Resulta paradójico que mientras millones de personas se ven en serios apuros para llegar a final de mes, unos cuantos jueguen a comprar y vender cuadros como si se tratase de cromos de Panini. Mientras muchos países occidentales se ven inmersos en profundas depresiones económicas, con endeudamientos privados brutales y unas tasas de paro disparadas, algunos sacian sus caprichos más elitistas en importantes casas de subastas.
Mientras escribo estas líneas y usted las lee, un desconocido se vanagloria desde su mansión tras haber adquirido “El grito” de Edvard Munch, una de las obras más reconocibles de la historia del arte y la más cara vendida jamás en una subasta al alcanzar la escalofriante cifra de 91 millones de euros. La subasta tuvo lugar en la sede de Sotheby´s en Nueva York y la recaudación total del día ascendió a 251 millones de euros.
Y es que el mercado del arte se mantiene inmune ante la crisis y no se mueve bajo los mismos impulsos que los mercados financieros. Tanto es así que mientras el huracán subprime azotaba la economía mundial en 2007, las ventas de obras de arte marcaron su máximo histórico ese mismo año. Hoy en día el arte se ha convertido en un negocio millonario y para muchas personas representa una inversión similar (e incluso más segura) a las acciones o el oro.
En la ansiada búsqueda de la máxima rentabilidad cualquier opción segura es bienvenida. Invertir en bolsa hoy en día conlleva un riesgo importante y para muchos el mercado del oro se encuentra inmerso en una profunda burbuja. Una obra como “El grito”, mientras tanto, salvo catástrofe, sólo puede aumentar su valor con el paso de los años. ¿O acaso tú no depositarías en ella tus ahorros?
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