Como sabemos los arquitectos y los médicos, un diagnóstico equivocado puede resultar un completo desastre, cuando las cosas no se analizan en profundidad y se confunde síntoma con problema, hay el riesgo de atacar al síntoma y no solucionar el problema.
Si tienes el sótano inundado, puedes vaciar el agua, pero si no averiguas como ha llegado hasta ahí, y no haces algo para evitar que vuelva a llegar, puede que soluciones la inundación, pero antes o después sufrirás otra. Y esto es lo que pasa con nuestro Gobierno (y los de nuestro entorno) ven el incumplimiento de unos abstractos objetivos de déficit como un problema en sí, y se ponen a achicar el agua pero no a buscar de donde viene.
Está claro que si no se alcanza el objetivo de déficit es porque el balance entre ingresos y gastos no ha resultado el esperado, o bien por falta de ingresos, o por exceso de gastos, o por un poco de ambas cosas a la vez.
Para solucionar “el problema del déficit” podemos recurrir a fórmulas que utilizan nuestros vecinos y que han demostrado sobradamente su ineficacia, recortes, subidas de impuestos, y que solo hacen agravar la situación. Por si no nos sirve escarmentar en cabeza ajena, también podríamos escarmentar viendo los resultados que medidas similares han tenido en nuestro propio país, por si nos creíamos diferentes a los demás, pero ni eso.
El problema que hay en España es de distribución de renta, no es otro, mientras unas carteras están cada vez más llenas, otras están cada vez más vacías, y la tendencia es a que cada vez sean menos las carteras que se llenan (y estén más llenas) y que cada vez haya más carteras vacías.
El desempleo es una de las causas de este desequilibrio, seguido de los salarios menguantes, agravado por las subidas de impuestos, que conducen a una ralentización de la rueda que se va quedando sin grasa.
El dinero concentrado en pocas manos deja de circular por la economía real, se mueve en otros círculos donde se vuelve expansivo y va perdiendo valor.
Los muy ricos compran cosas, cosas caras, si, pero no es en eso en lo que se “gastan” el mayor porcentaje de su dinero, aunque una persona se compre una casa de 5 millones de euros en lugar de un piso de 150.000, y se gaste en comida 100 veces más que un parado, la mayor parte de su dinero no va a parar a esos gastos, por mucho que “despilfarre”, si ha llegado a rico no ha sido por gastar sino por invertir, y gastar solo una pequeña parte de los beneficios.
¿Qué se puede hacer contra esta redistribución injusta de la riqueza? No voy a proponer aquí pasarnos al comunismo, pero está claro que hay que articular fórmulas que eviten que ese dinero salga de la circulación, o que lo haga de manera tan acelerada como lo está haciendo.
Que instrumentos como las tan traídas y llevadas SICAV, tengan una regulación sin agujeros que impida que cuatro se aprovechen de éstos.
Que aparezcan medidas que estimulen la creación de empleo, que fomenten el autoempleo.
Que todo el mundo pague el mismo porcentaje de impuestos, tanto ganes 100, como 100 millones. Lo simple es la mejor solución, si todo, absolutamente todo, tributase al mismo tipo, ya sea la renta del trabajo, una inversión a un año, o una inversión a largo plazo; estaríamos todos en igualdad de condiciones, y daría lo mismo que tu dinero lo ganes trabajando de sol a sol, invirtiendo en bolsa, o con una herencia.
Saber de antemano que parte tendrás que “ceder” al estado, evita confusiones, no deja hueco para trampas, y se acaba que el que gana 100 millones acaba con ingeniería financiera teniendo que pagar un IRPF equivalente a un 10% y su empleado un 52% ganando una milésima parte de lo que él gana.
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