No, la reindustrialización no compensará los trabajos del turismo

Cuando se habla de que el turismo crea muchos puestos de empleo, la respuesta de sus detractores suele ser una mezcla de investigación y desarrollo y reindustrialización. En realidad esta reindustrialización de la que se habla no es más que un mito que no va a compensar el empleo de la industria que supone el 11% del PIB español.

El concepto parece que si se van los turistas e invertimos en I+D aparecerá una potente industria de alta tecnología. Es como si lo que impidiera a Tesla abrir fábricas en España fueran los restaurantes del Born en los que directamente te atienden en inglés o los pisos que se alquilan en Malasaña por AirBnB o los hooligans borrachos de Magaluf. No, cuando se vayan estas personas, no va a llegar Apple a abrir un centro de desarrollo, Airbus a fabricar morros de avión, Tesla a montar coches y Adidas zapatillas de alta tecnología. En todo caso lo contrario, ya que la imagen de país abierto y acogedor se habrá acabado y eso no es bueno para las inversiones.

Reindustrialización, la industria nunca fue lo más importante pero tampoco se ha ido

Lo primero es que no deberíamos de hablar de reindustrialización. Ese concepto no es correcto. Al contrario que Inglaterra, Alemania o Francia, España no se industrializó en el siglo XIX aprovechando el potencial de las cuencas de carbón, salvo las excepciones principalmente en Cataluña y País Vasco. Recordemos que estuvimos el siglo XIX ocupados con las guerras carlistas y la desamortización.

La industrialización se produjo principalmente en el siglo XX, con aprovechando las guerras mundiales y el boom económico mundial de los años sesenta. Estar en la Europa de los bloques y ser menos desarrollados permitió fabricar con menores costes laborales que en los vecinos del norte.

Pero en los últimos cincuenta años, la industria nunca ha sido el primer sector de nuestro PIB. En 1970 era el 34% del PIB y el 25,3% del empleo. En 2013 el 17,5% y el 13,6% respectivamente. Como se ve en los gráficos, aunque el peso de la industria y la energía han disminuido en el PIB y en el empleo, el mayor trasvase ha sido de la agricultura a los servicios. Este cambio sucedió bastante antes en el tiempo en países más avanzados.

No es que el output ni el empleo hayan bajado mucho, el gráfico siguiente muestra el número de personas ocupadas en cada rama de actividad entre 1980 y 2004, eliminamos por tanto el impacto de la crisis del petróleo y los años duros de la transición a la democracia por un lado y por el otro los últimos años del boom de la construcción y el crecimiento. De derecha a izquierda vemos que la cantidad de empleos en la industria no ha disminuido, sino que permanece constante desde la primera mitad de los años 80 (recordemos al reconversión industrial), mientras que la disminución de la agricultura y el crecimiento de los servicios son constantes.

Lo que quiero mostrar con estos gráficos es que ni la industria llegó a ser preminente ni ha caído tanto en términos absolutos como parece. Es cierto que hubo una reconversión industrial a comienzos de los ochenta, pero después de entonces la industria ha mantenido el tipo. No obstante, el crecimiento de los servicios es lo que ha sido el gran cambio en la economía.

Una tendencia en contra del resto del mundo

Además el crecimiento de los servicios y el estancamiento de la industria no son extraño en las economías desarrolladas, especialmente en los empleos. Las naciones empiezan siendo agrícolas, después la industria crece y por último los servicios toman el protagonismo de la economía.

Si en España uno de cada cuatro empleos de la recuperación están relacionados con el turismo, en Estados Unidos no se quedan atrás. Según un artículo del Atlantic, los restaurantes (incluyendo los de comida rápida y los bares) son el sector que más empleos crean. Más que la construcción o el sector salud. Estados Unidos ha pasado de ser una nación fabricaba cosas a una que sirve cosas. Hablar de la industria hoy en día en EEUU como hizo Donald Trump es aludir a un pasado, no a cómo funciona la economía hoy en día. Esto es lo que está sucediendo en la economía más grande y más avanzada tecnológicamente del planeta.

En el mismo país que Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft los restaurantes son los que más crecen. El mundo de Instagram de fotografiar todo aquello que ingerimos con buen aspecto estético. Además el apetito por comidas cada vez más complejas, hace que haya más puestos de trabajo para satisfacer el servicio. Al fin y al cabo esa espuma de cantalupo con perlas de fresa y virutas de chocolate negro que me acabo de inventar, requiere más trabajo que sacar un helado del congelador.

Es cierto que estos empleos, al igual que los tradicionalmente femeninos, los sueldos son más bajos que en las industrias y otros empleos más tradicionales. Pero eso no quita que la tendencia esté ahí.

Las industrias del futuro no son de trabajadores, son de robots

Aunque se consiguiera luchar con la tendencia contra la terciarización de la economía ¿sería posible industrializar el país a base de I+D? La verdad es que parece poco probable, entre otros motivos porque los esfuerzos en la industria están yendo hacia aumentar la productividad disminuyendo la cantidad de horas de manos de obra.

No se trata sólo del robot capaz de hacer pantalones de denim o camisetas deportivas, tampoco de que Elon Musk quiera prescindir de los trabajadores en su fábrica de coches, se trata de todo el sistema industrial que puede mejorar extraordinariamente mediante las nuevas tecnologías.

Ya se ha hablado en estas páginas de Industry 4.0, pero en resumen supone el proyecto industrial alemán de aplicar las nuevas tecnologías informáticas (computación en la nube, inteligencia artificial, robotización…) a la producción industrial.

Quizás debemos de dejar de despreciar el turismo. Es una industria creciente en todo el mundo y España es un país con experiencia, ventaja competitiva natural (por naturaleza, patrimonio histórico e incluso precios) y con una fuerte posición de mercado. Otra cosa es que ciertos mercados estén más o menos saturados y que también se pueda atraer a un turista que en vez de pintas a un euro en Benidorm prefiera gastar más dinero en coctelería cara. Aunque esto suponga tragarnos ese clasismo absurdo que se destila de muchos comentarios despectivos hacia los empleados de la hostelería.

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