Venezuela se queda sin electricidad, y sí, por increíble que parezca, las autoridades culpan a enigmáticos 'ataques electromagnéticos'

Venezuela se muere socioeconómicamente, y el último clavo en su ataúd están siendo unos cortes de suministro eléctrico cada vez más frecuentes, y que afectan incluso a la preservada capital, Caracas. Y ello tiene un altísimo e inasumible impacto en una industria y unos negocios que ya tenían incontables problemas de viabilidad económica.

A sus ya extenuantes y catastróficas penurias, ahora el tejido socioeconómico de Venezuela y sus ciudadanos deben añadir por la fuerza, además, el severo impacto de los cortes de un flujo eléctrico esencial para toda vida económica del siglo XXI. ¿Y qué dicen las autoridades del país de todo este nuevo desastre? Adivinen, lo achacan a una supuesta guerra electromagnética de la que no aportan ni una sola evidencia, y que tiene menos herzios que sentido queda tras el paso del rodillo de la omnipresente propaganda.

Incluso ese sector eléctrico tan instrumentalizado por la propaganda ha acabado cayendo en desgracia en Venezuela

En una Venezuela que aproximadamente ha dividido por dos el tamaño de su economía desde 2014, y donde evidentemente los servicios a la ciudadanía se han deteriorado seriamente (en el mejor caso de que se sigan prestando), la electricidad era vendida como la "joya de la corona", y uno de los pocos motivos de (inexistente) éxito que las autoridades utilizaban propagandísticamente para sacar pecho de los logros económicos del país.

Los dirigentes nacionales han venido enarbolando a los cuatro vientos que Venezuela era uno de los países del mundo donde los ciudadanos podían disfrutar de una energía más barata y más social... hasta que llegó el ineludible baño de realidad socioeconómica. Con una electricidad tan obligada y artificialmente barata, el sector eléctrico venezolano se ha visto forzado a apenas invertir en la infraestructura eléctrica, con las consecuencias que ahora saltan a la vista más que las inexistentes chispas de unos amperios que apenas fluyen por las redes del país.

La triste pero previsible noticia es que esos apagones se van haciendo cada vez más frecuentes, y que afectan incluso a la propia capital Caracas, polo de actividad económica y principal escaparate del país que el régimen de Maduro trata de preservar como oro en paño, con escaso éxito a juzgar por los últimos desarrollos de los acontecimientos.

Esta carestía eléctrica en estos términos supone algo inconcebible en pleno siglo XXI con el nivel de progreso alcanzado a nivel global, pero que demuestra fidedignamente cómo todo el progreso socioeconómico que se haya podido alcanzar hasta el momento, por muy seguro que se pueda sentir el pueblo cuando ha alcanzado un cierto bienestar, puede ser revertido y dinamitado en tan sólo unos pocos años. La economía siempre siempre siempre acaba pasando factura; por ello, cuando algunos propugnan retóricamente su supuesto amor al pueblo, sólo se puede pensar que la realidad acaba por demostrar que hay amores que matan (de hambre), y además casi siempre terminan siendo amores de alambre de espino.

El gran problema es que reconstruir un tejido socioeconómico reventado por los cuatro costados lleva décadas de escasez, esfuerzo y sufrimiento. Y eso que la excelente noticia que supondría saber que Venezuela se encuentra de nuevo en esa senda ni siquiera ha llegado por el momento, alejando el fondo de fango socioeconómico que no llegan a acabar de tocar, porque contínuamente vuelven a hundirse más y más en esta fosa abisal en la que les han sumergido.

Recuerden aquellas famosas palabras de Churchill de que venían a decir que una nación se construye con "Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor" (en inglés "Blood, toil, tears and sweat"). El premier británico las pronunció por primera vez en su histórico discurso ante la Casa de los Comunes del Parlamento del Reino Unido el 13 de mayo de 1940, poco después de haberse declarado la fatídica Segunda Guerra Mundial, y demostrando una visionaria capacidad de anticipación ante lo que iba a venir, tanto por el mortífero conflicto, como por la posterior posguerra y sus penurias.

Por el contrario, la propaganda internacional de nuestro tiempo pretende construir naciones a base de mentiras puras y duras, y éstas son mayormente socioeconómicas. Esto es así tanto en Venezuela como en muchos otros países donde esa propaganda también ataca sin compasión. Igual que los venezolanos están pagando ahora muy caras esas propagandísticas mentiras del pasado, mucho me temo que en el futuro otros países acabarán pagando lo propio en sus propias carnes (valga la redundancia).

Y para eludir la responsabilidad del desastre, el gobierno venezolano recurre a culpar a una "guerra electromagnética" inexplicable

Ante la magnitud nacional del desastre eléctrico de esta ocasión, inicialmente el gobierno de Maduro distribuyó una versión muy poco elaborada de la teoría de la conspiración con la que han acabado justificando los apagones. En las declaraciones iniciales, rápida y socorridamente se culpó de los apagones principalmente a una supuesta "guerra electromagnética", de la cual no se aportó absolutamente ninguna evidencia con una mínima credibilidad.

Posteriormente, una vez superada la crisis energética inicial que se les vino encima, tuvieron ocasión de ir elaborando un poco más esa versión inicial, y expusieron un abanico conspiranoico de justificaciones denunciando un golpe eléctrico por tres vías: ciberataque, ataque electromagnético y explosión física de infraestructuras de la red eléctrica, pero sospechosamente seguían sin aportar ninguna evidencia con unos mínimos visos de veracidad y rigor.

Dejando a un lado el supuesto ciberataque, cajón de sastre donde desafortunadamente caben todo tipo de especulaciones y elucubraciones, simplemente decir al respecto que, si ése fuese el caso, evidentemente Caracas habría sido el principal objetivo desde el principio, y no duden de que de haberlo sido habría podido ser alcanzado con al menos la misma facilidad que los apagones recurrentes que vienen padeciendo con mayor frecuencia y desde hace más tiempo en otros lugares de Venezuela, y que ahora también se hacen más frecuentes en la propia capital.

Respecto a la "guerra electromagnética", pues la verdad, ¡Qué cosas llega a inventar el apoyo logístico de la propaganda! Si fuese efectivamente un ataque electromagnético, no tiene ningún sentido que el atacante haya limitado su objetivo simplemente al sistema eléctrico nacional, cuando con armas electromagnéticas así tendría por el mismo precio en la palma de su mano poder atacar todo tipo de infraestructuras críticas, aumentado su supuesto afán destructor. Hoy en día la electrónica está presente en toda infraestructura crítica y no crítica, y por tanto todas ellas serían vulnerables a un ataque de esta naturaleza con un único golpe.

Por otro lado, tenemos el hecho de que un ataque electromagnético así de masivo ha de presuponerse disperso geográficamente y con radiación omnidireccional, con lo cual se hace imposible pensar que haya podido hacerse con antenas direccionales selectivamente sólo sobre la electrónica de la infraestructura del sistema eléctrico, tal y como se desprendería de la versión oficial que lo expone como selectivo. Además, semejantes equipos radiantes de emisiones electomagnéticas de tal potencia, no podrían ser camuflados ni ocultados tan fácilmente como para que el gobierno venezolano no tenga ni una sola evidencia de su existencia y participación en los ataques.

Lo anterior es así especialmente porque, por motivos de una esencial eficiencia si fuesen omnidireccionales, y con más motivo si fuesen direccionales, deban tener visibilidad directa de los objetivos eléctricos dispersos por todo el territorio nacional, lo cual impide que se pueda recurrir a pensar que países vecinos "enemigos de la patria" de Maduro puedan haberles dado cobijo para atacar desde el exterior, un imposible que sería la única explicación lógica que habría evitado así que las autoridades venezolanas tengan esas evidencias de las que carecen.

Por último, el estallido intencionado y premeditado de infraestructuras de la red eléctrica nacional es tres cuartos de lo mismo que los ciberataques: es un cajón de sastre donde cabe todo, especialmente porque es habitual que un mal mantenimineto y una falta de inversiones en un sistema eléctrico degradado como el venezolano provoquen explosiones e incendios eléctricos espontáneos. Es de suponer que, si se tratasen efectivamente de ataques intencionados, habría restos de explosivos, imágenes de alguien colocándolos en alguno de los múltiples emplazamientos supuestamente atacados, o cualquier otra evidencia física que debería haber quedado expuesta ante un ataque tan masivo a nivel nacional. Pero de nuevo, no hay evidencias concluyentes ni rigurosas, sino tan sólo perversos y socorridos enemigos señalados por el dedo acusador.

Cuando lo socioeconómicamente intragable es (casi) lo único que te ponen en el plato

Venezuela hace ya tiempo que cayó en la infernal espiral de la degeneración y el deterioro socioeconómico extremo que acarrea casi siempre el creerse que el poder sin cortapisas es capaz también de dictar los resultados económicos que se antojan adecuados a las autoridades del país. La economía no se dicta, más bien se recogen con ella los frutos de las políticas económicas (y socioeconómicas). Sí, esto es así incluso en los regímenes dictatoriales, aunque en esos casos de control económico totalitario esas catastróficas consecuencias tarden más tiempo en llegar merced a una buena sobredosis de intervencionismo.

Y cuando esas políticas están corrompidas por la ignorancia económica más absoluta (además de por derivas autoritarias), entonces el fruto económico recogido está inevitablemente podrido hasta el corazón, el mismo corazón de los ciudadanos que son los que acaban sufriendo de insuficiencia socioeconómico-cardiaca por inanición, y con la que pagan los platos rotos de los que mientras tanto viven en la mesiánica opulencia que les otorga el poder cuasi-absoluto.

Eso es lo peor de no vivir en democracia y sin un régimen de libertades con unas mínimas garantías: al final se creen que pueden dictarte hasta tus latidos socioeconómicos, y ahí es donde se caen con todo el desfibrilador, digo, con todo el equipo. Pero ni se sonrojan, al contrario, inventan cortocircuitos mentales retóricos, a cada cual más insultante, para narcotizar a ese pueblo que dicen pasionalmente defender, pero al que sin embargo matan de hambre y de represión.

Aún recuerdo aquella pancarta en tiempos del derrumbe de la económicamente fallida URSS que rezaba: "Bolcheviques, dejad a los proletarios en paz". Pues eso, aparte de no querer apagones que les arruinen la vida, el pueblo sólo quiere vivir en paz y ganarse honradamente la vida, algo que regímenes como el venezolano acaban por ser incapaces de darles. Empiezan repartiendo la riqueza (de otros), y cuando ésta se les termina y se demuestran incapaces de generar más, acaban por repartir miseria para todos. Es entonces cuando pusilánimemente tratan de saciar su hambre con ramplonas ridiculeces para (los que ellos creen) ignorantes... pero tras tragarse la incomible propaganda, inevitablemente el estómago sigue rugiendo en medio del silencio de la noche caraqueña más oscura.

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