Recuerde este número: 6,827. Se trata de un número central en la vida económica actual, gravitante y poderoso, resumidero de tensiones y afanes, de logros y desvaríos. La tensión que gravita sobre este número lo tiene al borde del estallido, del destape de la caja de pandora. 6,827 es el número de yuanes que se intercambia por un dólar en China desde mediados del 2008. Detrás de este número hay promesas y bendiciones. Puede ser un pasaje al paraíso, o un viaje sin retorno al infierno.
Dos hechos cruciales han dado relevancia a este número: 6,827. Ayer, Hu Jintao anunció que visitará Washington el 15 de abril. Con esto pretende evitar que Estados Unidos etiquete a China como un país “manipulador de divisas”, lo que le permitiría tomar represalias económicas contra el gigante asiático. Ayer también, Wen Jiabao, nuestro lector de Adam Smith, señaló que China marcará el paso de la próxima revolución: mejorar la distribución del ingreso, algo que el actual modelo económico deterioró en todos los países en que se aplicó. Un tema que ya vimos, con gráfica y todo, en tres décadas de desigualdad.
Lo que indican estos dos hechos es que China está dispuesta a aumentar el valor del renminbi, iniciando así una apreciación de la moneda china que puede arrojar insospechadas consecuencias. ¿Está subvalorado realmente el yuan? Y si es así, ¿cuál es la magnitud de esta subvaloración? Algunos sostienen que llega al 50%. Otros, más cautos, señalan que está subvaluado en un 20%. Incluso hay algunos como Helmut Reisen, de la OCDE, que señalan que el yuan está subvaluado en “no más del 10%”.
¿Quien tendrá la razón? Hasta el momento todas las estimaciones son inciertas y no existe nada absolutamente seguro. Estados Unidos espera una rápida devaluación de su moneda frente al yuan, dado que con ello esperan equilibrar parte de su deteriorado déficit en cuenta corriente. Un desapego del yuan les permitirá licuar y quemar parte de la deuda. La apuesta ha sido tan abierta como desmedida y la revaluación del yuan chino puede ser un boomerang que desate la inflación en todo el mundo.
Hasta el momento, el yuan ha sido la única ancla nominal que ha tenido el dólar, su único sostén, al estar fijado a 6,827. Si China abre su caja de pandora y ésta cae en manos de especuladores, el dolar puede irse a pique, amenazando aún más la debil recuperación. Esto es porque el dólar es aún la divisa con que opera la mayoría de los mercados y su hundimiento programado para licuar parte de la deuda, encontrará su natural vía de escape en el alza del petróleo y los alimentos básicos. De ahí el llamado “efecto boomerang”.
Este efecto boomerang tiene su acelerador interno en el propio incremento de la demanda que vivirá el pueblo chino. Al tener una moneda más valorada, China se convertirá en un mayor demandante de productos básicos, encareciéndolos al resto del mundo. De esta forma la carne, el maíz, la leche y el trigo pueden desaparecer de las canastas de los más pobres, tema que vimos en El retorno de la crisis alimentaria. La declaraciones de Wen Jiabao, quien el año pasado demostró ser un gran conocedor de Adam Smith al reflexionar:
“Smith escribió que si en una sociedad toda la riqueza está concentrada y es propiedad de un pequeño número de personas, no puede haber estabilidad: tarde o temprano se produce el colapso”
Para detener ese colapso, al menos en China, es que ayer anunció un plan para mejorar la distribución del ingreso, lo que dará mayor poder de compra a esa quinta parte de la población mundial que es el pueblo chino, acorralando aún más la demanda de occidente. Esto es sólo parte de lo que puede ocurrir cuando China disuelva el 6,827 y destape la caja de pandora.
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