La ciudad de Nueva York nos vuelve a sorprender con una de luces y sombras que, esta vez, ha alcanzado al sector de la hostelería: hay gente revendiendo reservas para cenar en restaurantes.
Sí, lo que acabas de leer. Pero quizá necesitas un poco más de contexto, si quieres entender bien qué sucede por la Gran Manzana.
Misión Imposible: Cenar en Nueva York
Parece ser que salir a cenar está muy, muy complicado en Nueva York. La demanda es superior a la oferta y los precios de la indiscutible capital mundial de la riqueza no han conseguido frenar esta tendencia.
¿Es posible que lo que está pasando con webs de reventa se popularice hacia otros sectores? Si no sabes de qué te hablo, (en Viagogo) hay "paquetes VIP" para ir a ver a Taylor Swift a Madrid por 5.900 euros, y entradas "baratas" que se acercan al sueldo mínimo interprofesional en España.
Lo más lógico, en esta tesitura, es que ciertos establecimientos subieran el precio del cubierto y, de este modo, se regulase el mercado. Un mecanismo básico de la economía, pero la competencia feroz del mercado norteamericano, el sector servicios y los ricos, más ricos (más de la mitad de los ultraricos vive en EEUU) tienen otros planes.
En este contexto, salir a comer algo supone planificar con varios días de antelación, buscar restaurantes que admitan reservas en Manhattan (uno de los centros neurálgicos… del problema) y dedicar más tiempo del que a la mayoría nos gustaría.
Intermediarios para... reservar
La solución que se ha encontrado es... otra. Y es que como suele decirse en economía: donde hay un mecanismo de asignación ineficiente, hay posibilidad de arbitraje, confirmaba el profesor de economía Daniel Fernández en Twitter/X.
Dicho de otro modo, aparecen intermediarios que reservan por ti y, a continuación, te venden esa reserva, ganando una pasta gansa por el camino: para que esto funcione, la gente que tiene cosas más lucrativas que hacer, busca quien le venda o gestione las reservas; al otro lado, personas con asuntos “menos importantes”, como los define el tuitero Tanay Jaipuria, juegan a “Dinner Reservations” (reserva de cenas) en lugar de a Candy Crush, y ganan unos miles de dólares extra por año.
Algunos blancos y negros
Pero ¿por qué los restaurantes no suben precios para limitar la demanda? Una de las opiniones mayoritarias que han surgido en X es que los restaurantes no quieren acaparar una percepción negativa por parte del consumidor, quien puede considerar que se aprovechan de él. Incluir un paso extra en la ecuación, parece seguir siendo beneficioso para todos.
En principio, estas tareas las hacen bots, que capturan reservas libres en distintos establecimientos, particulares con tiempo libre e incluso plataformas, como Appointment Trader, que pueden empezar a generalizarse desde Nueva York a otras grandes ciudades o zonas turísticas.
De hecho, ya está ocurriendo.
No obstante, aquí vienen los negros: estas prácticas pueden generar su propia demanda, así como un círculo vicioso al más puro estilo plataformas de reventa de entradas para conciertos y espectáculos. Además, si se globalizase la tendencia, no es difícil imaginar otros procesos de gentrificación similares a los que han ocurrido en el centro de grandes ciudades con la vivienda.
Por ahora, la reventa parece otra forma de generar riqueza a partir de un mecanismo de asignación que no funciona de forma tan eficiente como debería. Y es probable que no nos equivoquemos si apostamos que ya hay unas cuantas aplicaciones en marcha con las que arbitrar mejor todo el asunto.