Dicho así, parece una salvajada, utilizando el mismo adjetivo que ha utilizado el diputado de Cádiz, Rafael Román, al trasladar a Joan Clos, ministro de industria, la gravedad de esta situación. Pero lamentablemente los gestores de la empresa tienen sus razones: perdidas operativas de 150 millones en los últimos cinco años, elevados costes y baja competitividad, por lo que la factoría ha sido incapaz de atraer nuevos contratos. Ante este panorama, y abstrayéndonos del drama humano, uno casi entiende que la americana haya decidido echar el cierre.
En todo caso, no está todo dicho. Los andaluces recuerdan otros casos similares en los que la acción ciudadana acabó movilizando los recursos de la Administración para hacerse cargo de la situación, como ocurrió en Santana motor o más recientemente con los astilleros de Sevilla. No estoy en contra de este tipo de medidas, pero siempre que se garantice un plan de viabilidad y rentabilidad de la empresa. No olvidemos que el dinero de la administración es el de todos, y para andar perdiendo decenas de millones de euros al año es preferible buscar otras alternativas. Mientras tanto, me temo que volveremos a ver neumáticos arder en el puente Carranza...