Hace cerca de dos años, un artículo de Cesar Molinas en El País, incluido en su libro Qué hacer con España, puso el dedo sobre la llaga de la crisis que estábamos viviendo. En Una teoría de la clase política española acusaba a nuestros partidos de ser una elite extractiva, en los términos de Acemoglu y Robinson, generadora de burbujas. Pues bien, si aquella teoría fue recibida en general, positivamente, no sé cómo lo hará la que extiende el carácter extractivo de las élites a las masas. Miento, sí que lo sé, será rápidamente descartada al no permitir la identificación de un malvado ajeno a nosotros mismos, al impedir exorcizar nuestros demonios transfiriendo la culpa a un tercero.
Me estoy refiriendo al artículo de hace unos días en el mismo diario de Benito Arruñada, La culpa es nuestra. Atención al siguiente extracto:
Por ello es superficial responsabilizar de la situación solo a los políticos, a las élites o las instituciones. Cambiarlas es costoso y no asegura nada. Y es erróneo exonerar a las masas. En realidad somos igual de “extractivas” que las élites: el fraude no campea solo en la fiscalidad de grandes fortunas, sino también en la economía sumergida y las prestaciones sociales. Además, las masas somos, probablemente, más “disipadoras”: nuestro mayor derroche, la sobreinversión en obras públicas, cuenta con apoyo general y, más que distribuir rentas, las dilapida.
Al leer el artículo me he sonreído, y me he acordado de este post mío del pasado octubre, Si nos representan, no nos pagan, que viene a entroncar con el desafecto que surge entre élites y masas, igualmente extractivas:
Cuando gritan que no nos representan lo que quieren decir realmente es que no nos pagan, con el dinero que previamente nos han obligado a soltar, lo que nosotros esperábamos. Es entonces, cuando nosotros no recibimos lo nuestro cuando descubrimos que son unos corruptos, que son una casta, que…Y los políticos que, no son tontos, saben perfectamente que su representación se basa, en buena medida, en satisfacer esa miríada de grupos de interés claves.
Por supuesto, la responsabilidad de aquellos que ocupan puestos de gestión relevantes es mayor que la de otros. Pero mayor no quiere decir que sea única, y aquí, el tiempo de silencio que hemos vivido, esta cultura de la transición basada en tabúes inviolables se ha venido abajo al acabarse las mordidas fiscales correspondientes, con las que compraban las adhesiones democráticas.
¿De dónde cree la gente que procede nuestra clase política? Conocen perfectamente a sus votantes. El político es uno de los nuestros (dicho en sentido cinematográfico).
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