Cuando la energía acaba siendo gratis y... No, no es buena noticia para nadie

Las energías renovables, y en concreto la posibilidad de montar granjas solares domésticas, han avivado el siempre candente debate sobre el futuro energético de nuestras socioeconomías. Uno de los nudos gordianos del debate está en la posibilidad de que los consumidores energéticos dejen de serlo, y emerja un modelo de autosuficiencia energética que representa un ideal a conseguir para algunos ciudadanos.

Pero no es oro todo lo que reluce, ni energía sin riesgo toda chispa que salta. Lo cierto es que el modelo de la autosuficiencia energética entraña también algunos riesgos muy importantes. Por ello, aunque sea un futuro al que podamos aspirar en alguna medida, no debemos olvidar otros condicionantes esenciales de los cuales depende incluso la seguridad nacional de un país.

De aire en las turbinas al sol en los paneles

Como todos sabemos, se han multiplicado por las geografías nacionales de casi todos los países del globo las turbinas eólicas, las granjas solares, y también las plantas de otras energías renovables. Lo que tal vez no sepa ya tanta gente es que la energía producida por estas fuentes renovables en muchos casos se considera prioritaria de cara a abastecer el consumo, en aras de la sostenibilidad y de incentivar el uso de energías limpias que impacten lo menos posible en el medio ambiente, y que en concreto que reduzcan sustancialmente la huella de carbono y palíen el cambio climático (de forma económicamente sostenible, eso sí).

Como nos contaba Bloomberg hace unos días, el resultado de estas políticas energéticas es que cada vez es más frecuente que haya franjas horarias en las que las tradicionales compañías energéticas no pueden apenas vender su energía, ya que en ellas hay capacidad renovable más que suficiente para abastecer a todo el mercado.

Pero el hecho preocupante es que, dado el mecanismo de oferta y demanda que revierte sobre la fijación de precios del KiloWatiohora (KWh) en cuasi-tiempo real, esa sobreoferta de energía hace que, no sólo la energía sea virtualmente gratis con un coste cero, sino que incluso llega a marcar precios negativos en los mercados mayoristas. Es decir, se llega al sinsentido de que teóricamente se debería pagar al consumidor de energía por hacer uso de ella.

¿Es malo que la energía llegue a tener un coste por debajo de cero?

Esto en principio no tiene por qué ser algo negativo si ocurre tan sólo en momentos puntuales, pues incentiva el descargar la red energética de una potencial sobrecarga (con todo el daño socioecónomico lo que ello implica), pero el hecho es que esta situación es cada vez más frecuente. Y la proyección de nuevas instalaciones de energías renovables sólo apuntan a que es algo que vamos a ver cada vez más generalizado y en más franjas horarias.

Es precisamente en la generalización más de lo debido donde está el talón de Aquiles del actual modelo energético. Porque si bien la sostenibilidad de las fuentes renovables debe ser bienvenida desde la perspectiva de la economía circular y otros enfoques de futuro, lo cierto es que en este sistema económico nuestro todo tiene un coste: sí, también la energía.

Por mal que les pese a algunos ciudadanos, hoy por hoy, el Nirvana de la energía gratis para todos no está a nuestro alcance, ni se le ve en el horizonte. Las energías solar y eólica, que son las que mayor peso tienen en los mixes energéticos por ser las que más se han generalizado (y subvencionado), no son ni mucho menos fuentes de energía constantes. El viento no siempre sopla, ni el sol brilla permanentemente. Es por ello por lo que, además de fuentes de energía renovable, habría que añadirles el calificativo de fuentes de energía "variable".

El peligro de depender excesivamente de las fuentes de energía "variable"

No creo que sea necesario en este punto escribir sobre cómo parte de la seguridad nacional de un país reside en su sistema energético, y en que éste no sufra interrupciones (ni por sobrecarga ni por falta de energía). Es por ello por lo que, aparte de preocuparnos por la necesaria sostenibilidad de nuestras fuentes de energía, por el momento y con la tecnología actual, debemos preocuparnos también por tener un modelo energético que también incluya cubrir los costes de aquellas fuentes de energía que aseguran el suministro en cualquier situación. Hoy por hoy, sólo las compañías tradicionales energéticas pueden cubrir esta necesidad.

Independientemente de toda la polémica desatada en torno al sector energético, de sus intereses creados, y de las "puertas de atrás" que a veces abre a los políticos cuando éstos dejan de ejercer cargos públicos; abstrayéndonos de todo lo "negativo" que puede tener el sector, no podemos olvidar que tiene también un polo positivo al igual la energía que distribuyen: sin estas compañías no se puede asegurar de ninguna manera el abastecimiento nacional con la tecnología actual.

Y claro, puede parecer que está muy bien que haya sobrecapacidad, que la energía cotice a un precio cero (o incluso negativo) en los mercados mayoristas, y que ello se note en el bolsillo del consumidor. Pero también hay que tener en cuenta que tener y mantener ese sistema energético tradicional de naturaleza pseudo-constante, como esencial respaldo ante lo que pudiera venir, tiene un coste muy distinto de cero. Es una gran asimetría del mercado (y creciente) que se dé a las compañías energéticas cada vez menos franjas horarias para cubrir sus costes, cuando las seguimos necesitando financieramente viables (al menos por ahora).

Esta situación puede acabar revirtiendo en que, en esas franjas cada vez más escasas, la energía sea cada vez más cara, pudiendo alcanzar incluso diferencias escandalosas al ser comparadas con cuando los vientos soplan a favor de las renovables (nunca mejor dicho). Los costes (y el margen de beneficios, claro está) son los que son, y si queremos seguir teniendo seguridad energética, de alguna manera hay que mantener la infraestructura energética lista para poder ser usada en cualquier momento.

Los tiempos cambian, y con ellos deben hacerlo los modelos energéticos nacionales

Es innegable que el paso de los años cambia nuestro presente transformándolo en un futuro que debemos anticipar como podamos para mitigar sus inherentes riesgos (todo futuro los tiene). Es innegable que las energías renovables han cambiado para siempre el tablero del sector energético. Y es innegable que las viejas políticas y los viejos modelos es muy probable que ya no sirvan para el nuevo escenario que se empieza a abrir ante nuestros enchufes.

Tal vez lo que se hace necesario (e ineludible) es ponerse a trabajar desde ya en un nuevo modelo energético adaptado a los nuevos tiempos. Dado el papel que desempeñará el autoconsumo, y por la necesidad de cubrir costes de respaldo entre todos los consumidores (o contribuyentes), de una manera u otra, la transparencia del nuevo modelo de hace más necesaria que nunca. A ello pueden contribuir definitivamente tecnologías disruptivas como Blockchain cuyo papel ya analizamos para ustedes en "Energy 4.0 o cómo el sector energético se revolucionará usando los datos como materia prima".

La "energía gratis para todos" debe quedarse para otra futura revolución energética

El coste cero (o negativo) que estamos viendo en nuestros mercados energéticos es un mero espejismo derivado de la sobrecapacidad, no de una tecnología que permita alcanzar el paradigma de energía gratis para todos. Además, aunque sea eólica o solar, por muy verde que sea esa energía también tiene un coste muy distinto de cero (y hay que sumarle por supuesto las subvenciones): si no proviene del autoconsumo (que por ahora es todavía muy muy limitado) hay unos costes y un margen del productor que el mercado debería ser capaz de cubrir. Y no olviden que el autoconsumo también tiene sus costes, aunque los pague directamente el propio consumidor.

E incluso en un supuesto ideal de autoconsumo integral habrá que sufragar de alguna manera una infraestructura nacional energética que permita transportar energía de los lugares con excedentes puntuales a los que tienen déficit energético. El sector eléctrico no puede ser completamente atomizado por ahora, y va a seguir teniendo un papel destacado en las economías nacionales todavía durante bastantes décadas. Eso sí, de la debida transformación que tiene que acometer, tanto a nivel regulatorio y político, como tecnológico y empresarial, no le libra nadie.

Quién sabe cuántos lustros pueden pasar antes, pero no duden de que, en algún momento, llegará una nueva fuente de energía revolucionaria, sea la fusión nuclear u otra por descubrir. Tal vez, en algún momento de la Historia ese ideal del autoabastecimiento que ansían algunos ciudadanos pueda llegar a ser realidad sin impacto medioambiental, a bajo coste, y sin apenas riesgo de corte de suministro. Entonces las energías renovables pasarán a ser también tradicionales, y tal vez hasta puedan caer en la obsolescencia tecnológica, pasando al mismo bando de los combustibles fósiles (y de los intereses creados).

Vivimos tiempos apasionantes, en los que nuestra tecnología avanza mucho más rápido de lo que puede hacerlo nuestro tejido socioeconómico. Lamentablemente, también esa tecnología avanza más rápido que las promesas de nuestros políticos, e incluso que la mentalidad (y la consciencia) de toda la sociedad. No tengan nunca miedo de levantar la vista y mirar al horizonte, aunque debamos siempre valorar también el esfuerzo y la dificultad del camino por recorrer.

Para poder dibujar el futuro hay que saber qué se nos viene encima, tanto por los avances como por los riesgos. Y, por desgracia, pagar un coste cero por la energía a día de hoy es un riesgo muy cierto: habrá que postergarlo al menos para cuando sea tecnológicamente viable, y de paso ir diseñando un nuevo y necesario modelo energético nacional para una realidad que ya ha cambiado hoy por hoy.

El progreso es lo que tiene, es como andar en bicicleta: te brinda nuevas posibilidades a tu alcance, pero también te obliga a avanzar (pedaleando sin parar). Otra cosa es cómo encajan los modelos de largo plazo (como el energético) dentro de los cortoplacistas ciclos políticos de cuatro años, pero ése me temo que ya es otro tema muy distinto...

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