada para evitar la colisión. La única manera de evitar lo inevitable en estos casos es ser rápido, saber ver que se debe dar marcha atrás, maniobrar avezadamente, y ponerse a circular en el mismo sentido que el gran convoy que le iba a arrollar.
Y las últimas noticias que nos llegan de Downing Street son uno más de esos bandazos y esas muchas ocurrencias improvisadas. Una vez más, lo han vuelto a hacer, superando las cotas de lo absurdo anteriormente conquistadas. Esta misma semana, el diario El Español nos contaba cómo es ese citado plan actual de May de lograr un "Brexit sin Brexit". Vamos, es como ir a la peluquería y dejar atónita a la peluquera al pedirle que se quiere un pelo liso pero rizado.
¿Cómo se ha llegado hasta aquí para proponer otra idea absurda?
El origen de esta nueva idea viene del hecho de que en las islas se sienten ya físicamente acorralados, antes incluso de estarlo verdaderamente. Todos sabemos cómo Trump siempre ha sentido muy poca simpatía (por decirlo de una forma suave) por la idea de una Europa unida; de hecho, ha acudido al frugal y cortoplacista rescate propagandístico de los desolados británicos. Y lo ha hecho sacando a relucir como premio de consolación la idea de un tratado comercial entre Reino Unido y EEUU que compense el desastre del divorcio de Europa.
El argumento que podía de nuevo encender la llama de la ilusión de los británicos con el Brexit en el horizonte, esta semana se ha dado un nuevo y sonoro batacazo, arrastrando consigo de nuevo a muchos ciudadanos y políticos a un renovado pesimismo (muy justificado). El tema es que un punto vital para Londres en torno al Brexit es que necesitan como el beber que no se vuelva a establecer una frontera "dura" en Irlanda del Norte. No quieren volver a los oscuros tiempos de aquel Ulster dividido y ensangrentado.
Pero la pregunta que ha surgido en las mentes más avezadas ha sido que cómo se podía alguien plantear el conjugar una frontera casi inexistente en Irlanda del Norte con un tratado comercial con EEUU. En realidad eso acabaría convirtiendo esa frontera en un nido de contrabandistas legales, y en un discurrir contínuo de mercancías "made in USA" (y viceversa) que no pagarían los debidos aranceles ("made in Trump", por cierto). Tratar de imponer la legalidad comercial en esa frontera sería como tratar de coger agua con una bolsa llena de agujeros.
Hasta tal punto era evidente el sinsentido aduanero y comercial, que incluso la premier Theresa May se ha visto forzada a descolgarse del supuesto salvavidas de un acuerdo comercial con EEUU. Y volviendo a la triste realidad de tener que volver a las negociaciones con Europa en una posición de debilidad extrema interna y externa, y con pocas opciones más aparte de claudicar ante Bruselas, May ha llegado al callejón sin salida en el que ha pintado con spray un "I love Brexit without Brexit", a ver si cala entre los transeúntes.
¿Qué quiere decir la premier británica con su "Brexit sin Brexit"?
Pero, ¿Qué hay exactamente tras el "Brexit sin Brexit" de la señora May? Pues la verdad, exactamente eso, porque la expresión sintetiza fidedignamente la última ocurrencia del gobierno británico. Primeramente, deberíamos empezar definiendo qué es exactamente el Brexit, que no es poco. Este punto les parecerá meridianamente claro a algunos, pero lo cierto es que ni los propios británicos saben exactamente qué es el Brexit; de hecho, según nos contaba El Español en el enlace de antes, el Gobierno de Reino Unido estuvo el viernes pasado en aislamiento para tratar de dar respuesta a tan trascendente cuestión.
Ese "Brexit sin Brexit" ya ha recibido incluso uno de los famosos acrónimos anglosajones, y que es BRINO o "Brexit sólo de nombre" ("BRexit In Name Only", por sus siglas en inglés). Con dicho BRINO, May pretende evitar la frontera dura irlandesa y poner a salvo a la industria británica, y pretende conseguirlo haciendo que Reino Unido se mantenga dentro de la unión aduanera europea, además de también dentro del mercado único de productos y bienes agrícolas (y está por ver si de servicios, para montar en el bote salvavidas también a la City de Londres).
Y aquí viene el por qué insistimos en calificar desde estas líneas la propuesta como un absoluto absurdo. Lo hacemos al comparar la posición y el papel que desempeña (todavía) el Reino Unido dentro de la UE actualmente, en la cual tiene derechos, obligaciones y... sobre todo una voz con voto.
Con el absurdo BRINO, Londres se encontraría con la kafkiana situación de que deberá seguir acatando las reglas de la Unión Europea en este sentido, pero ahora sin tener ningún poder de decisión ni poder director en Bruselas. Vamos, no es que la nueva posición sea indefendible, es que claramente supone haber ido a (mucho) peor frente a la alternativa de no haberse ido. Ahora bien, mucho peor es un Brexit duro, claro está, y en esas debe de estar Theresa May.
Y tras esta singular propuesta, aparte de las lógicas resistencias internas de los Brexiteers más acérrimos, May también ha chocado de nuevo contra el muro único europeo. En Bruselas han recibido con frialdad y excepticismo la nueva maniobra política de Downing Street y, como informaba El Español, la línea roja infranqueable de la Unión es que no se puede elegir a la carta qué se quiere de la UE y qué no.
Para Bruselas las cuatro libertades europeas van en un pack único e indivisible: la libre circulación de personas, la libre circulación de mercancías, la libre circulación de capitales y la libre circulación de servicios. Son lentejas, lentejas y lentejas, y lo han sido siempre incluso cuando estas libertades se diseñaron, mucho antes de que la palabra Brexit siquiera existiese como tal.
El mechero que prende la mecha obedece a su dueño; la llama prendida no
A los inconsolables británicos que ya han visto todas las coherentes razones del "Remain" frente al fervor populista de los Brexiteers, ahora les pasa como les está pasando en todos los lugares donde la ciber-guerra social ha hecho mella entre la población y ésta ha radicalizado sus posiciones.
No se equivoquen, en Downing Street no están inspeccionando las primeras fisuras del buque británico. Ni tan siquiera pueden ser calificadas de profundas grietas. Se trata ni más ni menos de la amenaza de que la polarización social que trajo el Brexit se convierta en un auténtico cisma civil. Líderes como Farage ya dieron buena cuenta de ello advirtiendo de que si May no ejecutaba el Brexit "cogerían un rifle y se irían a primera línea de combate". La política británica polarizada sólo es una muestra más de este cisma, pero en un plano de altas esferas.
El quid de la cuestión es que, al calor del Brexit, muchos políticos oportunistas subieron al tren a millones de pasajeros enfervorizados rumbo a un idílico e ilusorio El Dorado. Aunque el tren esté parado en el andén, no tenga máquina motora, ni un destino real que figure en el mapa, el caso es que los pasajeros ahora se niegan a abandonar su asiento sin que les entreguen su sueño prometido hecho realidad. Y hay cosas que ni con chistera, oigan.
El problema es que la situación realmente amenaza de forma muy seria con desbordarse con un motín violento que tome las calles. Vamos, nada demasiado distinto al desarrollo de los acontecimientos inducidos por la propaganda en otros lugares, con otro ejemplo en el Catexit de Cataluña, en el que el riesgo real de fondo pasa por tres cuartos de lo mismo. Es lo que tiene encender llamas enfervorizadas: que luego no hay forma de apagarlas, ni aun cuando quieran hacerlo los mismos que las encendieron.
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