Con los datos en la mano, no hay dudas sobre el papel líder de China en la transición hacia el coche eléctrico. Desde febrero de 2024, incluso ha iniciado una tendencia a la baja de la demanda y consumo de gasolina, asociada a las ventas estratosféricas de vehículos híbridos y 100 % eléctricos.
Sin embargo, este avance se ve empañado por algo que no deja de ser paradójico. El gran dragón chino se ha convertido en el mayor emisor de dióxido de carbono de la actualidad, y ya ha superado a todas las emisiones de Europa desde la Revolución Industrial. Unos datos que deben matizarse, pero que no auguran nada bueno.
Coches eléctricos chinos, en cifras
Con cifras del pasado mes de octubre, los compañeros de Motorpasión recogían que la mitad de coches vendidos en China eran enchufables, el 50 % sumando los PHEV, híbridos enchufables, y los eléctricos, y más del 35 %, totalmente eléctricos. Un porcentaje muy superior a la realidad que estamos viviendo con el automóvil aquí: en Europa (15 %) y, en concreto, en España (5 %).
Por ello, no es raro que la demanda de petróleo y gasolina haya disminuido, como señala la Administración de Información Energética de EE. UU. (EIA) en un breve análisis que mira al país asiático y a su excepcional modelo de electrificación (con sus luces y sombras, por descontado).
A partir de julio de 2024, la tendencia de consumo de gasolina ha sido inferior a los mismos periodos de años anteriores (se estima una media de 3,2 millones de barriles diarios en agosto de 2024, que sería un 14 % menos que en agosto del año anterior).
A priori, esta demanda menor es multicausal: envejecimiento de la población, menor número de nacimientos y ventas de coches eléctricos, según la EIA.
Al mismo tiempo, el impacto acumulado de su desarrollo industrial y energético en las últimas décadas ha hecho que China ya haya superado los 303 mil millones de toneladas de CO₂ en atmósfera de Europa. De Europa, ¡a lo largo de toda su historia! Además, China pretende una última aceleración enorme antes de 2030; a partir de entonces, plantea la descarbonización progresiva en las siguientes tres décadas.
Como ejemplo claro, la misma agencia estadounidense señalaba que, si bien el consumo para vehículos podía reducirse, se prevé que la demanda de petróleo pueda llegar a crecer el próximo año entre 100.000 y 300.000 barriles debido al aumento de la fabricación petroquímica china.
La otra cara del crecimiento
Este progreso tecnológico y las mejores perspectivas medioambientales contrastan con el peso que tiene China en el calentamiento global, así como con los discursos habituales del gigante asiático o de la India, que defienden su propio proceso de desarrollo e industrialización (acelerada), igual que hizo Occidente durante los dos últimos siglos.
Según un análisis reciente de Carbon Brief, China ha emitido 312 mil millones de toneladas de CO₂, superando a la Unión Europea. Su volumen acumulado está lejos de las 532 mil millones de toneladas de Estados Unidos, pero mientras que China ha alcanzado estas cifras en unas décadas, el resto de naciones lo hicieron en un lapso de tiempo notablemente mayor.
Este rápido incremento comenzó a partir de los años 90, cuando el país aceleró su industrialización y urbanización. Un liderazgo (ya) presente y futuro que se traduce en más y más emisiones acumuladas, y plantea debates complejos en foros internacionales, como la cumbre COP29 celebrada en Bakú, donde Europa y Estados Unidos empiezan a presionar a China para aumentar su papel en la financiación climática para países en desarrollo, como recogía The New York Times.
En cambio, si hablamos de "responsabilidad por cápita", en China (debido a su población) la huella de carbono por persona sigue siendo mucho menor (227 toneladas de CO2 por persona frente a las 682 europeas o las 1.570 norteamericanas).
Un argumento que ha utilizado China para evitar mayores compromisos financieros en la lucha global contra el cambio climático, señalando que las emisiones históricas de Occidente han tenido más tiempo para impactar en el planeta y, por lo tanto, en la afectación al cambio climático.
Impacto en el planeta
La paradoja de China refleja los dilemas del desarrollo sostenible en el siglo XXI. Por un lado, el país está marcando el camino hacia un futuro más verde, liderando la transición hacia vehículos eléctricos y reduciendo su dependencia de combustibles fósiles. Por el otro, su rol como segundo mayor emisor histórico subraya las implicaciones ambientales de un desarrollo acelerado basado en el carbón y la industria pesada.
Mientras tanto, el mundo sigue debatiendo la distribución de responsabilidades para limitar el calentamiento del planeta a 1,5 ºC (algo que ya está perdido, según los expertos: o casi).
De nuevo, la visión de estados nación y localismos europeísta nos explota en la cara. Había quien pensaba que China iba a tener mayor responsabilidad climática que tuvo Occidente: la realidad es que Europa no está en posición de decirle a nadie aquel: "Haz lo que digo, no lo que hago" (o he hecho).
En resumen, se requieren ajustes estructurales y acuerdos políticos. Menos claro es si llegarán a tiempo para mantener los compromisos climáticos. Por desgracia, todo apunta a que no.