En las últimas semanas, y en especial después de las elecciones municipales y autonómicas que tuvieron lugar en el pasado mes de mayo, se ha internalizado la creencia generalizada de que estamos ante una segunda oleada de la crisis, de mayor incidencia sobre la economía familiar y aún más agresiva con el tejido empresarial y el empleo.
Esta impresión, en muchos de los casos, procede del estancamiento económico y de la sensación de que tras casi cuatro años que distan desde el estallido de la burbuja inmobiliaria en el verano de 2007, aún no se aprecian mejoras sustanciales sobre la economía. Una economía que se encuentra muy deteriorada, y que cada vez parece quedar menos ilusión por cambiar las cosas y salir hacia adelante.
Por ello, más que una ‘segunda oleada’ aprecio un agotamiento de la paciencia, de la confianza en el potencial que las distintas instituciones (públicas y privadas) y gestores políticos tienen para salir hacia adelante, y con el fantasma de la ‘crisis griega’ echándonos el ‘aliento en el cogote’, que en lugar de achicar agua del barco, nos proporciona más agua.
No es de extrañar que los agentes económicos internacionales se hagan eco de estas sensaciones de carácter local, reflejándose en el incremento de la prima de riesgo de la deuda española en los mercados, y la exigencia de acometer reformas económicas contundentes, con el objetivo de salir de nuestro letargo económico.
En conclusión, si no confiamos nosotros mismos en que se verá la luz al final del túnel, jamás la veremos, pero ¿cómo creer en algo que cada día parece más lejano? ¿Estamos haciendo lo posible por lograrlo? Claro, lo más fácil sigue siendo pensar que lo que aún queda por llegar será peor.
En El Blog Salmón | Las familias son cada vez más pobres, ya no se pueden bajar más los salarios
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