Aunque se han intentado minimizar los efectos de la crisis griega y el debilitamiento de la economía china, un dato relevante y que esta vez amenaza con devastar a los países emergentes es la acentuada caía en el precio de los productos básicos. El petróleo se ha desplomado desde los 110 dólares el barril hace un año a ¡45 dólares el barril!. Dieciocho de los 22 componentes del índice de materias primas de Bloomberg (ver imagen) han disminuido más de un 20 por ciento en los últimos meses. Esta caída solo es comparable a la registrada en octubre de 2008, cuando la profundización de las turbulencias financieras envió a los mercados globales a una situación de la cual aún no se recuperan.
Para entender este nuevo capítulo de la crisis que sigue mostrando las fauces más oscuras de ese "modelo económico" que se instauró a fines de los años 70 hay que detectar algunos derroteros. En primer lugar, la maquinaria financiera que se apoderó de la economía global y desató la espiral de burbujas en el sector de las materias primas y el mercado inmobiliario. Este auge especulativo que impulsó la "eficiencia en costos" generó el traslado de las grandes empresas a China, con lo cual china no tardó en convertirse en el primer productor mundial, gracias a su "mano de obra barata".
El impacto de China
China se convirtió así en un motor del crecimiento que compraba materias primas a los países emergentes y al mismo tiempo productos terminados a los países desarrollados. Su fuerte impulso de más de dos décadas de crecimiento ininterrumpido y siempre creciente hizo pensar en una máquina insaciable. Justamente el tipo de máquina que gusta los mercados financieros para construir sus castillos en el aire por la vía de los derivados. Pero todo eso no era más que especulación avalada en la idea del crecimiento continuo y perpetuo.
China no solo se convirtió en el principal demandante de cobre y hierro, sino también de petróleo. Sus tasas de crecimiento del 10 por ciento anual estimulaban la inversión en China y el consumo en los países occidentales. Ya en la década de 1990 China superó a los mayores productores de acero del mundo, Japón y Estados Unidos. Ahora, veinte años más tarde, la producción de acero en China se ha multiplicado por ocho veces. Sin embargo, desde al año 2010 China ha entrado en el letargo reduciendo su velocidad de crecimiento en forma continua. En los últimos dos años la actividad de la construcción en China se ha estancado y en los últimos 6-12 meses se hizo negativa. Esto ha llevado al precio del cobre a una caída del 40 por ciento y al hierro a una caída del 60 por ciento desde 2011. El petróleo ha caído en un 60 por ciento en últimos 12 meses.
La caída de los productos básicos aún no toca fondo y demuestra la debilidad económica global, especialmente de Europa y Estados Unidos, que tras siete años de crisis siguen entrampados y en estado de coma. La abultada inyección de dinero por parte de los bancos centrales nunca estimuló la economía. Sólo sirvió para crear más burbujas y hacer florecer los mercados de renta variable que juegan a la especulación como si la economía fuera un gran casino. Y esto es lo que se conoce como "libre mercado".
Ahora el tsunami comienza a golpear con fuerza a los países emergentes con la caida en el precio de los commodities. Si entendemos que la burbuja china está en pleno desarrollo y que la actividad en la construcción puede tardar 4-5 años en recuperarse, los precios seguirán a la baja por más tiempo. La desaceleración China puede continuar a lo largo de la década y estabilizar el crecimiento en torno al 5 por ciento. Pero este crecimiento será menos intensivo en recursos, lo que arrastrará a los precios a un descenso aún mayor.
Si bien Europa y Estados Unidos podrán crecer a una tasa del 1 y 2 por ciento esta débil fuerza no logrará compensar la desaceleración China. Ahora les toca a los países emergentes mirar de frente a la crisis. Lejos de terminar, la crisis iniciada en 2008 entra en nueva etapa.
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