Turquía pone aranceles a los coches de alta cilindrada y la respuesta del mercado es inmediata: coches de lujo con motores ridículos

Turquía pone aranceles a los coches de alta cilindrada y la respuesta del mercado es inmediata: coches de lujo con motores ridículos
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Turquía ya tiene fama (merecida) de país en el que casi vale más la pena comprarse un piso que un coche. El coste de adquisición de un vehículo frente a otras regiones es abismal, y todo indica que estos problemas seguirán incrementándose con la aprobación de aranceles (40 % extra) a los coches eléctricos chinos.

Sin embargo, este problema trae cola desde antes de los híbridos y los eléctricos, puesto que el país lleva años gravando los automóviles debido al tamaño del motor con un Impuesto Especial al Consumo (el SCT, o Special Consumption Tax).

Los sueldos no acompañan

Este impuesto grava distintos tipos de bienes, como productos petrolíferos y energéticos, vehículos, tabaco y objetos de lujo. En los coches, supone como explica un usuario turco de Reddit, que un clase C de Mercedes que en Europa puede comprarse por 30.000 o 40.000 euros, tenga un coste tres veces superior (120.000 euros).

Hablamos, además, de un país en el que las personas bajo el nivel de pobreza y los trabajadores que, a duras penas, alcanzan el salario mínimo suponen la mitad de la población en edad laboral. El salario medio en Turquia es de 773 €/mes, mientras que un profesor en la capital puede llegar a cobrar 1200 € (18.955 liras turcas) o un alto ejecutivo (2.530 €, casi 40.000 liras).

Motores pequeños para no pagar impuestos extra

A grandes rasgos, esto supone que la mayor parte de los ciudadanos se centren en comprar un coche de segunda mano, vehículos de gama baja o  marcas nacionales, como TOGG.

Aquellas familias que sí pueden pagar por un vehículo nuevo importado, asumen algo curioso: van a obtener un modelo muchísimo más caro y con un motor mucho menos potente.

Por ejemplo, un Mercedes-Benz clase E duplica el coste que tiene en España con un motor más pequeño (1.5 litros de cilindrada) frente al europeo (2.0 litros y 204 CV en gasolina, 197 en diésel), debido al incremento de un 45 % del valor del vehículo para motores a partir de 1.6 litros.

La respuesta del mercado aquí es inmediata: coches de lujo, motores ridículos en comparación a las versiones que se venden en Europa. ¿Y cuál es la razón? Principalmente, Turquía pretende incentivar el mercado interno  y las marcas fabricadas en su país.

No es casual que los aranceles a los vehículos chinos se hayan impuesto mucho antes allí que en las fronteras europeas. Además, mientras Europa debatía unos impuestos arancelarios de entre el 17.4 y el 38,1 %, al gobierno turco no le ha temblado la mano para establecer un 40 % extra o, por lo menos, 7.000 dólares extra al precio de venta final.

Inflación, mercado interno, productos importados

Por descontado, todas estas medidas, además de generar titulares sobre coches de alta con motores que no nos hubiésemos imaginado nunca, también han supuesto un par de dolores de cabeza extras.

Por un lado, la industria automovilística está preocupada por un mercado volátil y con alta inflación: creen que los aranceles pueden empeorar esto.

Por el otro lado, Turquía necesita productos importados para la fabricación de sus coches, por lo que puede darse un efecto rebote en el precio de los materiales.

En cualquier caso, no parece que haya una solución rápida, ni a corto plazo, en un país en el que tener un coche y mantenerlo cuesta más del 650 % de tu sueldo anual (sí, has leído bien) y las medidas proteccionistas del mercado turco afectan, principalmente, a los consumidores.

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