La semana pasada la Comisión Europea publicó sendos documentos pioneros en el mundo, demostrando una gran capacidad de innovación, de visión de futuro, de ser pioneros a nivel mundial, y además de poner a los ciudadanos europeos y sus derechos digitales como prioridad número uno de las autoridades comunitarias frente a los intereses creados, que son impuestos a golpe de "términos y condiciones de uso" (que nadie se lee) por las todopoderosas tecnológicas.
Los documentos en cuestión son, por un lado, un disruptivo y futurista "Libro Blanco de Inteligencia Artificial", que ha venido acompañado por otro documento no menos visionario con la "Estrategia europea del dato". Realmente Europa está abriendo camino "tech" delante de los ojos expectantes y asombrados del resto del mundo: en concreto hay otras grandes superpotencias en las que a sus cuidadanos se les van a saltar las lágrimas al ver que por fin alguien de la talla de Europa hace algo en la actual jungla digital, y además lo hace bastante bastante bien para la grado del desafío.
Bruselas sigue ciñéndose a los principios más idealistas de la Unión, un idealismo que brilla por su ausencia en otras superpotencias
Tan importante como las líneas marcadas por las autoridades europeas, son los motivos por las que las trazan. Nuestro mundo está cada vez más dominado por los intereses de las multinacionales, y en EEUU tan sólo muy recientemente se han empezado a plantear refundar el sistema, con un foco especial sobre el tecnocapitalismo. Sin embargo, en Europa autores como el que suscribe hace ya más de tres años que alertamos de los peligros que se cernían sobre nuestro sistema de libertades, sobre nuestros ideales como la libre competencia, y en general sobre nuestra salud socioeconómica provenientes del terreno digital y de las grandes tecnológicas.
Así, ahora no podemos sino entusiasmarnos al ver cómo desde Bruselas no dudan en reafirmarse en unos valores que, en realidad, nunca nos han dejado de garantizar, y en los que no han cedido ante los intereses creados ni ante los poderes fácticos e injerencias de potencias extranjeras hostiles y con sus propios y lucrativos intereses, más bien situados en las antípodas de los ideales europeos de libertad y derechos: a la vista está el lamentable estado de su prensa "libre" y de la deteriorada libertad de sus ciudadanos. Que sí, que obviamente en Europa hay muchos temas en los que todavía existe un gran margen de mejora, pero, alzando la vista y mirando un poquito más allá de nuestras fronteras, nos podemos dar perfectamente cuenta de que nos hayamos en la vanguardia mundial en lo que a libertades y derechos se refiere. Y eso por el momento, porque hay otras superpotencias con un sombrío panorama por delante que no augura más que un mayor y grave deterioro en este plano.
Sin embargo, en Europa, la declaración de intenciones con la que han acompañado a los dos documentos publicados no puede ser más idealista y apropiada: a la calidad e incontestable espíritu garantista de los documentos me remito como prueba fehaciente. Los principios básicos con los que los dirigentes europeos han concebido esta hoja de ruta han sido tres (a cada cuál más apropiado), y en todo momento el enfoque más "techie" ha sido que la transformación digital debe estar al servicio de los ciudadanos, y que debe respectar los valores fundamentales europeos.
El primer principio insiste en la esencial idea de que la tecnología debe funcionar para la gente. El segundo es que la transformación debe promover una economía más justa y competitiva. Y por último, el tercer principio enuncia que la tecnología debe revertir en la sociedad contribuyendo a hacerla abierta, democrática y sostenible. Nada que decir, salvo un sonoro aplauso y enarbolar la esperanza de que no se olviden en ningún momento de estos principios, y los traduzcan de forma recurrente en hechos más allá de meras las palabras biensonantes. Y un buen precedente para mantener viva esta esperanza es cómo han demostrado fehacientemente su gran determinación por respetar y defender éstos principios, tal y como han hecho ahora con los documentos de la Inteligencia Artificial y de la Economía del Dato.
Había que poner límites a esa Inteligencia Artificial (o IA) que nos escruta minuciosamente y nos cataloga a todos
Empezando por el primero de estos dos documentos estratégicos y garantistas de derechos y libertades, hay que empezar alabando la valentía y la decisión de Bruselas por lanzarse a tratar de regular un tema tan pujante, novedoso, y de progreso exponencial como es la tecnología de Inteligencia Artificial. Ya les analizamos aquí hace algunos años el futuro que se avecina(ba) con esta disruptiva nueva tecnología, así como también múltiples e importantes aspectos de la misma más allá de su impacto más directo, como puede ser la importante brecha que puede abrir en nuestro tejido empresarial, o un aspecto clave como es el de sus necesidades y su (in)eficiencia energética (por cierto, un tema muy alineado con las estrategias europeas).
Aparte de todo ello, sin duda, las autoridades europeas han sabido ver que la velocidad de progreso de esta tecnología en particular era tan rápida, y sus potenciales injerencias en nuestros derechos tan severas, que la mejor opción para garantizar nuestros ideales y libertades más europeístas era coger "el toro por los cuernos". Así, aún a riesgo de equivocarse y tener que rectificar, se han lanzado al menos a establecer unos mínimos de regulación que empiecen a definir unos ciertos límites infranqueables (tienen el documento completo aquí) para esas tecnológicas para las que muchas veces todo parece valer, con tal de seguir ganando cotas de poder (y de euros).
El enfoque más ambicioso es que no sólo se concibe la tecnología de IA como que debe ser acorde a los valores y derechos europeos, sino que se considera también un instrumento para defenderlos (se sobre-entiende de injerencias hostiles de potencias extranjeras), para promocionarlos (se sobre-entiende promoviendo su extensión por todo el mundo), y para tener en cuenta todo ello desde el primer momento en el ciclo de vida de cualquier software inteligente en suelo europeo. Así, la IA debe tener estos valores embebidos en su arquitectura y en sus bits desde las primeras etapas del diseño, en su posterior desarrollo, y por último en su despliegue, y además también en cómo catalizarán la mejora de los servicios a los ciudadanos, con especial énfasis en los servicios públicos.
De las palabras a los hechos: en Bruselas demuestran ambición real de definir un marco estable y de aportar una inversión que permita desarrollar la tecnología de IA de verdad
Bonitas palabras. ¿Pero qué hay de los hechos? Pues bien, de nuevo los instrumentos articulados para conseguir estos idealistas objetivos vuelven a ser ambiciosos, y revelan otra vez una clara determinación. La partida de inversión más importante se recoge dentro del clúster de "Digital, Industria y Espacio", en cuya concepción la IA es una tecnología clave, y que está dotado con nada más y nada menos que 15.000 millones de Euros. Adicionalmente, hay otros 2.500 millones de Euros destinados ya específicamente para infraestructura de IA tangible, como son las propias plataformas inteligentes, o las mismas aplicaciones con las que los ciudadanos harán uso de toda esta fascinante nueva tecnología emergente. Y, por último, hay 2.000 millones de Euros más que podrán ser invertidos en proyectos europeos de alto impacto relacionados con "Espacios de datos", incluyendo aspectos estratégicos como una compartición de datos confiable y eficiente energéticamente, así como lo mismo aplicable a la infraestructura en la nube.
Además, se buscará a nivel nacional que los conjuntos de datos aporten un alto valor añadido, pero también que se aprovechen las sinergias transnacionales y sean reutilizables, y puedan ser igualmente aprovechados por otros países de la Unión en espacios de datos comnues: es aquí donde más se puede aprovechar la potencialidad conjunta de una Unión como la europea, convertida en superpotencia por agregación de enriquecedoras realidades (e inteligencias artificiales) nacionales. Y no queda aqui la apuesta decidida de Bruselas por todo este asunto, sino que, a todo lo anterior, además hay que añadir los ingentes recursos que ya desde hace décadas la Unión Europea dedica a la promoción de la normalización basada en estándares abiertos con ETSI y otros organismos, a grupos de trabajo técnicos que están altamente especializados y que alumbran nuevas y visionarias tecnologías, a proyectos de futuro todavía demasiado potenciales como para que la iniciativa privada los abandere en sus etapas iniciales, a los objetivos del nuevo plan Horizonte2030, etc. etc. etc., y en cuyas partidas la IA también va a ser un destino destacado de sus cuantiosos flujos de inversión adicionales a los anteriores.
Por otro lado, y haciendo honor a su fama de superpotencia más concienciada sobre la necesidad de que la actividad humana sea sostenible en el planeta, Bruselas también concibe estas tecnologías digitales como un facilitador crítico para la aclamada y visionaria política del "Green Deal" (o "Tratado Verde"), por el que Europa está decidida a adoptar una nueva estrategia de crecimiento económico que le permita ser pionera y convertirse en una superpotencia sostenible. A ver si cunde el ejemplo, porque mucho me temo que, si simplemente acaba por resultar que estamos predicando en el desierto, en vez de conseguir los objetivos más verdes a nivel mundial, lo que podría acabar ocurriendo es que cayamos en clara desventaja competitiva frente a otras superpotencias irresponsablemente hiper-contaminantes: eso sí, el consuelo es que, desastrosamente, esa supuesta desventaja competitiva durará los dos telediarios que les puede costar a los otros gigantes económicos cargarse nuestra socioeconomia y su convivencia con el medioambiente y con el planeta, al menos tal y como concebimos esa socioeconomía y nuestro bienestar actualmente.
En este desafiante pero esperanzador reto juegan un papel destacado tecnologías de gran futuro, como es la optimización de la eficiencia energética, aportando un control en tiempo real y pormenorizado de los consumos y necesidades de energía, permitiendo la trazabilidad casi-absoluta merced a la combinación de la IA con otras tecnologías como Blockchain y otras de la "Energy 4.0", y permitiendo también llevar la energía allá donde más se necesita, además de no desperdiciarla. Un caso de uso por antonomasia es la optimización de la energía destinada a la calefacción inteligente de edificios o a su refrigeración en verano. La capacidad de ahorro y optimización es literalmente apabullante, y no sólo por el ahorro de un dinero desperdiciado y que literalmente se tira a la basura calentando cuando puede no ser necesario, sino además también minimizando el consumo energético a lo verdadera y estrictamente necesario para generar actividad económica y bienestar para los ciudadanos, y llevando los recursos energéticos allí donde más se necesitan.
Éstos son ni más ni menos algunos de los objetivos más idealistas e iniciáticos que puede traer la Inteligencia Artificial, y que comparten también con aquellos de tecnologías como la de Ciudades Inteligentes. En algunos países como España, a pesar de la pujanza que se les imprimió inicialmente, hemos visto cómo lamentablemente el Plan Nacional de Territorios Inteligentes ya no es ni de lejos lo que era hace tan sólo dos años, lo cual sólo lleva a preguntarse qué ha podido cambiar al respecto para que nuestra Administración deje de apostar con la misma intensidad de entonces por una tecnología tan de futuro, y que aún requiere de un apoyo y una promoción pública considerable para despegar, ser pioneros a nivel mundial y europeo, y conquistar nuevos mercados. Una vez más, resulta prometedor que sea ahora Europa la que vaya a permitir que en España sigamos avanzando en este plano, toda vez que ha sido mayormente dejado de lado a nivel nacional.
Y en los bits de todo ello estará embebida esa Inteligencia Artificial que va a permitir que esto ocurra, y en la que desde Europa han puesto el foco, promoviendo que además redunde en otros beneficios socioeconómicos como son acometer más y mejor I+D, catalizar la colaboración transnacional, incrementar la competitividad de las socioeconomías europeas, o simplemente el hecho de construir un futuro digital hecho a medida de los ciudadanos (y no al revés). Como demostración de esto último en concreto está el visionario documento de "Directrices éticas para una Inteligencia Artificial confiable". El definir un marco legal como éste, con ineludibles principios éticos, aporta al tejido socioeconómico una esencial estabilidad cuasi-jurídica, que permitirá poder hacer las inversiones en IA con ciertas garantías, y promocionando la inversión en un sector cuya (hasta ahora) indefinición añadía un perjudicial grado de incertidumbre, que lastraba el desarrollo de la tecnología y de nuestro futuro más digital.
Inteligencia Artificial y datos van en esto juntos y de la mano (digo "de los bits")
Pero inseparablemente unida a todo lo que esa Inteligencia Artifical es capaz de producir, está el otro aspecto ineludible también abordado desde Bruselas: la disruptiva Economía del Dato de la que tantas veces les hemos hablado también desde aquí desde hace años. De nada sirve tener una IA ética, si luego los ciudadanos quedan expuestos por sus datos, y éstos pueden ser extraídos y explotados por terceros no europeos vulnerando su privacidad y pudiendo aplicar sobre ellos otras Inteligencias Artificiales no europeas, que hagan en terceros países lo que en Europa no esté permitido.
Un buen ejemplo de hasta qué punto todo lo anterior es clave, y en especial en lo que al nexo entre IA y datos de los ciudadanos se refiere, es el desarrollo de la IA y su aplicación a la selección y a la captación de talento. Esto es especialmente significativo tras la distópica polémica que ya saltó a los titulares con el descubrimiento de que, en diversos procesos de selección de Recursos Humanos, se estaba utilizando un software de Inteligencia Artificial que había "aprendido" a directamente ser discriminatorio con los datos de los candidatos, y que discriminaba en base a ciertos criterios no aceptables como el género.
Otro ejemplo de la relevancia del binomio de IA y datos es otra polémica que también ha saltado a los titulares revelando cómo algoritmos de prevención del fraude fiscal se cebaban en la práctica especialmente con determinados perfiles personales o con ciertos colectivos sociales. Finalmente, otro distópico campo que ponen de relieve desde Europa es por ejemplo el de las tecnologías de reconocimiento facial u otros datos biométricos, tecnologías fundamentadas básicamente a su vez en tecnología de IA, y que otras super-potencias están utilizando ya masiva y totalitariamente para implantar un estado de hiper-vigilancia con el que controlan férreamente a su población.
Y coronando todo lo anterior, como dulce guinda del pastel europeo de la Inteligencia Artifical y de los datos, podemos también analizar cómo, muy oportunamente, desde Bruselas afirman que los algoritmos de IA, al igual que los productos alimentarios, los juguetes, o tantos otros productos, deben estar sujetos a estrictas regulaciones e inspecciones europeas y nacionales. Apuntan a la posiblidad de adoptar algún tipo de estándar europeo, abogando incluso por un futuro etiquetado "CE" que garantice la certificación de la IA en base a los estándares técnicos y éticos de la Unión. Sencillamente, otro sonoro aplauso para algo que ya se echaba en falta, y que demuestra definitivamente cómo los políticos de Bruselas, aparte de por tener un cómodo sillón en el Europarlamento o en la Comisión Europea, también se preocupan de verdad por los intereses y por el futuro de sus ciudadanos, más allá de los lucrativos intereses de las multinacionales del dato y de la inteligencia artificial.
Por el contrario, en otros lares, estos intereses creados campan literalmente a sus anchas, cuando no cuentan incluso con la connivencia de los Estados a la hora de controlar y ejercer la represión o la venta al por mayor de sus sufridos ciudadanos. Europa empieza a ser un oasis de libertades y derechos, y con el tema que les hemos analizado hoy, esta esperanzadora realidad no puede sino realimentarse de cara al futuro. Hoy más que nunca, el futuro de un pueblo depende irremediablemente del futurismo de sus dirigentes, y de la visión a largo plazo que sean capaces de imprimir a nuestra realidad socioeconómica y más "tech". Europa (en este caso) está demostrando estar a la altura del reto y de sus ciudadanos. Aquí estamos en suelo europeo, y esto ya no es el lejano oeste, sino una Europa con reglas claras y con la irreductible intención de proteger los derechos de los ciudadanos europeos. Si su empresa quiere hacer negocios aquí, deberá atenerse a las reglas que protegen los derechos y libertades de los europeos, y, si no, vaya dejando espacio para sus competidores europeos, que sí están dispuestos (y concienciados) para hacerlo.
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