De confirmarse estos datos, el volumen de deuda pública de nuestro país al cierre de 2013 quedaría por debajo de las previsiones del Gobierno, que situaban esta en el 94,2 % del PIB. Pese a ello, esto no quiere decir que estemos ante buenas noticias: en los últimos doce meses la deuda de las administraciones públicas se incrementó en la nada despreciable cifra de 76.891 millones de euros. Tenemos un problema de deuda muy grave. En apenas unos años el volumen de esta ha pasado de representar la mitad del ratio europeo (36 % del PIB en 2007) a superarlo ampliamente (en el tercer trimestre de 2013 superó la media europea del 92,2 % del PIB), y peor aún, según las previsiones que maneja el propio Gobierno la deuda pública española superará próximamente el umbral del 100 % del PIB y no tocará techo hasta 2016.
El rescate al sector financiero, los sucesivos planes de pago a proveedores o la financiación del déficit público se antojan como las principales causas que justifican el aumento incontrolado del volumen de deuda. Si a esto le sumamos las caídas del PIB en los últimos años, tenemos entre manos el cóctel perfecto para que el ratio Deuda pública/PIB aumente trimestre a trimestre.
Como consecuencia, el pago de intereses se dispara. Si en los presupuestos del pasado año se esperaba que el monto total de estos escalase hasta los 38.000 millones de euros, este año la cifra no será mucho menor, pese a la mejora de las condiciones de financiación en los mercados. ¿Y esto en qué se traduce? En que nuestro país, poco a poco, se vuelve más débil sin que pueda hacerse mucho para evitarlo: la adicción está matando al enfermo.
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