Ahora vemos que no son sólo las autoridades protegiendo la veracidad de los anuncios que se están interesando en estas declaraciones y en estos productos.
En Estados Unidos, la Food and Drug Administration y por aquí la European Food Safety Authority, los que regulan al sector farmacéutico, han anunciado que investigarán estos anuncios con el objetivo de exigir de las empresas que proclaman los beneficios a la salud de sus productos que produzcan los estudios y que sean del mismo rigor que los exigidos a las empresas farmacéuticas.
Parece que algunas empresas están anunciando beneficios muy dudosos, por eso acaba de ser sancionada la empresa estadounidense de alimentación, General Mills, fabricante de los cereales, Cheerios, por proclamar que son “clinically proven to lower cholesterol” (es decir, probado clinicamente que reducen el colesterol), ¡pues que nos enseñen las pruebas!
Una cosa es el desarrollo de marcas para que los fabricantes puedan asegurar la calidad de sus productos y para que los consumidores tengamos confianza en esta calidad y en el hecho de que estos productos con marca conocida no nos dañe la salud. Otra cosa es que ahora se anuncie que sus productos, no sólo no me harán daño, pero que me benefician la salud.
Esto ya no es un problema de asegurarse que la publicidad sea cierta. Se ha convertido en un tema de protección de la salud pública.
Normal, si las empresas van a declarar beneficios para la salud, se están metiendo en el apartado donde las empresas farmacéuticas han tenido que cumplir con requerimientos desde hace tiempo.
No sorprende que las empresas de alimentación no quieran se catalogadas igual que las farmacéuticas, estas tardan años y millones de inversión para conseguir aprobación de sus productos.
Vía | Economist (en inglés)
En El Blog Salmón | Actimel y la verdad en la publicidad