El mercado de las obras de arte ha pasado a convertirse en un escenario de especulación y de estafas en muchas ocasiones, especialmente agravado por la profunda recesión económica que afecta a todo el mundo. Ante situaciones críticas se desarrollan los ingenios más audaces para acometer fraudes e intentar colocar a millonarios obras de arte falsificadas. Un caso llamativo, la polémica con el cuadro ‘Salvator Mundi’, atribuido a Leonardo Da Vinci, que colocó el oligarca ruso Dimitri Rybolóvlev.
Rybolóvlev destaca por su perfil complejo, pues su fortuna asciende a unos 11.400 millones de dólares gracias a sus orígenes, la industria de los fertilizantes. Esto le hace posicionarse en el puesto 180 de la lista de personas más ricas del mundo. Dueño del AS Monaco y de Skorpiós (una isla griega paradisiaca), lidera el ranking de los divorcios más caros de la historia tras pagar en 2014 más de 4.500 millones de dólares a su ex mujer.
El cuadro de la polémica, donde Cristo aparece pintado como ‘Salvador del Mundo’, ha sido analizado por infinidad de críticos de arte, pues aseguran que parece más un lienzo abstracto que una pintura del Renacimiento. La pieza fue adquirida por Mohammed bin Salman, heredero de Arabia Saudí, en una subasta celebrada en la casa Christie's de Nueva York en 2017 por unos 450 millones de euros. Suponía la mayor compra de arte de la historia.
En esta ocasión, la operación la ejecutó Bader Bin Abdullah Bin Mohamed Bin Farhan al Saud, su mano derecha y ministro de Cultura. La pintura se encuentra en un yate de lujo, pero se sospecha sobre su valor y autenticidad. Llama la atención que hasta el 2017, el récord del cuadro más caro del mundo lo tenía ‘Intercambio’, de Willem de Kooning, comprado por 300 millones de dólares en septiembre de 2015.
Se cree que el ‘Salvator Mundi’ fue pintada a mediados del siglo XVI, y aunque ha pasado por infinidad de lugares en los últimos cinco siglos, se mantuvo desaparecida hasta el 2005. Al aparecer en Nueva Orleans, fue vendida por 10.000 dólares, ya que tenía signos de haber sido repintado y parecía ser una copia. No obstante, un arduo trabajo de investigación del ex director de la National Gallery, Nicholas Penny, concluyó que se trataba de una obra original de Da Vinci.
Antes de que Rybolovlev lo vendiese, le fue colocado entre 2003 y 2014 por unos 2.000 millones de euros en un conjunto de 38 telas de Gauguin, Rodin o Modigliani, entre otros. En aquella ocasión, decidió demandar al marchante suizo Yves Bouvier por estafarle 1.000 millones de euros al venderle la pinacoteca con unos márgenes realmente desorbitados. Una estafa a millonarios en cadena.
Y es que Bouvier obtuvo el Da Vinci en 2013 por 80 millones de dólares, y pocos días después se lo vendió a Rybolovlev por 127,5 millones de euros, obteniendo una amplia ganancia. Después de la acusación de fraude, Bouvier llegó incluso a pasar una noche en prisión.
Lo que sí está claro es que el Da Vinci fue un encargo del rey francés Luis XII al pintor florentino, quien lo culminaría en el año 1500, registrándose a posteriori en la colección del rey Carlos I de Inglaterra.
Según datosdel Global Center for Innovation, entre el 25% y el 40% de las obras vendidas por todo el mundo son falsas.
Anteriores estafas de arte a millonarios: el caso de Haaning
En 2023, el artista danés, Jens Haaning, fue condenador por el Tribunal de Copenhague a devolver más de 70.000 euros al Museo de Arte Contemporáneo Kunsten de Aalborg por cometer una estafa, ya que entregó un lienzo en blanco. El artista decía que era una obra de arte y la galería que se trataba de una estafa. Finalmente tuvo que repetir la obra, recibiendo unos 70.000 euros por enmarcar la obra, aunque nunca llegó a devolver el dinero.
Finalmente acabaron en los tribunales y la sentencia concluyó que no se trataba de una obra de arte, pero tampoco puede ser calificada de provocación ni de transgresión, sino de un tipo. Por todo ello, fue condenado a devolver todo el dinero salvo sus honorarios, es decir, unos 5.000 euros.
Philbrick lo hizo ‘por el dinero, su Señoría’
En 2021 trascendió el caso del artista Iñigo Philbrick, que fue condenado ante un juez del Tribunal Federal de Distrito en Manhattan. Había cosechado una larga trayectoria de estafa a millonarios del mundo del arte de Nueva York, Miami y Londres.
Se declaró culpable de defraudar a compradores de arte más de 86 millones de dólares, aunque las cifras a posteriori ascendieron. Pasó a convertirse en ‘el mini Bernie Madoff del arte’, carismático por su capacidad para engañar a multimillonarios de todo el mundo.
La primera obra que adquirió era una pieza de Barbara Kruger, valorada en 350.000 dólares, aunque él pagó más de 900.000 dólares en una subasta. Más tarde, adquiriría una fotografía de Andreas Gursky por 4,3 millones de dólares. Su forma de vida, plenamente ostentosa, se basó en especular con obras de arte en la que los inversores compraban participaciones y esperaban obtener ganancias al venderlas.
Entre 2016 y 2019 engañó a coleccionistas y prestamistas, vendiendo más del 100% de la propiedad de una obra de arte a múltiples inversores. Llegó a cerrar contratos de venta fraudulentos para inflar el valor de las obras de arte y ocultar el descubrimiento de su plan.
Se hizo con la obra ‘Humedad’ de Jean-Michel Basquiat (1982). La compró en 2016 por 12,5 millones de dólares y posteriormente la vendió a dos inversores mientras que presentaba documentos falsos de compra de 18,4 millones de dólares y 22 millones de dólares. También la empleó como garantía en préstamos de Athena Art Finance. No obstante, los compradores estafados presentaron demandas civiles, lo que llevó al cierre de sus galerías de Londres y Miami en 2019 y su huida a EEUU antes de ser arrestado en 2020.