El platino, por ejemplo, tiene unas propiedades químicas y físicas que hacen que, además de sus usos en joyería, sea útil para otros usos industriales. Así, podemos encontrar platino en la industria automovilística, o también en la fabricación de piezas dentales o en usos para neurocirugía, y la aplicación para nuevos campos no deja de crecer. Frente a este potencial de demanda (incrementado además por el acceso al mercado de países emergentes), nos encontramos con una oferta muy limitada, controlada además por muy pocos países (entre Sudáfrica y Rusia controlan el 90% de la producción mundial).
La ecuación parece clara: demanda creciente más oferta escasa y controlada igual a incremento de precios. Quizás sea una buena opción para los inversores que quieran huir de los riesgos del ladrillo y de las veleidades de las bolsas.