Algo que preocupa a toda la sociedad y que ocupa las portadas de los medios de comunicación a diario es la pertinaz sequía que asola a España y que mantiene los embalses peninsulares al 49,6% de su capacidad. A pesar de ser unas cifras similares a las registradas en las mismas fechas de 2022, se sitúan muy por debajo de la media de la última década, que es del 68,7%.
Desde la Organización Meteorológica Mundial (OMM) aseguran que esta situación es muy común en España, que experimenta este fenómeno de forma cíclica cada diez años, aunque acentuado por el calentamiento global. Todo ello induce a que los períodos de sequía sean cada vez más frecuentes, severos y prolongados, con consecuencias directas para el campo, el ganado y el consumo humano.
La sequía es un problema histórico para España, que desde 1961 ha experimentado hasta siete episodios relevantes de escasez de agua. Esta situación ha golpeado especialmente a las cuencas del Guadalquivir, el Sur y el Pirineo Oriental. Desde 1976 y hasta el verano de 2022 se han sucedido en la Península un total de 66 olas de calor, siendo la última el pasado mes de julio. Además, el pasado invierno ha sido el más cálido que se recuerda desde 1961.
La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) calcula que las temperaturas se sitúan en 4ºC por encima de la media, algo que condujo a España a una situación perenne de sequía que viene desarrollando desde finales de 2022. De este modo, si se llegase a la barrera de los 2ºC de calentamiento, una cuarta parte del planeta viviría unas condiciones realmente áridas. De hecho, casi el 3% del territorio español es árido.
Los embalses destinados al consumo humano y la agricultura se encuentran, a fecha de la primera semana de mayo, al 41,4% de su capacidad, según datos del Informe Semanal del Boletín Hidrológico publicado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco). Cinco décimas por debajo con respecto a la última semana, es decir, las reservas han bajado en 189 hectómetros cúbicos.
Las sequías históricas de España
A lo largo de su historia, el país ha sufrido episodios importantes de sequía, siendo tres de ellas bastante intensas al durar tres o más años.
La primera gran sequía (1749-1753)
Ocurrida a mediados del siglo XVIII, afectó a la mitad septentrional del país, que es la zona más húmeda. Se secaron ríos de la zona norte, como el Tormes. Coincidió en fecha con una de las mayores riadas que se recuerdan, la del Guadalquivir sufrida en 1752.
La sequía de 1944-1946
Se prolongó durante un trienio. En esta sequía, ríos como el Ebro perdieron casi la totalidad de su caudal, mientras que otros como el madrileño Manzanares desparecieron por completo, dejando importantes cortes de agua en la capital española. El porcentaje de precipitaciones acumulado durante dicho período fue el más bajo registrado entre 1940 y 2003. Todo ello condujo a que los embalses llegasen a bajar hasta el 14% de su capacidad.
Sequía de 1979 a 1983
La tercera de la historia afectó especialmente a la zona sur y este peninsular. El río Júcar fue uno de los más afectados al quedar prácticamente seco, pues los embalses de la cuenca descendieron hasta retener unos escasos 116 hectómetros cúbicos de agua.
La peor parte se la llevó la ciudad de Sevilla, que se vio obligada a cortar el agua durante más de diez horas al día. De igual modo, se destinó un presupuesto extraordinario de seis millones de pesetas para comprar agua embotellada tras la acumulación de cuatro años de precipitaciones anómalamente muy bajas.
Entre 1982 y 1984 se decretó la alerta roja que dejó el caudal del río Tajo reducido en un 12% debido a la crisis climática. Siempre será recordada como una de las sequías más graves de la historia nacional.
Sequía de 1991-1995
Durante estos años, especialmente hasta 1993, se percibió un descenso de los recursos hídricos, que se encontraban tan solo al 28% de su capacidad habitual, bajando las cifras hasta el 15% en 1995. Todo ello trajo consigo restricciones y cortes de agua en zonas como Madrid y el País Vasco, donde el consumo de agua se limitó en un 30%. El sector agrícola experimentó unas pérdidas entre 30.000 y 42.000 millones.
La situación fue realmente crítica en ciudades como Sevilla, donde se llegó a proponer incluso la evacuación de la ciudad, pues las portadas de los medios locales como ABC de Sevilla recogían titulares del tipo ‘Solo queda agua para 100 días’. Esta pertinaz sequía fue el detonante para la creación del Plan Hidrológico Nacional, aprobado en 2001, el cual recoge sistemas de indicadores y el controvertido trasvase del Ebro, que nunca llegó a producirse.
La sequía de inicios del siglo XXI
El Instituto Nacional de Meteorología recoge que la precipitación media en 2005 fue de 411 litros por metro cuadrado, por debajo de la media de 613 litros. Las cuencas de Segura, Júcar y el Pirineo Oriental fueron las más afectadas. Todo ello provocó que se secase el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, produciéndose un incendio que se desencadenó en unos daños ecológicos irreparables. La sequía concluyó en diciembre de 2009, tras cuatro duros años.
La sequía ibérica de 2017
El año hidrológico 2016-2017 fue especialmente malo, sobre todo en otoño de 2017, donde solo se registraron 15 litros por metro cuadrado, un 33% de la media, y lo convirtió en el más seco del siglo. El 5 de octubre de 2017 el volumen total de agua embalsada era del 38,9%, por debajo de la media de la última década que estaba en el 53%.
2017 fue el segundo año más seco del país desde 1965, siendo Galicia y Castilla y León las comunidades más afectadas. La sociedad sufrió cortes de agua, subida del precio de alimentos básicos y el aumento del precio de la luz. La producción de cereales y de ganado se redujo considerablemente. Los niveles de agua subterráneas desde el 2018 han sido bajos, coincidiendo con una sequía global que afectó a toda Europa.
¿Hasta cuándo?
Esa es la pregunta que se hacen todos los españoles. Abril fue menos lluvioso de lo normal y en la primera quincena solo se acumularon tres litros por metro cuadrado. El Centro Europeo de Predicciones a Medio Plazo prevé que las temperaturas sean más elevadas durante el verano de lo normal, señalando que podrían producirse tormentas fuertes entre mayo y julio, aunque no episodios generalizados ni persistentes.