El tema de la Renta Básica Universal (RBU) lleva varios años en boca de todos. De hecho en España lleva rondando la política más de 10 años. Pero volvió con mucha fuerza cuando Podemos lo propuso en su primer programa electoral.
Lo cierto es que este tipo de renta es una propuesta que surge de vez en cuando tanto desde la izquierda como desde la derecha. Y todo el mundo miraba al experimento de Finlandia, primer país avanzado que hacía algo parecido. Sin embargo el proyecto no se va a expandir más allá. Pero el principal problema de la RBU no es este, el principal problema es que los números no cuadran.
Renta universal o renta específica
El dilema está en si los Estados usan rentas específicas o universales para la redistribución de la riqueza. Una renta específica es, por ejemplo, que un parado cobre una prestación por desempleo. El solicitante tiene que demostrar que le han despedido, que ha cotizado lo suficiente, etc. Y percibirá una renta mientras busca trabajo (y normalmente durante un tiempo limitado). Otras rentas específicas pueden ser de inserción, de baja por enfermedad y un largo etcétera.
Los que promueven las rentas universales lo hacen por dos motivos. El primero es el de la dignidad: todas las personas deberían tener derecho a unos mínimos, no hay que estar continuamente mendigando ayudas. Esto va ligado también a que la automatización del trabajo puede incrementar de forma rápida el desempleo y concretamente el desempleo de larga duración. El paro de larga duración es un tema muy complicado, no solo en el aspecto personal, también en el económico: en muchos países hay que pasar de prestaciones contributivas a otras menores y mucho más complicadas de obtener. Estos razonamientos suelen hacerse desde la izquierda.
La otra razón por las que se suele defender la RBU es por la eficiencia. En lugar de tener prestaciones y ayudas de muchos tipos con mucha gestión y control burocrático (que cuesta dinero), todo se puede sustituir por una única renta automática y punto. Este argumento se suele usar desde la derecha.
Simplicidad sí, pero veamos los números
Efectivamente el sistema de ayudas se puede simplificar mucho con una RBU, pero los costes siguen siendo mucho mayores que usando unas rentas específicas. Recientemente Hacienda ha escrito un informe sobre lo que supondría una implantación en España, que ha sido filtrado a El Independiente, y efectivamente hay muchas ventajas. Pero los números no cuadran.
El informe dice que la RBU si se eliminaran todo tipo de ayudas incluyendo las pensiones sería de 294,31 euros mensuales, y de solo 78,25 euros mensuales si no se tocan las pensiones. Ese es el problema.
Incluso si incluimos las pensiones la RBU es muy baja. Imaginemos una baja por enfermedad en la que el sueldo se reduzca a esa cantidad. O que ante el desempleo solo se tuvieran dichos ingresos. Sí, es cierto, la renta se cobraría siempre y se podría crear un colchón individual para esas situaciones, pero es muy escasa. Y sin eliminar las pensiones la cantidad es irrisoria.
Ganadores y perdedores
El informe (o su filtración) lo deja muy claro: habría muchos ganadores (casi un 75% de las personas cobraría más, principalmente porque ahora no disfruta de ninguna ayuda) pero los perdedores perderían mucho (casi 700 euros al mes).
Ese es el problema de la RBU, que si no queremos aumentar la capacidad de gasto y recaudación del Estado a unos niveles insostenibles, las cifras no cuadran. Los perdedores, aunque minoría, pasarían a la indigencia, y eso es lo que quiere evitar el Estado con las políticas de redistribución.
La RBU está condenada, a no ser que el empleo desaparezca casi por completo debido a la robotización, ya que los números no cuadran. De momento las ayudas específicas, a pesar de requerir unos gastos de gestión mayores, son más baratas.