Pero las cooperativas no son una solución sencilla. Fueron varias las centrales lecheras que surgieron en esa época y muchas las que desaparecieron, como la vecina Central Lechera de Gijón LAGISA. Algo que no es exclusivo del sector alimentario, pocas empresas han crecido con una estructura cooperativa y mutualista. Y las que lo han hecho no han tardado en convertirse en sociedades capitalistas convencionales como VISA, MAPFRE o las Sociedades Hipotecarias británicas. En el caso de CLAS, la transformación empezó cuando constituyo la sociedad Corporación Alimentaria Peñasanta donde la central lechera posee más de la mitad del capital y donde también participan la multinacional francesa Boigran, Caja de Asturias y la Caja Rural de Asturias. La central aportó la marca comercial y sus instalaciones mientras las aportaciones de los socios permitieron la realización de nuevas inversiones.
Pero la estructura cooperativa de la central sigue representado una dificultad para la expansión de la actividad. Además se produce un problema adicional. En CLAS conviven dos tipos de socios: los activos que siguen proporcionando leche (que era el objetivo original de las centrales lecheras) y pasivos que disponen de derechos económicos pero que no son proveedores.
Una posible conversión de CLAS en una sociedad capitalista convertiría a los socios en accionistas lo que supondría enormes beneficios dada la evolución que ha experimentado la empresa asturiana. Pero a la vez diluiría el poder de decisión de los socios que son proveedores de leche a la empresa. Como en el caso de Volkswagen, un conflicto de intereses.