California no es el Estado más afectado de Estados Unidos pero es, quizá, el más simbólico y en el cual todo se manifiesta en forma ampliada: la tasa de desempleo es del 11,5%, dos puntos más por encima de la media del país. Los ingresos fiscales (producto de las reducciones de impuestos y de la caída en los precios de las propiedades) se han ido a pique y tienen al Estado en una situación más grave que en la Gran Depresión de hace 70 años. California ha sucumbido al vacío del mercado. Ante la imposibilidad de hacer frente a los 26.400 millones de dólares de déficit, el Estado ha comenzado a imprimir pagarés para satisfacer con ellos a empresas, compañías públicas, y privados. Los pagarés tienen un vencimiento a 90 días. Y el reclamo, como lo recoge Los Angeles Times, es enardecido: “yo no puedo pagar los salarios con un pagaré, tampoco puedo pagar las cuentas, y debo pagarlas ahora”, señala el dueño de una tienda.
La quiebra técnica del Estado de California era algo anunciado desde hace mucho tiempo pero el vano optimismo pudo más que el realismo para aplicar los ajustes estructurales que esta ciudad requería desde mediados de los años 90 (a principios de esa década también California se vio en serios apuros). Los republicanos se negaron a hacer reformas estructurales y lo dejaron todo a expensas del mercado.
La difícil situación que vive California está en la base de todo el sistema: la recesión ha provocado una drástica caída de los ingresos fiscales lo que ha provocado un cuantioso desequilibrio presupuestario. Al no poder reprogramar sus flujos hacia un equilibrio de largo plazo, producto de una caída en el 40% y 50% en el valor de las propiedades, ha sucumbido. El gobierno de Schwarzenegger recortó los sueldos de maestros, policías y bomberos. Pero ni aún así pudo pagarlos.
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