Pero además de eso, ahora se sabe que las autoridades alemanas llevan tiempo investigando la posibilidad de que Volkswagen no actuara sola y que tuviera un aliado para llevar a cabo la trampa. Y se trata de otra gran compañía alemana, que a parte de hacer electrodomésticos también suministra componentes a la industria automovilística.
La Fiscalía germana ya investiga a este otro gigante empresarial, Bosch, que tiene 30.000 empleados en todo el mundo y unos ingresos de más de 45.000 millones de euros al año. Aunque las pesquisas no han comenzado ahora, sí es en este momento cuando la noticia se ha dado a conocer, lo que supone un nuevo jarro de agua fría para la economía del país antes de finalizar el año.
Si se confirman las sospechas y se prueba que Bosch colaboro en la manipulación de los motores de los automóviles suministrando las componentes para realizar el amaño, el sector empresarial alemán se verá envuelto en una fuerte crisis que, aunque por el momento ha sido capaz de contener, puede estallar con fuerza en 2016.
Como es evidente, Bosch niega cualquier implicación en la trama, pero eso tendrán que probarlo las autoridades. Por lo tanto, el culebrón tiene visos de extenderse en el tiempo, lo que no ayuda a la marca Alemania alrededor del mundo.
¿La economía alemana en entredicho?
Por mucho que se quiera seguir poniendo a la economía germana como el ejemplo a seguir en Europa, el escándalo de Volkswagen es una prueba de que calificar su sistema como absolutamente ejemplar no es adecuado.
Sí, es cierto que es un país que ha sabido crecer sin endeudarse hasta las cejas, lo que es de aplaudir, pero a costa de empobrecer a una parte de su población a través de los llamados minijobs de 400 euros al mes. No es oro todo lo que reluce en la nación gobernada con mano de hierro por Angela Merkel, quien se ha encargado de guiar los designios económicos de la UE durante toda la crisis.
Al fraude de la marca de coches se suma también el sector financiero, que parece que no es tan boyante como nos han querido vender. Mientras las entidades españolas eran rescatadas, se ponía a la banca germana como ejemplo de solvencia, pero parece que la situación no era tan idílica.
Hace ya unos meses contábamos que Deutsche Bank está en números rojos –pues registró pérdidas de 6.000 millones en el tercer trimestre de este año- y que va a acometer un duro plan de ajuste que se traducirá en 15.000 despidos y un reajuste de los procesos del banco, pues parece que no se ha estado gestionando con la debida disciplina durante los últimos años.
Todo esto puede sumar un cóctel explosivo que en 2016 puede dejar a la economía alemana tocada mientras otros países de la zona euro avanzan, como puede ser el caso de España –con matices-.