La industria del vehículo eléctrico no va tan bien como cabría esperar. No lo hace en Europa, donde las previsiones se han ido ralentizando en los últimos años, y tampoco en China, país que ha fabricado más de lo que puede vender o exportar, debido a las trabas burocráticas y los aranceles.
En un clima global en el que la competencia es brutal, el sector del automóvil italiano ha sufrido otro duro revés: Stellantis ha paralizado parte de su producción, ya que se está vendiendo muy por debajo de lo previsto (de coches eléctricos) y, además, se le escapan los 4.600 millones de euros que iba a invertir el gobierno. Giorgia Meloni los ha quitado de un lado y los ha puesto en otro: en este caso, para Defensa.
Stellantis, a la italiana
Empecemos por una rápida contextualización. Stellantis, multinacional con sede en Ámsterdam, es el grupo dirigido por el empresario portugués Carlos Tavares, quien ha perdido el beneplácito de los italianos durante estos últimos años.
La firma agrupa a varias grandes marcas, como Fiat, Lancia, Abarth, Alfa Romeo o Maserati, que han visto cómo detenían o ralentizaban su producción (el Fiat 500e o el Fiat Panda Hybrid son un buen ejemplo, así como varios modelos de Alfa Romeo).
Tavares ha señalado que está dispuesto a paralizar la producción, moverla a países con mejores previsiones o incentivos, cerrar fábricas e incluso vender marcas que no den beneficios.
En este clima de crispación, Italia incluso amenazó con ceder (mejor dicho, regalar) algunas marcas patrias —Innocenti y Autobianchi— a la industria china con la promesa de fabricación de eléctricos en el país.
En teoría, la solución se veía relativamente clara: el gobierno iba a invertir 4.600 millones de euros en el sector del automóvil, y Stellantis debería recibir parte de ese monto. Pero ahora... Meloni ha cambiado de opinión.
Políticas de coste hundido
La patronal del automóvil italiano, ANFIA, no entiende nada: están desconcertados ante la respuesta del gobierno de reducir el Fondo de Automoción para apoyar la reconversión de la cadena de suministro. Así, el gobierno italiano se está centrando en las inversiones pasadas, y no en los 270.000 empleados directos que pone en riesgo esta decisión.
Según Bloomberg, el gigante asiático está pidiendo a sus inversores detener la búsqueda activa de centros de producción europea, tanto por las negociaciones con la OMC (centradas en los aranceles) como por estas medidas, que hacen recelar de vender o instalar fábricas en suelo italiano.
Un buen cóctel que puede explotarles en la cara a nuestros queridos vecinos del sur.
En las últimas semanas, ya se ha notificado un descenso de más de un 40 % en la producción de Stellantis, a lo cual se suma una decisión radical por parte del ejecutivo de Meloni, un último pulso de Tavares, que no es la primera vez que amenaza con dejar el país, y una menor confianza de los mercados internacionales. Ya lo sabéis, aquí tenemos un dicho que viene que ni pintado: uno por otro, y la casa sin barrer.
Malas noticias para el sector del coche eléctrico, y un ejemplo perfecto de las políticas de coste hundido, que siguen centrando la atención en lo que fue, y no en lo que se necesita hoy. En esto, hay actores que responder mejor que otros, está claro, y el gobierno italiano no parece el más prudente.