La economía española sigue creciendo a buen ritmo, pero el consumo privado se estanca. Las previsiones son claras y estiman que el país crecerá un 3%, cinco décimas más que la anterior previsión fiscal 2024-2025.
Se anticipa un incremento intertrimestral del PIB del 0,7% en el tercer trimestre y del 0,6% en el cuarto. No obstante, llama la atención que, frente al dinamismo del consumo público y de las exportaciones de servicios, el consumo privado sigue teniendo un desempeño muy pobre, solo algo mejor que las inversiones.
Si los españoles consumen menos es como consecuencia de la precariedad laboral, el aumento del coste de la vida y la carestía del precio de la vivienda. Además, los impuestos y contribuciones han aumentando, repercutiendo negativamente en una pérdida de poder adquisitivo.
Esto beneficia directamente a los pensionistas, que a la vez son los que más ahorran y los que menos gastan, consiguiendo aumentar su renta y riqueza. Todo ello repercute en que el consumo privado español continúe en cifras inferiores a 2018-2019.
La tasa de ahorro ha vuelto a aumentar hasta alcanzar el 13,3% de la renta bruta disponible prevista para 2024, 4,6 puntos por encima de su promedio entre 1999 y 2019. Los niveles de ahorro actuales sólo se han observado en contextos de elevada incertidumbre.
Pese al crecimiento del PIB de los últimos trimestres, el consumo privado per cápita en España se encuentra siete décimas por debajo de su nivel a finales de 2019 y a casi tres puntos de su máximo alcanzado a finales de 2007. El comportamiento del consumo privado per cápita es cada vez más decepcionante.
Hay que tener en cuenta que el consumo público ha aportado más del 50% del crecimiento económico desde el cuarto trimestre de 2019 al tercer trimestre de 2024, según datos del INE. Pero, pese a no se runo de los componentes más importantes de la demanda (pues solo representa el 20% del PIB), esta aportación es posible gracias al incremento de las inversiones públicas.
La lenta recuperación del consumo privado
La economía española sigue acelerándose y durante el segundo trimestre de 2024 ha llegado a crecer un 3,1% interanual frente al 2,5% registrado en el trimestre anterior.
Muchos españoles han utilizado el ahorro para seguir reduciendo sus niveles de deuda hasta el 45,4% del PIB a mediados de 2024, partiendo de un máximo del 85,5% en 2010. Al desaparecer las restricciones por la pandemia, el ahorro comenzó a reducirse en España.
No obstante, es sorprendente que la tasa de ahorro haya vuelto a aumentar hasta el 13,3% de la renta bruta disponible prevista para 2024. Unas cifras que la sitúan en 4,6 puntos por encima de su promedio entre 1999 y 2019.
Los efectos de la subida de los tipos de interés del BCE para combatir la inflación han tenido un efecto contractivo en el consumo, sumado al incremento de la presión fiscal.
Es cierto que buena parte de los impuestos ha servido para financiar transferencias, como las pensiones, pero el efecto redistributivo entre generaciones ha sido negativo sobre el consumo agregado.
Con la llegada de inmigrantes a España, aumenta la productividad y la fuerza laboral del país, por lo que las contribuciones al sistema estatal de pensiones también suben. No obstante, la población inmigrante, tal y como sucede con los pensionistas, suelen ser más tendentes al ahorro. Esto es consecuencia a problemas como la incertidumbre o a la necesidad de acumular capital para poder enviar remesas a sus países de origen.
Establecimiento de nuevos patrones
Hay una realidad para la economía española, y es que la renta disponible y la riqueza financiera han aumentado más entre la población mayor de 65 años, para la que el consumo es menos sensible a la situación cíclica.
De igual modo, hay que tener en cuenta que buena parte del crecimiento del PIB español es gracias a la inmigración, responsable de más del 90% del aumento de la población activa desde 2021.
También hay que tener en cuenta que las incertidumbres regulatorias, fiscales o tecnológicas han provocado que determinados componentes del consumo no se hayan recuperado. Solo hay que ver el sector de la automoción, en el que se han registrado niveles de matriculación inferiores a los de 2019.
Al igual que sucede en la UE, España mantiene un patrón parecido y exporta ahorro al resto del mundo. La tasa de ahorro en el territorio español es consecuencia de una tasa de inversión reducida, la cual refleja la incertidumbre y expectativas de su menor rentabilidad frente a otros países. Con todos estos ingredientes, se lastra por completo el crecimiento del consumo privado de cara al futuro.
Funcas ha estimado que, para 2025, España prevé un crecimiento del PIB del 1,8% al 2,1%. Se espera que la demanda interna aporte dos puntos al crecimiento y que el consumo privado se sostenga por la creación de empleo y el desembolso de una parte del ahorro acumulado. Un ahorro que seguirá aumentando mientras las familias sigan sintiendo un entorno de incertidumbre y de tipos de interés elevados.