Con Katrina, el gobierno estadounidense está hablando de un presupuesto de hasta $40,000 millones para la reconstrucción de las ciudades y pueblos y para ayudas a los afectados. En España, las primeras llamadas que se oyen cuando ocurre un desastre natural como, por ejemplo, los incendios de este verano, son las voces clamando las ayudas gubernamentales para la reconstrucción y compensación de pérdidas. Llamadas que dan por hecho la justicia de que el gobierno cubra todo lo necesario. Entendiendo la emoción que existe cuando ocurren estos desastres y sintiendo el dolor de los afectados, una sociedad debe preguntarse si esto es la mejor forma de organizar su cobertura de riesgos. En el mundo en que vivimos todos los días, tomamos los cuidados necesarios para que nuestra situación esté protegida. Construimos con materiales adecuados, trabajamos siguiendo normas establecidas y con las herramientas y la vestimenta necesarias para cada trabajo, y cerramos las puertas y ventanas de nuestras casas y de nuestros coches para protegerlos.
Para cubrir los imprevistos, tenemos coberturas que nos compensan por las pérdidas que resultan de accidentes y robos, coberturas que se llaman seguros, un sector que mueve miles de billones todos los años a nivel mundial. Sólo algunas de estas coberturas, por ejemplo, las de los automóviles, están legisladas. En Estados Unidos, las empresas de seguros están estimando unas pérdidas para ellas de más de $35,000 millones por Katrina, demostrando que el mundo privado sabe y puede cubrir estos riesgos.
¿Es correcto pensar que los presupuestos del Estado deben estar respaldando todos los imprevistos que personas han dejado sin cobertura? Estamos viendo gremios sufriendo aumentos imprevistos de sus gastos, el aumento del precio de la gasolina y de otros gastos, pidiendo al gobierno que les cubra estos incrementos. ¿Por qué paramos con la gasolina? ¿No tiene cualquier empresa el mismo derecho de pedir al gobierno que cubra cualquier subida de gastos imprevistos? ¿Donde está el límite?
Estas garantías del gobierno, tanto en momentos de desastres como de otros imprevistos, grandes y pequeños, son seguros que pagamos todos. Estamos nacionalizando los seguros y casi nadie se para a preguntar si estos imprevistos no deberían ser cubiertos por los que los pueden sufrir utilizando los mecanismos que existen, como todos los otros riesgos asegurables.