Como sabemos, estamos en dificultades económicas y, con ellas, tenemos altos déficits públicos y creciente deuda estatal y, en este contexto, es muy importante reducir estos déficits públicos.
Normalmente, se ve la necesidad de reducir el déficit con una combinación de incrementar los ingresos y una reducción de gastos. En el primero de estos, acabamos de ver la subida del impuesto sobre el valor añadido (IVA) y en la parte de los gastos ya hemos visto varios anuncios de reducción, los más llamativos, ya comentados en estas páginas, siendo la reducción de los sueldos de los funcionarios, la suspensión de la revalorización de las pensiones con la inflación el año que viene y la eliminación de los 420 euros para los desempleados.
He hablado bastante en estas páginas, con ejemplos concretos, de la necesidad de incrementar ingresos y de la necesidad de reducir gastos, y no sólo yo. Lo que también he hablado bastante es que es inaceptable en una sociedad moderna la reducción de gastos a través de quitar lo poco que reciben los más necesitados.
Por eso es importante analizar bien los presupuestos del Estado y tener las tijeras cerca, ya que hay mucho que se puede hacer antes de pensar en empeorar la vida de los más necesitados.
Aparte de la reducción de ministerios, y sus respectivos enchufados, algo del que se ha hablado pero del cual hemos visto exactamente cero, todo ministerio tiene gastos innecesarios y muy poco prioritarios. Es decir, es bonito tenerlos pero, en tiempos difíciles, lo sólo bonito es lo primero que debe ver la puerta.
Esto es lo que pensé cuando vi que el Ministerio de Cultura ha concedido el Premio Nacional de Cine, al cineasta y presidente de la Academia de Cine, Alex de la Iglesia. Este premio está endulzado con 30.000 euros.
Con todos mis respetos al señor Alex de la Iglesia, ahora no es el momento de estas tonterías y, si se da el premio, debería ser sin gasto. El prestigio debería ser más que suficiente.
Y sobre la cena de entrega que supongo que están planeando, como se suele hacer con estos premios culturales, que vendan los derechos a alguien que cubra los gastos y genere ingresos. Si no, se cancela la cena también.
Vía | El País
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