Según datos de Bloomberg, en la década del miedo y la codicia la rentabilidad lograda por el oro superó con creces a la que obtuvieron otros tipos de activos. Por ejemplo, una inversión de 100 dólares en oro, durante los primeros días de enero de 2000, generó un valor final de 380 dólares; una inversión del mismo monto en materias primas generó 357 dólares. Sin embargo, una inversión en acciones sólo retornó 90 dólares a fines de la década, perdiendo el 10%.
Esta gráfica muestra la fuerza del oro durante la década. Desde los 280 dólares la onza, hoy supera los 1.100 dólares. A nivel global, el impulsor de los commodities fue el mercado chino. Su sed de materias primas para alimentar la máquina exportadora empujó los precios del cobre, el plomo, el plástico y el carbón, entre otros. Este fenómeno dio vitalidad a los mercados emergentes y contribuyó a dar forma a la teoría del desacople, permitiendo que los mercados en desarrollo emergieran mientras los mercados desarrollados se sumergían.
A diferencia de fines de los años 90, cuando el mundo esperaba el nuevo milenio con la incerteza de la falla sistémica Y2K, esta vez el mundo se halla ante una gran pérdida de confianza tras el colapso del sistema financiero. Si el atentado del 11-S de principios de la década puso fin a la idea de seguridad física, la actual crisis económica ha puesto fin a la idea del consumismo exacerbado que se desató desde los años 80. El fin del sueño americano es el fin de ese estilo de vida amparado en la deuda y el consumo. Ahora vienen las vacas flacas, ya lo verá. Con desplome de precios y salarios. Por eso no es extraño que el oro sea lo único que suba.
En El Blog Salmón | El colapso financiero y la década perdida, La década del fin del sueño americano